29 de agosto de 2014

TEXTO IRREVERENTE: Por Andrés Timoteo

Coatepec

Por Andrés Timoteo
 
LO QUE LA GENTE CUENTA
 
La ciudad que fue calificada como mágica por su verdor, su café, su arquitectura y su ambiente pueblerino hoy es un infierno. Coatepec se convirtió en un nidal de malhechores, tierra sin ley donde ni los lugareños ni los visitantes viven tranquilos, les robaron la magia y el reposo que los hacían privilegiados. Aquellos  que se decidieron a mudar su domicilio hacia Coatepec o sus alrededores para disfrutar de la naturaleza  están arrepentidos porque viven con “el Jesús en la boca”. Los que no pueden pagar guardaespaldas, vehículos blindados y sofisticados sistemas de vigilancia en sus casas optan por encerrarse a cal y canto en cuanto  oscurece.
 
Es como  un toque de queda no oficial porque el transitar por las calles, caminos y carreteras durante la noche, algo que era muy normal apenas unos años atrás,  se convirtió en una aventura en la que se juega la vida. Las rutas nocturnas son para los maleantes que hicieron suya la región, comenzaron a apoderarse de ella desde la fidelidad y ahora en el duartismo están consagrados como amos y señores. Nadie los detiene, nadie los molesta, nadie los enfrenta. Solo el Ejército de vez en cuando se aparece y ofrece  un poco de calma., no así la policía estatal ni mucho menos las corporaciones municipales  de las que desconfían los lugareños.
 
Los que habitan en comunidades que antes eran paradisíacas  como La Pitaya, Briones y Zoncuantla también son clientes frecuentes de la delincuencia, sus casas y vehículos han sido robados. La  zona rural se convirtió en terreno minado, relatan. En el sexenio pasado, dicen, se le dio permiso al mal para que se apoderara de Coatepec. Llegaron en silencio, como los tigres en la oscuridad de la canción “Soñé un sueño”. De pronto, en las noches y en  pleno centro de la ciudad se veía circular camionetas y automóviles de lujo, sus ocupantes eran individuos “de cara poco amigable” que más  que pasear, patrullaban y exploraban. Esos recorridos se fueron extendiendo a las colonias y comunidades.
 
Después comenzaron a agredir a las personas, a los noctámbulos que tenían la mala suerte de topárselos. Poco más tarde inició  la ola de secuestros, todos silenciosos. Algunas víctimas las regresaban al poco tiempo pero hubo otras que nunca volvieron con sus familiares, tal vez porque no pagaron rescate o porque fueron plagiados para otros fines. Un caso es el de una joven contadora que un día del 2011 tomó un autobús rumbo a a Jalapa para acudir a una cita de trabajo pero nunca llegó a la misma. A mitad del camino la interceptaron, la obligaron a bajar del camión y desde entonces no se sabe de ella. Sus padres llevan tres años buscándola.
 
Las balaceras  llegaron ese mismo año. En noviembre un enfrentamiento armado se produjo sobre la carretera Briones-Jalapa, cerca del colegio privado de la comunidad de Las Hayas donde cuatro delincuentes murieron al igual que un efectivo de la policía estatal.  Fue de antología la sicosis de los pobladores así como entre los padres de familia, maestros y niños del colegio fue de antología y aunque nunca hubo una confirmación oficial la versión popular es que la balacera fue a causa de un intento de secuestro contra los hijos del gobernante en turno que acudían a esa escuela.  Otro  relato que ilustra como el terror se apoderó  de Coatepec es lo sucedido casi a finales del año pasado en uno de los exclusivos fraccionamientos de la zona, mismo que cuenta con barda perimetral y sistema de vigilancia digital y por supuesto, guardias privados.
 
Todos sus habitantes son de clase media,  profesionistas o trabajadores,  gente que gastó los ahorros de toda su vida para tener un hogar digno. Ellos escogieron ese fraccionamiento para vivir por la tranquilidad que lo caracterizaba pero ahora están arrepentidos. Una noche la barda fue derribada por grupo armado que ingresó a una de las viviendas con la intención de secuestrar a sus ocupantes.  Obviamente los vigilantes fueron sometidos –se dice que abatidos- pero alguien logró avisar del ataque a las autoridades militares y llegaron varios contingentes de soldados, y entonces el fraccionamiento se convirtió en una zona de guerra donde incluso se detonaron granadas. Claro, el duartismo  hizo todo lo posible para minimizar el suceso pero  los habitantes relataron a familiares y conocidos la noche de terror que pasaron.
 
A esa cadena de miedo también se hilvana la coyuntura política pues los coatepecanos  juran y perjuran que la ola delictiva se disparó con la llegada del alcalde priísta Roberto Pérez Moreno, apodado “El Juanelo”.  La leyenda urbana sostiene que Pérez Moreno se apoya en los  criminales  para escarmentar a sus enemigos y a cambio ellos conservan el permiso para delinquir a sus anchas, sin que nadie los moleste. El caso que lo confirmó fue el secuestro y golpiza recibida hace unos meses  al  periodista Alfonso Mora Chama cuyos captores le advirtieron que dejara de escribir contra el edil. Tras su liberación el  mismo comunicador señaló al ocupante del palacio  municipal, sin mencionarlo su nombre, como el responsable de su secuestro. 
 
Esos son lo antecedentes de secuestro y asesinato del tesorero del ayuntamiento, Guillermo Pozos Rivera, "levantado"  a unos  metros de las oficinas gubernamentales y cuyo cadáver se localizó tres días después. Empleados municipales al igual que lugareños cuentan que Pozos Rivera estaba enfrentado con el famoso “Juanelo” por el manejo del dinero público. Pozos no era gente del alcalde sino impuesto desde Jalapa y en los últimos días la relación entre ambos se desquebrajó tanto que llegaron a los gritos y a las amenazas. De ahí  la versión que ha crecido entre los coatepecanos sobre una posible colusión de Pérez Moreno con el secuestro y asesinato de su funcionario. Es más, se habla que la posible participación de policías municipales en el asunto.
 
Desde el viernes pasado, día del plagio, el alcalde se desapareció de Coatepec. La tarde del lunes corrió la especie de que  había sido o iba a ser detenido por elementos de la Secretaría de Marina. Todos en Coatepec lo daban por hecho y algunos hasta encendieron veladoras a San Jerónimo, el patrono del pueblo, dando gracias a los marinos. No fue así al parecer y a Pérez lo obligó palacio de gobierno a reaparecer en público ayer miércoles –claro,  contra su voluntad- para negar esa versión y desligarse de la delincuencia. A la par el procurador Luis Ángel Bravo le ofreció no ser ni siquiera mencionado en las investigaciones por dicho homicidio. Vaya, y eso que se comprometió a resolverlo. Pero bueno, a Bravo Contreras no hay que creerle mucho, recuerden prometió resolver en quince minutos el asesinato de la periodista Regina Martínez y van seis meses sin hacer nada. 

Sin embargo, entre el mismo personal  de la procuraduría se cuenta  de que ya preparan los “chivos expiatorios” en el caso del tesorero coatepecano para calmar las exigencias de justicia de familiares y lugareños. Por cierto, también empleados de la fiscalía aseguran que es apócrifo el supuesto agresor de la reportera Hylcia Trujano, cuya captura  fue anunciada el gobernante en turno como si fuera la noticia del siglo. El detenido no es real sino alguien que utilizarán para simular que hubo justicia como lo hicieron en el caso de Regina Martínez. Ahí lo peligroso de la mentira de Bravo y Duarte es que el verdadero  atacante regrese a cobrar venganza o a consumar el atentado contra la comunicadora y su familia. ¿Será posible tanto desaseo?. 

FUENTE: NOTIVER

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