12 de septiembre de 2011

El Baldón: Historias memorables de ayer y hoy

Por José Miguel Cobián

Hace meses, tuve el privilegio de recibir de regalo un libro de historia familiar, escrito por una dama de verdadero abolengo y alcurnia, con una gran sensibilidad, que enterneció mi corazón al leerlo, pero que también me hizo ver que México sigue siendo México, sin que nadie haga algo por cambiarlo.

En una parte de la historia, nos cuenta de cómo un ancestro encontró arando sus tierras un tesoro. Sí, de esos que siempre creemos que existen en la imaginación pero no en la realidad. Cómo ese ancestro acrecentó sus propiedades y cómo sus hijos, se volvieron desobligados, parranderos, irresponsables y al final quedaron desheredados. Dejando a las hijas con la responsabilidad del cuidado del patrimonio, mismo que se perdió por distintas razones:

La ley Tejeda, que estableció el gobernador que las casas eran de quien las habitaba desde hace varios años, no de su legítimo propietario, y así, quien no había realizado esfuerzo alguno por crear un patrimonio se convertía en propietario, privando de su legítimo patrimonio al propietario o a sus herederos.

Un abogado mañoso, presta a una viuda indefensa un dinero a cambio de la hipoteca de la casa familiar. Ante la imposibilidad de la viuda de pagar, el abogado se apropia de la casa y deja a los niños huérfanos sin patrimonio. ¿Cuántos abogados y familias de abogados pueden presumir hoy que su patrimonio fue formado gracias al abuso de quien conoce las leyes, aprovechando la necesidad y urgencia de un ser humano desvalido?.

Una esposa que vende sus bienes para apoyar al esposo, quien compra bienes pero a nombre de él, y luego regresa a España, dejando en indefensión a los hijos de ella. Los vividores de siempre, la ingenuidad de la mujer, que dilapida un patrimonio por amor, y al final se demuestra que no había tal amor.

Los recuerdos de este libro, duelen, no sólo por las tragedias y sinsabores de una familia apreciada, sino también por las pérdidas de Córdoba y la región. Pérdidas reflejadas en el olvido de muchos de sus benefactores, cuyos recuerdos en piedra, en ladrillo, en bronce, fueron destruidos o robados, sin que nadie se preocupara por recuperarlos, dejando que el tiempo y el olvido los borraran. Un pueblo sin historia porque el mismo pueblo y sus gobiernos así lo desean. Quedando sólo las grandes historias de los tratados, la fundación, la batalla y nada más. Adiós a todos los pequeños detalles, adiós a todos aquéllos que hicieron de Córdoba un lugar mejor. Esos no importan, por mezquindades humanas, mejor que se pierdan en la oscuridad de los tiempos.

Y qué decir de la tiranía de la caña de azúcar. Lo que era un paraíso de árboles maderables y frutales en todo el centro de Veracruz, se ha convertido al monocultivo, previo saqueo de sus riquezas naturales, previa destrucción de su flora y extinción de su fauna. Muchos recuerdos que taladran recordando la irresponsabilidad de gobernantes y la inexistencia de ciudadanos.

Pasar de ahí, mostrar como la historia de una familia se combina con la historia de una región. Comentarios dulces y tiernos de una hija, de una nieta, hoy madre y abuela, entremezclados con comentarios profundos como el que los trenes de pasajeros y las vías como la del huatusquito desaparecieron por intereses políticos y económicos.

Termino la reseña emocionado recordando lo que María Teresa Villar de Ponce escribió en su libro ¨Una historia… y algo más¨ (julio 2010), con un párrafo ligeramente largo, que habla de la visión de nuestro México de esta inteligente, brillante, sutil e increíblemente analítica escritora que me concedió el privilegio de regalarme su pequeño libro, que leí hace tiempo y que hoy quise compartir contigo amable lector.

Dice María Teresa en la página nueve: ¨El concepto de Tierra y Libertad es también un asunto del pasado, nos decimos libres pero la violencia tiene secuestrado nuestro país, ilusos mexicanos que creemos que ¨modernidad¨ y ¨civilización¨ significan solo tecnología más avanzada, computadoras, autos, que circulan a una velocidad vertiginosa, nos ocupamos de saturar nuestras ciudades de franquicias, grandes supermercados donde ciertamente hay acceso a infinidad de productos y son generadores de empleo, pero donde el capital se va del país; somos tontos al preferir lo que viene de fuera, en vez, de apoyar lo propio, lo hecho con manos mexicanas. Hay universidades pero realmente es un porcentaje bajo los que pueden acudir, la pobreza se ha hecho extrema, que carcome el alma de México, y la gente que antes luchaba por su tierra, que estab dispuesta a trabajar de sol a sol en su nación ahora huye asustada y atormentada hacia la frontera norte, donde las barras y las estrellas son el espejismo de escape para muchos ciudadanos. Nos decimos libres pero donde el miedo, la zozobra y la frustración ya son parte de nuestro día a día, y nadie hace nada. De qué sirvió la lucha de nuestros antepasados, nuestros héroes que derramaron su sangre por su Patria, por el ideal de Libertad. Somos mexicanos y sin embargo, vivimos sujetos al extranjero vecino para las decisiones que trazan nuestros caminos.¨

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