10 de mayo de 2012

El gobernador Duarte imita a Reynaldo Escobar


Displicente, retador, dice el gobernador Javier Duarte de Ochoa que los operativos de seguridad y la violencia nuestra de cada día, no afectan la imagen de Veracruz.

“Aquí, en Veracruz, no se tolera la impunidad, no existen espacios para la delincuencia y se actúa con firmeza y con determinación”, reseña, ufano, amparado en el salvavidas que le lanzó el gobierno federal ante el creciente, avasallante, nivel de violencia y la corrupción de sus corporaciones policíacas.
ESTÚPIDO DEMAGOGO, HOY BUSCA UNA DIPUTACIÓN...
Rayado el discurso, las mismas frases, la misma soberbia, Javier Duarte no tiene una visión clara del martirio de los veracruzanos, la vida en un hilo, la zozobra en las entrañas, por la acción del crimen organizado y por la complicidad del gobierno estatal, su gobierno, vía sus áreas de seguridad, corruptas hasta el tuétano.

Símil de Reynaldo Escobar Pérez, ex secretario de gobierno en el régimen fidelista, que negaba la realidad con altivez e irresponsabilidad, Javier Duarte lo imita en lo peor del doble lenguaje y en el engaño.

Mentiroso profesional, Reynaldo Escobar llegó a decir que en Veracruz no había zetas y que las únicas que conocía eran las del abecedario. Falaz, maniobrero, el entonces secretario de gobierno sabía hasta qué punto se extendían las bandas del crimen organizado, arrendado el territorio veracruzano, y se constituía el santuario de la organización Zeta con una impunidad de escándalo.

Quizá con esas cartas, la mentira a flor de labio, Reynaldo Escobar fue condecorado con la Procuraduría de Veracruz, primero como encargado de despacho pues no podía desempeñarse como titular al no reunir los requisitos de ley, y luego como procurador, para quien se realizó una reforma constitucional, de la mano de Javier Duarte, que evidenció que puede más el capricho que la razón.

Echado de la Procuraduría, Reynaldo pagó con creces su osadía. Lo aniquiló el escándalo de los 35 cadáveres arrojados en Boca del Río, un día antes de la cumbre de presidentes de tribunales de justicia del país y procuradores, una ejecución de supuestos zetas e inocentes a quienes don Rey, irresponsable, perverso como es, criminalizó etiquetándolos como miembros del crimen organizado.

Javier Duarte vio crecer al monstruo del narcotráfico. Se supo inerme, desarmado, sin policía confiable, infiltrada por los malosos, incapaz de enfrentarlo, y tiró la toalla. Entregó la seguridad al gobierno federal, que implementó el operativo Veracruz Seguro y que ha asestado golpes cruciales pero aún insuficientes para pacificar al estado.

Dice el gobernador, con ese ánimo tan poco convincente que le distingue, que el despliegue militar y policíaco no ahuyenta a nadie, al turismo; que ahí está la Cumbre Tajín, centro ceremonial del espectáculo comercial, derroche inaceptable de recursos públicos, entre ellos los 25 millones que les incautó la Procuraduría General de la República, en medio de la miseria de los herederos de la cultura totonaca, y que no daña la imagen de Veracruz. ¿No?

Xalapa, Veracruz, Coatzacoalcos, Xico, Coatepec son escenario de actos de violentos tan frecuentes como la demagogia del gobierno. Uno ellos, el más reciente, el jueves 22, ocurrió en la autopista entre la capital veracruzana y Coatepec. Se trenzaron a tiro de bala, granadazos, duelo de poder, dos bandas del crimen organizado. Atraparon a decenas de automovilistas que vivieron minutos de terror que parecían interminables; muchos se refugiaron en fincas y ranchos, o descendieron por un barranco, a fin de ponerse a salvo, de acuerdo con el espléndido relato del periodista Pablo Jair Ortega. Llegó el Ejército y abatió a dos de los malosos, atrapó a otros y se les fueron unos más.

Testigos de los hechos vieron por lo menos tres cuerpos tendidos. Pablo Jair Ortega cita 17 muertos, de acuerdo con el relato de quienes estuvieron en la refriega.

Maquillador de la realidad, el gobierno de Javier Duarte cuenta un cuento a modo. Dice que las “fuerzas del orden detectaron a dos vehículos sospechosos con hombres armados quienes agredieron a los elementos de seguridad originándose la persecución por esa vía carretera que culminó en la zona de Los Arenales en donde los delincuentes abandonaron dos vehículos, internándose en el monte”. Dice que hubo dos muertos y un herido, a quien se le tiene en calidad de detenido.

Es inverosímil la versión oficial. Oculta la verdad. Matiza la gravedad de la trifulca y niega la zozobra, el pánico de los inocentes y la realidad de Veracruz.

Imitador de Reynaldo Escobar, Javier Duarte no quiere ver cómo afecta la violencia la imagen de Veracruz.

Veracruz es un infierno, robada la tranquilidad de todos, irritada al máximo la sociedad.

Pero Javier Duarte ni ve, ni escucha. Vive en su burbuja, para él sí las escoltas; para el pueblo, el riesgo de muerte.

Dicen bien que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

La gestión de Escobar Pérez estuvo marcada por serios señalamientos, luego que fueran acusados dos usuarios de las redes sociales de "terrorismo equiparado", tras difundir mensajes falsos sobre supuestas balaceras en el puerto de Veracruz.

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