3 de agosto de 2013

INCERTIDUMBRES…

por MUJERES QUE SABEN LATINPor Yadira Hidalgo
Este fin de semana, el sábado pasado para ser precisa, una chica que conozco de manera indirecta casi fue víctima de un secuestro. Afortunadamente la joven en cuestión hizo uso de su valor y su instinto de supervivencia y logró escapar de sus captores que ya la habían subido a un coche a fuerza de empujones.
Es gracias a su valor, y nada más, que ahora no estamos posteando su foto vía redes sociales para buscarla; pues es innegable que éstas se han convertido en los vehículos desde donde obtenemos esta información, ya que los periódicos, los noticieros radiofónicos y televisivos, en su mayoría, no están dando cuenta de este tipo de noticias.
Gabriela ArleneAsí, cada vez que reviso mi muro de Facebook, invariablemente me encuentro con la foto de una chica a quien sus familiares y amistades buscan con desesperación. Desde Chiapas hasta Chihuahua, obviamente pasando por Veracruz, rostros de jovencitas, algunas casi niñas sonríen desde una foto que se tomaron sin saber que sería la imagen que advirtiera sobre su desaparición.

¿Qué hay detrás de las constantes desapariciones de niñas y mujeres en el país? Nos lo hemos preguntado varias veces desde esta columna y al mismo tiempo que se nos ocurren varias respuestas, tampoco obtenemos ninguna en concreto de parte de quienes, supuestamente, deberían estar investigando estos casos.

Durante los últimos años he conocido a madres y familiares de personas desaparecidas, quienes no solo comparten una historia de dolor sino también un viacrucis colectivo en la búsqueda de alguna noticia que pueda dar con el paradero de sus seres queridos, lo cual, en la mayoría de los casos, no sucede.
No comer, no dormir, no querer moverse del domicilio para no perder una llamada o algún indicio que de noticia de ese ser querido que un día no volvió a casa. La espera que se prolonga días, meses, años; es la constante de un sin número de familias en este país cuyos integrantes, a pesar de todo, cada mañana logran despertar y levantarse, quién sabe cómo.

“Lo peor son los primeros días”, me ha contado innumerables veces mi querida amiga Bárbara Ybarra, la valiente madre de Gaby, desaparecida y asesinada hace ya dos años, y aún en espera de que se le haga justicia a su hija adolescente. “Lo peor es saber que no puedes hacer nada para protegerla”, dice a pesar de todo, con esa fortaleza que tanto le admiro.

Ojalá ninguna madre, padre o familiar tuviera que pasar por enfrentar un dolor tan grande como el que causa la desaparición de un ser querido, ojalá tuviéramos autoridades más sensibles que dieran pronta respuesta a las solicitudes de búsqueda dejando fuera la revictimización y los prejuicios que muchas veces se esgrimen contra las y los desaparecidos.

Ojalá que las sonrisas que las jóvenes comparten desde sus fotografías, no se convirtieran nunca en la advertencia de una incertidumbre…

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