9 de septiembre de 2014

LOS PECADOS DE FIDEL HERRERA; BUSCA EN EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN LA TRANQUILIDAD

Egolatría es uno de los pecados capitales que motivaron al exgobernador Fidel Herrera Beltrán acudir con un sacerdote con el fin de espiar sus culpas y con la absolución alcanzar la tranquilidad de su espíritu. La sobreestima excesiva que siempre ha padecido el político veracruzano lo motivó para que desde su primer año de gobierno inundara de espectaculares todo el estado.

Una obsesión para que lo reconocieran. El quería ser el novio en las bodas y el infante en los bautizos. Se abstuvo de acudir a los sepelios.

Una patología enfermiza donde quería ser el protagonista del diario acontecer.
La iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto de los pecados de sus peni¬tentes que le han confesado, si reve¬lará el mínimo de lo que le dijeron tendría penas muy severas hasta de la excomunión automática.

El Código sobre Derecho Canóni¬co en su fracción 983 dice: El sigilo sacramental es inviolable, por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier modo y por ningún motivo. El secreto de confesión no admite excepción. Todo lo manifestado por el feligrés queda sellado.

Basado en este religioso argumento confidencial y el silencio hermético de quien lo escuchara, el exgobernador Fidel Herrera quien sentía grandes remordimientos por lo realizado durante su administración acudió ante el cura de Carlos A. Carrillo y en una especie de catarsis mental quiso revelar algunos hechos privados de su especial vida política.

Ante el ministro de la iglesia utilizó el cuenqueño este método terapéutico-psicológico como una especie de purgación, el mayor re¬mordimiento era por haber dejado al estado de Veracruz con una costosa e impagable deuda y una herencia maldita de su camarilla que se había perpetuado en el gabinete de Javier Duarte.

Freud utilizaba esta técnica de rememorar experiencias traumáticas reprimidas para descargar esa energía y purificar su mente.

Empezó a platicarle al sacerdote sus años de infancia transcurridos en aquella población cuenqueña y como logró transformar su humilde y modesto quehacer cotidiano en una soberbia y altiva actividad política.

Salió en la plática la cena que le ofreció su suegro en Ciudad Juárez para convencer a Miguel Alemán Ve¬lasco, que él debía de ser su sucesor, tomando en cuenta la gran amistad que le profesara el presidente Alemán Valdés al gobernador Teófilo Borunda. A partir de ese hecho fortalecido por ancestrales raíces familiares de sus parientes políticos aseguraba su candidatura, por obvias razones omitió las graves con¬secuencias de este hecho y guardó silencio sobre el singular estilo que lo transformaría en un funcionario acomodado y opulento. Cumplía a cabalidad el dicho de Hank González sobre un político pobre.

No pudo callar en esa falsa confesión, --ya que así lo consideró el ministro de la Iglesia, por no haberse realizado dentro del protocolo eclesiástico y en un confesionario--, lo cual permitió esta difusión de las palabras e ideas del popular Tío Fide. En esa particular purificación de su conciencia, le dijo al cura su manera de manipular las elecciones y decidir quién ganaba o perdía los comicios, así fueran de su mismo partido político. El manifestar ante un ministro de la iglesia su actuar tramposo se había convertido en un gran peso de su falta de moralidad, de allí la necesidad de esta intelectual catarsis.

Algo que le punzaba en su conciencia era su peculiar estilo de tomarles el pelo a toda clase de personas. Recordó cuando a bordo de una camioneta con el entonces gobernador Miguel Alemán, aparentó que se comunicaba con un secretario de Estado a fin de reclamarle el porqué no se había realizado la petición que le había formulado, cuando de repente sonó el celular que estaba usando, dejando en claro que no había nadie en el otro lado de la línea. La que no se aguantó fue doña Cristiane Magnani y le reclamó que no volviera a engañar a su marido.

Algo imposible para el Tío Fide ya que es una tarea en la que se especializó al grado que existe ya ese verbo en el lenguaje veracruzano de una “fidelina” cuando se dice una mentira con cierto propósito que le da ventajas y beneficios al que la pronuncia.

Facilidad de palabra y una memo¬ria prodigiosa se convirtieron en sus aliados para convencer a cualquiera. Un estilo de persuadir que pocos han logrado.
No todo eran sólo malos pecados, él también realizó acciones buenas como una parcial compensación de lo negativo. Gente veracruzana lo re¬cuerda con admiración y verdadero afecto. Entre sus hechos positivos sabía repartir una pequeña parte de los recursos públicos que manejaba a su antojo. Aseguran que por las mañanas colocaba un buen número de billetes en sus bolsillos.

En uno ponía los de mil pesos, en otro los de quinientos. Los de doscientos y los de cien en diferentes sitios de la parte trasera del pantalón. De acuerdo a las personas que se acercaban a pedir su apoyo, él consideraba ese sexenal reparto en donde debía meter la mano para entregar ese dinero.

Otorgar becas y apoyar a estudiantes fue una de sus tareas nobles. Pero lo compensaba con el lado negativo y corrupto al convertir a sus contratistas consentidos y funcionarios de su gabinete en los nuevos millonarios del país. Lo del estupendo negocio familiar con la empresa Finamed quedó en el silencio.

Lo que buscaba Fidel era la absolución de sus travesuras, no le importaba la penitencia que le impusiera de millones de Padres Nuestros y Aves Marías, siempre y cuando no tuviera que devolver alguna suma de dinero. Lo caído… caído.

De los pecadillos de sus infidelidades como todo un caballero sabía guardar el secreto. De los funcionarios que realizaban esa convincente tarea de celestinos modernos conservó en el misterio su identidad. Los mismos que cobraban los diezmos y que hoy en día ocupan las secretarías importantes del gobierno estatal.

La fantasía musical del nuevo himno a Veracruz la hizo obligatoria a todos los miembros de su gobierno, al igual que maestros y alumnos de escuelas oficiales al tener que aprendérselo, lo del jalado y discutible slogan que nadie entendía que una entidad “Late con fuerza” la fisiología del corazón al servicio del estado.

La singular manera de como trabajaba de manera regresiva para inventar obras y realizar inversiones que sólo existían en su mente. Eran pecadillos veniales por los que guardó silencio. El anunciar y justificar obras imaginarias, como contar dos veces un mismo puente por ser en dos sentidos, el festejar que habían entregado miles de tractores y respondía con su agudeza característica que eran detractores los que criticaban sus fantasiosas mentiras.

Es todo un caso la increíble vida pública y privada de don Fidel Herrera, digna de una interesante y voluminosa novela que pudiera convertirse en una entretenida película basada en su inverosímil y extraordinaria biografía. Un escritor de ciencia ficción sería el autor.

La especulación de la maleta voladora de los 25 millones como cuota que exigía, la guardó en el más allá de su memoria.

Hechos extraordinarios como el censurable caso de desaparecer, vender o rentar la única cárcel que había en el puerto de Veracruz, para que la utilizara el actor Mel Gibson, como set para una cinta cinematográfica. Los familiares de los reclusos tenían que hacer un largo y penoso viaje hasta Tuxpan. El gobernador Herrera Beltrán les ofreció transporte, hecho que sólo duró unas semanas.

Rubén Leñero inventó un nuevo estilo de periodismo que lo diera a conocer en un discurso ficticio pronunciado por el periodista Jacobo Zabludovsky donde pedía perdón de su sucio y lamentable quehacer como comunicador estrella de Televisa, toda una reflexiva y pecaminosa conferencia de exculpación ante un imaginario auditorio.

Es esta singular modalidad periodística la que utiliza en esta ocasión el columnista Maquiavelo. La misma trama inmoral que negaba el entonces gobernador Fidel Herrera al negar su irrevocable voz de las desvergonzadas grabaciones durante la campaña de Duarte de Ochoa.

Fidel Herrera Beltrán se puede considerar como una leyenda del funcionario público con todos sus grandes vicios de corrupción, descomposición y decadencia de la eterna clase política mexicana. También tuvo sus virtudes en cuanto al cumplimiento puntual de algunos de sus múltiples compromisos, un débil balance que lo rescata para la posteridad.


Con el epitafio de ser un consuetudinario pecador.

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