25 de febrero de 2013

TORTURA A LA VERACRUZANA


En Veracruz los ciudadanos son torturados y el silencio de los medios de comunicación, las Organizaciones No Gubernamentales, de los mismos ciudadanos y el gobierno es inadmisible.

Desde 1986 México forma parte de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de la Organización de Naciones Unidas.

El artículo primero de la convención define tortura como “todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia”.

Y también se agrega que “no se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas”.

Un par de sucesos ocurridos en la región de Orizaba ilustran esta definición. El primero fue el 3 febrero del presente año; dependiendo de la versión, un grupo de policías tenía un retén en la comunidad de Acatla cuando fueron detenidos por al menos unos quinientos pobladores de Soledad Atzompa quienes les quitaron los zapatos y los forzaron a caminar hasta la cabecera municipal en donde los encerraron en la cárcel municipal.

Al intentar mediar, el secretario del ayuntamiento también fue detenido y obligado a caminar descalzo junto con los policías. Más tarde fueron liberados y entregados a los miembros de la Armada de México.

En otra versión, el comandante y cinco policías se dirigían a la comunidad de Acatla, municipio de Acultzingo, pero al circular por el territorio de Soledad Atzompa fueron emboscados y encerrados en una casa particular; al intentar negociar su liberación el secretario también fue detenido por la multitud.

En ambas versiones, el vehículo que servía como patrulla de la policía municipal fue destruido y enviado al fondo de un barranco, mientras que los policías y el funcionario municipal tuvieron que ser hospitalizados a causa de las lesiones recibidas durante la golpiza y la caminata que realizaron estando descalzos.

En el segundo incidente del 10 de febrero, y de nuevo hay dos versiones, un grupo de cuatro personas acosaba mujeres e intentaron robar algo por lo que fueron detenidos por unos trescientos habitantes de Coxolitla de Abajo, Coxolitla de Arriba y Puente de Guadalupe, congregaciones del municipio de Acultzingo. Se les amarró, les quitaron los zapatos y caminaron hasta una iglesia donde los arrodillaron y los obligaron a confesar sus delitos. Más tarde fueron entregados a la policía estatal.

En la segunda versión, los detenidos eran ingenieros que estaban explorando la zona para un proyecto empresarial y al detenerse en un merendero junto al camino Orizaba-Tehuacán fueron invitados a una comida y detenidos al llegar al lugar de la supuesta comilitona. La autoridad municipal se negó a intervenir porque se trataba de los usos y costumbres de la comunidad.

Pues bien, la tortura no es una tradición comunitaria. En ambos casos hubo sufrimiento intencional contra las personas secuestradas para castigarlas por actos de los que hay distintas versiones, y en los dos casos las autoridades locales se abstuvieron de intervenir.

¿La ausencia de la autoridad fue un consentimiento tácito de los castigos aplicados contra las víctimas? Haría falta investigarlo para que en el marco de la ley se sancione a los culpables de estos actos, tanto por la acción de la multitud como por la omisión de las autoridades.

Más allá de las sutilezas de las definiciones jurídicas, en este caso, la comprobación del consentimiento de las autoridades locales para que se aplique el concepto de tortura, lisa y llanamente se trataron de actos de tortura.

Sin importar las sospechas, que se invoque la inseguridad, la fama pública de las policías municipales, los usos y costumbres, el derecho a la autodefensa de las comunidades, y otros argumentos, nada justifica la tortura ejercida golpeando y haciéndolos caminar descalzos. Nada, absolutamente nada lo justifica.

garciamarquez_upn@hotmail.com


*Profesor-investigador 
de la Universidad 
Pedagógica Nacional.
FUENTE: EL MUNDO DE ORIZABA

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