14 de septiembre de 2014

¿QUÉ ENSEÑA LA CÁRCEL?

Marijose Gamboa

TEXTO IRREVERENTE


Por Andrés Timoteo
La periodista Marijose Gamboa cumplió ayer dos meses de prisión. Está encerrada en una cárcel de Tuxpan, la tierra donde domina el vocero duartista, Alberto Silva Ramos y sus amigos inconfesables. Está en grave peligro, ya se ha dicho,  pero tiene los ojos de la opinión pública sobre ella. Cualquier cosa que le suceda recaerá sobre sus carceleros que intentan escarmentarla por ejercer un periodismo libre y crítico. Ella está privada injustamente de su libertad pese a que le asiste el derecho de un juicio sin los barrotes pero el gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa no la quiere libre.
 
Además de que le tiene un odio personal también con ella intenta dar un mensaje al resto del gremio periodístico: ejercer honestamente el oficio puede costar caro. No es algo que no se sepa, sobretodo  en el Veracruz ensangrentado de Duarte donde suman ya once comunicadores asesinados, entre ellos la querida Regina Martínez, cuya pluma crítica le costó la vida. Pese a ello, los carceleros de Marijose  no triunfarán porque el tiempo se les acaba. Duarte de Ochoa la podrá retener tras las rejas hasta que quiera o hasta que la justicia federal le ponga un alto pero no será por mucho tiempo.
 
El cordobés ya se va, en menos de tres años será un mal recuerdo pero su juicio ya está hecho, la opinión pública lo tacha de ser un gobernante fallido y represor de la libertad de expresión. Nadie le cree, nadie le confía y todos lo señalan. No falta mucho para que alguien le arroje un zapato en pleno discurso o corte de listón. Pero volviendo al tema de la colega columnista, ¿qué enseña el encarcelamiento de Marijose?. Enseña hasta donde se puede retorcer la ley para castigar a un periodista incomodo. ¿Qué enseña a los veracruzanos?. Que pueden todavía presumir que tienen comunicadores comprometidos con ellos, que los informan sobre la realidad sin distorsionarla a gusto del poderoso.
 
Los lectores pueden jactarse de  que hay informadores, como Marijose, dispuestos a pagar con cárcel su derecho a seguir haciendo periodismo decente. Ella se hubiera ahorrado dos meses de cárcel, de maltrato físico y sicológico, y las amenazas de Silva Ramos y sus amigos de la mafia, aceptando la propuesta que Duarte de Ochoa le hizo llegar para que dejara  de escribir o modificara su línea, para aligerar su pluma y esconder o maquillar la tragedia en que viven los veracruzanos. No lo hizo, decidió mantenerse recta y no traicionar a sus lectores pactando con esa riada de facinerosos. Hoy paga con prisión su decisión de seguir informando a los lectores con la verdad.
 
¿Qué enseña la cárcel a Marijose?. Aunque  es una prueba terrible también es un aprendizaje sobre un mundo del que la mayoría de la población solo se entera a través de verdades a medias y leyendas urbanas. Marijose está ahí y está documentado lo que sucede. Es verdad, hoy su columna está en una pausa pero eso no significa que no esté ejerciendo el periodismo allí mismo donde  observa, recuerda, indaga, pregunta, escucha y suponemos, escribe para mantener datos que después le servirán. Ya ha dado voz a prisioneras con las que compartió en el reclusorio provisional del puerto de Veracruz, conocido como “El Penalito” y seguramente habrá muchas otras historias que atesora para contarlas en su momento.
 
Esto hace recordar un artículo del ensayista Héctor Zagal sobre el encarcelamiento del escritor inglés Oscar Wilde, a quien mandaron a prisión por sus preferencias sexuales aunque ese fue el pretexto porque en realidad  su castigo era por incomodar a la alta sociedad con su pluma aguda, ingeniosa y ácida. “A Wilde le divertía burlarse de la aristocracia y oligarquía en su propia cara; era capaz de restregarles su frivolidad e idiotez sin que los burlados se dieran cuenta.
 
Desde la cárcel, Wilde escribió sobre los abusos del sistema penal de su país”, dice Zagal y recuerda que Wilde aprovechó su estadía en la cárcel para contar historias como la “El caso del vigilante Marín”, en el que denunció la destitución de un carcelero por haber dado galletas a un niño recién condenado. “En las cárceles de la civilizada Inglaterra, los niños pequeños eran tratados con crueldad inaudita y, no lo olvidemos, muchos de esos niños estaban ahí por haber robado para comer”. Entonces, quienes lo enviaron a la cárcel se arrepintieron porque retrató lo que sucedía en ese mundo olvidado.
 
Contar lo que sucede en esos lugares de castigo es precisamente lo que ya hizo Marijose antes de su pausa columnística y lo que  seguirá haciendo cuando la reanude.  La cárcel enseña a sobrevivir y a la vez, a comprender al “otro” que está a tu lado en ese mismo sitio y por supuesto a conocer la ruindad humana de aquellos que se ceban sobre los que se convierten vulnerables en el aislamiento. La cárcel también enseña a valorar a los tuyos que están afuera, los tesoros lejanos como el  hogar, ,los vecinos, los  colegas, el  entorno de libertad. Marijose está  aprendiendo en una escuela dura y eso la convertirá en un mejor ser humano.
 
La prisión también enseña a cultivar el pensamiento y la reflexión. Las largas horas en la celda cuando no puedes ver hacia el exterior forzosamente te lleva a mirar a tu interior. A repasar tu vida y meditar.. El pensar reconstruye y depura el espíritu, dicen los sabios, y si se apoya en la lectura, mucho mejor. Los libros son una ventana al exterior pero también sus líneas sirven para tamizar tu vida. Marijose ha dicho que dedica muchas horas a leer, y claro en una profesión donde los analfabetas brillan por todos lados, leer es una forma de enaltecer el oficio.
 
Hay quienes dicen que Marijose saldrá de la cárcel como una mártir y hasta le advierten al gobernante fallido de que su popularidad  crecerá a tal grado de hacerla imparable políticamente. Tal vez pero dicha reflexión es corta, sirve para los que viven pendientes del  mundillo de intereses minúsculos. Marijose saldrá como una mejor persona, una periodista mucho más sensible a entender a los otros y por lo tanto más comprometida para hablar a favor de sus causas.  Ryszard Kapuscinsky dijo que un buen periodista debe tener empatía sobre quienes escribe, a quienes da voz, y arriesgarse por ellos, de ser posible convivir con ellos y saber lo que sufren. No puede ser un buen periodista el que desprecia o desconoce la gente sobre la cual escribe, afirmaba.
 
Marijose también saldrá de prisión como ejemplo de resistencia para todos los que se dedican a este oficio en un Veracruz donde la tumba o la cárcel puede ser el destino de los que le apuestan a la verdad.  Y entonces vale la pena recordar aquella anécdota del escritor y periodista norteamericano Henry David  Thoreau que estuvo preso por oponerse a la invasión de Estados Unidos en México. A la cárcel lo fue a visitar un colega que, a modo de saludo, le dijo:”Amigo, ¿qué hace usted ahí adentro?, y la respuesta del encarcelado fue: “la pregunta es ¿colega, qué hace usted ahí afuera?. Él daba testimonio físico de sostener sus ideales y su oficio aún a costa de su libertad.


NOTIVER

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