31 de diciembre de 2012

“…TODOS DESEÁBAMOS QUE EL EJÉRCITO Y LA MARINA-ARMADA TOMARAN LA PLAZA, INHIBIERAN A LOS MALOSOS, LOS DESTERRARAN Y LOS PUSIERAN A LA SOMBRA PARA RECUPERAR LA PAZ PERDIDA. …NO SABE UNO SI RESULTÓ PEOR EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD…”

Roberto Morales Ayala
Zona Franca
Fuerza bruta
A como va pintando el operativo Coatzacoalcos Seguro, entre quejas y reclamos de la sociedad, abusos contra parroquianos en bares y cantinas, y dudosos golpes al crimen organizado, no sabe uno si resultó peor el remedio que la enfermedad.

Todos queremos tranquilidad. Todos exigíamos la presencia militar, habida cuenta de la desconfianza que provocan las policías, su mala fama y la evidencia de que se coluden con la delincuencia. Todos deseábamos que el Ejército y la Marina-Armada tomaran la plaza, inhibieran a los malosos, los desterraran y los pusieran a la sombra para recuperar la paz perdida. 

Lo que no queríamos, ni queremos, es la prepotencia de quienes por tener un arma en la mano, el uniforme que impone, el pasamontañas que oculta el rostro, más que disuadir a la delincuencia, terminan por hostigar a la sociedad. Con la fuerza bruta, nadie.
Ha tenido el operativo Veracruz Seguro un mal arranque, contrario a lo que la población habría imaginado. En el bar El Arrecife, marinos y policías llegaron como sheriff del oeste, esculcaron a los clientes, les decomisaron teléfonos celulares, se llevaron una ipad, desnudaron a las meseras y hasta la dueña del negocio asegura que le robaron 10 mil 400 pesos. Fue su carta de presentación.
Horas después, un grupo de taxistas de la Central Camionera protestaron porque sus unidades les fueron retenidas presuntamente por detectarse irregularidades en su documentación.
Simultáneamente, automovilistas fueron infraccionados por no tener licencia, por tener la licencia vencida, por carecer de tarjeta de circulación, porque no emplacaron, por no cumplir con la verificación vehicular, por no usar el cinturón de seguridad, por traer vidrios polarizados, o simplemente porque se le pusieron al brinco a los militares, navales o policías.
En masa arribaron a las oficinas de Hacienda del Estado a pagar las multas para recuperar su documentos y en algunos casos, para recuperar sus automóviles. La cifra promedio es de 700 conductores multados, a razón de 60 pesos cada uno. O sea 42 mil pesos diarios.
Cierto es que el ciudadano está obligado a andar derecho, a cumplir con el reglamento de Tránsito, a no transgredir las leyes. Pero, que se sepa, no era ese el objetivo del operativo Coatzacoalcos Seguro, sino el de recuperar la tranquilidad, apresar a sicarios, halcones, estacas, jefes de plaza, lavadores y operadores financieros del crimen organizado.
 
Lo que vemos es otra cosa. Militares y navales, la policía misma, es usada por el gobierno de Javier Duarte en labores que no son su naturaleza. Actúan como inspectores de tráfico, como ejecutores del Reglamento de Tránsito, como agentes viales, diluyendo el respeto que un amplio sector de la sociedad les tenía.

Se suponía que el operativo Coatzacoalcos Seguro tendría también la participación de las comisiones de derechos humanos, cuya misión sería vigilar que los pasos de los militares, marinos y policías no rebasaran los límites del respeto a las garantías constitucionales de los ciudadanos. Por voz de los ombudsman nos enteramos que ni los fumaron, ni los invitaron, ni los incorporaron.
A diario, desde que arrancó el operativo, hay quejas por detenciones arbitrarias, incluida la del periodista de nota policíaca, Rafael León, quien enteró del abuso a la Asociación de Periodistas sin obtener gran respuesta, y tuvo que acudir a la delegación regional de la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
La instalación de retenes, el aparataje policíaco, las caravanas de patrullas, el sobrevuelo de helicópteros y hasta el manoteo y la voz prepotente de los militares, marinos y policías, puede ser espectacular pero difícilmente efectivo.
A menos que sean suicidas, los malosos no se acercarán al malecón donde se forman las interminables filas de vehículos que son revisadas acuciosamente por los elementos del operativo. El crimen organizado vive una competencia diaria con las fuerzas del orden, una lucha entre el bien y el mal, una lucha por sobrevivir. Sería impensable que así, sin reparar mucho, acuda a la cita con las fuerzas federales instaladas en el malecón o en algunas avenidas de Coatzacoalcos. El instinto les dice que hay que sacarle la vuelta a los retenes. Y así lo hacen. 
Ese hostigamiento a los automovilistas y el atropello a un cada vez mayor número de ciudadanos, nada tiene que ver con el combate al crimen organizado. A medida que avanzan los días, entre la sociedad se observa el operativo Coatzacoalcos Seguro como una mascarada sin ton ni son.
De hecho, existe una contradicción. Por un lado existe rigidez con el ciudadano común, el automovilista, el cliente asiduo a un bar o a una cantina, y por el otro el ayuntamiento de Coatzacoalcos permite el consumo de bebidas embriagantes en la vía pública y hasta se da el lujo de regular sus horarios en el malecón.
Los rondines suelen ser espectaculares pero sumamente costosos. El gasto en gasolina y en combustible para helicópteros es un derroche, sin que se hayan obtenido resultados tangibles o capturado peces gordos del crimen organizado.
En el arranque del operativo Coatzacoalcos Seguro se denunció la desaparición de seis personas a manos de marinos, militares y policías. Sus familiares revelaron que fueron sacados de sus casas con lujo de fuerza, presumiblemente sin que hubiera flagrancia, es decir, sin que en ese momento estuvieran cometiendo delito alguno. Eso es lo que dicen sus familias.
Poco después, la Secretaría de Seguridad Pública reveló que los detenidos pertenecen a bandas del crimen organizado, algunos son narcomenudistas y se les consignará ante las instancias legales correspondientes.
Algo ahí no encaja. Un caso, el de Violeta Villaseñor Chiu, llama la atención. La policía dice que se le detuvo en la colonia Las Gaviotas, al poniente de la ciudad y se le acusa de narcomenudeo. La familia de ella, en cambio, asegura que fue detenida desde el sábado pasado, y que la sacaron de su casa, no en Las Gaviotas.
Algunos de los nombres manejados en la prensa como desaparecidos o detenidos por los elementos federales y la policía estatal, hechos públicos desde el lunes 26, apenas ayer los reportó la Secretaría de Seguridad Pública en calidad de presuntos responsables de narcomenudeo. Tuvo que venir una embestida de prensa para la SSP abordara el tema.
El panorama es más que preocupante. Pareciera ser un montaje, donde primero se detiene a ciudadanos, inocentes o no, y cuando la situación lo amerita se les presenta públicamente en calidad de supuestos integrantes del crimen organizado.
Así se va creando la suspicacia. Así se genera la falta de credibilidad. Todos suponíamos que el operativo Coatzacoalcos Seguro generaría confianza y tranquilidad, pero ocurre justamente lo contrario.
En tres días, el operativo ha provocado el hostigamiento a la ciudadanía y escasos resultados en cuanto a acciones contra el crimen organizado.
No era eso lo que se esperaba. Todos reclamábamos tranquilidad y hoy estamos más intranquilos. Queríamos la presencia de las fuerzas federales y hoy nos sentimos amenazados, temerosos de sufrir un abuso, que lleguen a nuestras casas, nos saquen y nos inventen un delito. Queríamos paz y nos dieron incertidumbre.
Al unísono se habría aplaudido la presencia militar, garantía de acciones contra los delincuentes, pero no para generar un ambiente de zozobra, hostigamiento y temor.
Algo se tendrá que hacer, quizá un cambio de señal, pues de lo contrario habrá salido peor el remedio que la enfermedad.
 

Reproducimos este articulo de Roberto Morales Ayala por ser un tema vigente, de fecha 30 de Noviembre del 2012 del enlace:

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