10 de marzo de 2011

LA CORRUPCIÓN SOMOS TODOS

“Presunto Culpable” es un excelente documento que testimonia el síndrome de nuestro tiempo al difundir un caso de esos que en México forman parte de nuestro proverbial costumbrismo; la explicación del elevado interés por ver el documental debe buscarse en la patología de una sociedad afectada por la impunidad y la corrupción que, por lo visto, lo han permeado todo; y no es de ahorita. Es, de cualquier manera, una fotografía de nuestro tiempo.

Cuando en 1976 hacía su campaña por el PRI en búsqueda de la presidencia de la república, José López Portillo la emblematizó con el lema: “La solución somos todos” un aforismo que con el transcurrir de su administración vox populli convirtió en: “La corrupción somos todos”, para referirse al dispendio que se hacía de los dineros del pueblo desde la cúpula del poder. Pero la corrupción entre nosotros no deviene de esos tiempos, encuentra raíces más profundas en el siglo XIX y lo más seguro es que empezó con la conquista. Cuenta Don Guillermo Prieto en sus memorias que cuando Ignacio Ramírez, mejor conocido como “El Nigromante”, presentó su solicitud de ingreso a la Academia de Letrán a la pregunta sobre que le gustaba más de México, contestó: “Veracruz, porque por allí se sale de él”; EN manifiesta inconformidad con la discriminación hacia los indígenas y a las cotidianas muestras de extorsión del hombre por el hombre.

Estamos tan familiarizados con el tema de la corrupción desde el servicio público que a la menor muestra, por mínima que ésta sea, de que se van a tomar medidas para combatir esta lacra social nos entusiasmamos y alienta la esperanza de que así sea. Desafortunadamente una y otra vez el desencanto aparece cuando se descubre que solo fue llamarada de petate para terminar en más de lo mismo. Así ha ocurrido en Veracruz en no pocos de sus gobiernos, incluso uno de ellos, el más reciente, abusó del ejercicio patrimonialista del poder en grado superlativo, y parece que lo hizo impunemente.

Por esta razón se estima que algo debe hacer sobre el particular el gobierno que encabeza Javier Duarte de Ochoa. Primero, porque desde sus inicios sufre penuria económica como consecuencia del desordenado gasto público privilegiado por su antecesor y, segundo, porque la atención ciudadana se centra, entre otros temas, en el interrogante de si se tomarán acciones en contra de quienes se fueron al baile con el recurso público durante la administración pública pasada. No que sea una cacería de brujas, pero tampoco que se adopte el cómodo expediente del borrón y cuenta nueva. Tampoco que se acuda al formulismo constitucional de aprobar por mayoriteo cuentas públicas enlodadas por la sospecha, lo que con un pequeño esfuerzo puede ser testimoniado.

No ha mucho el responsable del órgano de fiscalización de la federación comentaba en entrevista periodística que en un recorrido por países del primer mundo le extrañó advertir que en los equipos de gobierno de esas naciones en muchos casos no existían órganos de Auditoría gubernamental, sí en cambio una actitud de la sociedad en la que ésta señala y hace escarnio de quien se enriquece con el dinero público. Actitud que estamos lejos de adoptar en México y, por el contrario, en vez de señalar al enriquecido con dinero público, sin esfuerzo laboral que lo justifique, le profesamos muestras de admiración y aún calificamos de exitoso. Defectos de nuestra cultura.

Aquí en nuestro Estado la corrupción es el nombre más socorrido para explicar muchos de nuestros males. Ya sabemos que en el Poder Judicial hay corrupción, una realidad diagnosticada por su propia jerarquía. No ignoramos que en el Legislativo, aunque por razones de su integración es menor, también hace agua; del Poder Ejecutivo ya ni hablar, la corrupción ha penetrado hasta el tuétano. Aunque de esto último, cual enfermedad de alto contagio, parece que el nuevo gobierno está protegiéndose al iniciar medidas correctivas que dan señales de una voluntad para combatir el mal. Una auténtica pandemia en Veracruz que se ha extendido siempre, pero ahora más, al ámbito de las administraciones municipales.

Hasta qué grado ha permeado la corrupción en Veracruz lo dice el hecho que el encargado del despacho de la Procuraduría de Justicia estatal, Reynaldo Escobar, ha asegurado que limpiará las agencias del Ministerio Público (porque) desde hace 40 años conoce la corrupción que impera en las corporaciones de impartición de justicia y, aseguró: “voy a recorrer todo el Estado y van a ver toda la porquería que va salir”. Viniendo de alguien que en su vida profesional litigó en juzgados y ministerios públicos habrá que creerle porque, además, su dicho coincide con la percepción que la ciudadanía tiene sobre el particular.

Por otro lado, en la Secretaría de Finanzas cesan a un funcionario de medio pelo porque-según se ha filtrado a la opinión pública- se le descubrieron malos pasos. Todo parece bien; pero inquietan ciertas actitudes que señalan a un olvido encubierto de impunidad. Porque para nadie es un secreto que el destino del dinero de la bursatilización recibido por los alcaldes navega la opacidad más ostensible. Agreguemos lo que al parecer ya se olvidó sobre el Fideicomiso del 2% a la nómina, respecto del cual no se ha informado de su aplicación y resultados.

Más, mucho más, campea en la opinión pública que observa el desempeño de un gobierno recién estrenado con la esperanza oculta de que ahora sí se combata en serio la corrupción en el servicio público. La burra no era arisca.

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