8 de octubre de 2014

ÁNGEL AGUIRRE RIVERO, EL SEÑOR MATANZAS

Ha estado presente en casi todas las grandes tragedias humanas de Guerrero de los últimos años. Fue él quien asumió la gubernatura cuando su amigo Rubén Figueroa Alcocer renunció después de ordenar la matanza de campesinos en Aguas Blancas. Él era (es) jefe del Ejecutivo estatal cuando Acapulco se convirtió en la ciudad más violenta del mundo. Era mandatario cuando la tormenta tropical “Manuel” barrió con pueblos enteros. Era él quien gobernaba (gobierna, hasta hoy) la entidad cuando desalojaron a estudiantes de la Autopista del Sol y asesinaron arteramente a dos. Y él estaba, apenas hace unos días, cuando policías de Iguala se llevaron a decenas de estudiantes que, hasta el día de hoy, siguen oficialmente desaparecidos. Ángel Aguirre Rivero es, pues, un hombre presente en casi todas las grandes matanzas…
Ciudad de México, 7 de octubre (SinEmbargo).– Era la noche del viernes 13 de septiembre de 2013. Ángel Aguirre Rivero había organizado una cena de mucho mundo. Todos sus amigos, o casi todos, estaban allí. Mariachis, un arreglo de flores en la mesa central. Risas, tragos, camaradería. Oficialmente, la reunión era para conmemorar “el bicentenario del Primer Congreso de Anáhuac y los Sentimientos de la Nación”. 

La tormenta tropical “Manuel” golpeaba el estado de Guerrero. Miles de pueblos y comunidades, a esas horas, ya habían quedado incomunicadas. Los cerros se ablandaban y los ríos, furiosos, se desbordaban. Las carreteras estaban, en ese momento, cubiertas de lodo. Y los ciudadanos no sabían el tamaño del meteoro porque ni el gobierno de Aguirre Rivero ni el de Enrique Peña Nieto les habían avisado. Pero la fiesta seguía. Gran parte del gabinete de Aguirre estaba con él; también senadores y diputados federales, la mayoría del Partido de la Revolución Democrática (PRD). 

Estaban los amigos de siempre, los viejos amigos “de partido”: los que habían llegado a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) apenas unos meses antes junto con Rosario Robles Berlanga. Justo cuando la fiesta estaba en su apogeo, 27 ríos se habían desbordado y 32 carreteras estaban destruidas mientras que La Pintada, un pueblo bajo un cerro, había desaparecido casi en su totalidad. El Alcalde de Chilpancingo, Mario Moreno Arcos; estaba contento allí aunque su ciudad, la capital del estado, en esos precisos momentos era arrasada. Compartía con el jefe de la Oficina de la Secretaría de Desarrollo Social, Ramón Sosamontes Herrera Moro, ex perredista vinculado a los videoescándalos. Aguirre departía con el presidente de la Comisión de Gobierno en el Congreso local, Bernardo Ortega Jiménez, quien estaba sentado junto a René Juárez Cisneros, ex Gobernador. 

El secretario General de Gobierno, Jesús Martínez Garnelo; el coordinador general del Ejecutivo, Humberto Salgado Gómez, los diputados locales Héctor Astudillo Flores y Héctor Apreza Patrón brindaban. Y en el centro de la mesa principal estaba Rubén Figueroa Alcocer, el ex Gobernador que ordenó la matanza de Aguas Blancas. “Sabemos que gobernar Guerrero no es una tarea fácil; se necesita sensibilidad, habilidad y generosidad con el pueblo que tanto necesita la mano solidaria de sus gobernantes”, agradeció el Diputado Héctor Astudillo Floresal a su Gobernador a nombre del Congreso del estado. 

Más aplausos, más bebida. Mucha celebración. Para cuando terminó la fiesta y Aguirre despidió “a don Rubén Figueroa”, Guerrero estaba sumido en el caos. Muertos, desaparecidos, miles de millones en daños. Doce días después, superada la cruda de la fiesta pero en lo más álgido de las críticas por la tragedia, Aguirre dijo: “A mí me tienen sin cuidado. Para mí, ese no es tema. Para mí, ese [la fiesta] no es el punto. En el momento en que cualquier organismo o cualquier dependencia pueda investigar sobre mi conducta, me someto al escrutinio público y que igualmente se investigue si se actuó con dolo o con irresponsabilidad en el cumplimento de los protocolos y de los alertamientos que se hicieron a través del comité de Protección Civil”. MI AMIGO DON RUBÉN Hablar de la carrera política del Gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, sin recurrir a su mentor, Rubén Figueroa Alcocer, el autor de la masacre de Aguas Blancas en 1995, es no entender su empoderamiento en la entidad. Todo lo que es Aguirre, se lo debe a la familia Figueroa. 

De eso nadie duda. “Decir en Guerrero que Aguirre Rivero es un gobernante de izquierda, es ofender la inteligencia del pueblo”, dice Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan. Ir más allá y pretender separar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y del crimen organizado es una ofensa más al intelecto y es creer “que el pueblo es ingenuo”, sigue Barrera Hernández. Ángel Aguirre Rivero tiene bien echadas sus raíces en el PRI de la vieja guardia. En ese PRI de los años 80 y 90. Su escuela es la represión. 

Entre 1981 y 1987, Aguirre fue secretario particular y Secretario de Gobierno del ex Gobernador Alejandro Cervantes Delgado. Con José Francisco Ruiz Massieu, fungió como Secretario de Desarrollo Económico y después como Coordinador del Programa Nacional de Solidaridad en la Costa Chica. Pese a que cuando él fungió como político priista, el PRD denunció múltiples asesinatos y desaparición de sus militantes, “Los Chuchos” –tribu en la fuerza política– no tuvieron empacho en lanzarlo como candidato a Gobernador  por el Sol Azteca. 

“Lo que pasó con el PRD es una cuestión de oportunismo, de coyunturas electorales, decir que hay un proyecto político de izquierda es una vacilada. No hay proyecto, no hay claridad ideológica, es montarse a la silla y gobernar para seguir fortaleciendo grupos de poder, cacicazgos, intereses, aliarse con poderes fácticos que están dañando la vida de la población. 

Decir que estamos hablando de un gobierno perredista, es pensar que la gente es ingenua, que no está viendo la realidad, que estamos ante gobiernos que se han coludido con grupos de la delincuencia y que hoy estamos viendo las consecuencias”, dice Abel Barrera. En la sangre de Ángel Aguirre no corre una sola célula de izquierda. De hecho, el Gobernador de Guerrero fue y es priista de “hueso colorado”. Cuando su amigo Rubén Figueroa fue destituido por masacrar a los campesinos de Aguas Blancas, el PRI vio en Aguirre al sustituto. 

Ese fue su primer periodo como mandatario entre 1996-1999. Por eso, cuando la población más pobre de la entidad se ahogaba y se quedaba sin casa en 2013 durante el paso del huracán Ingrid y la tormenta Manuel, Ángel Aguirre Rivero, investido como un Gobernador de izquierda, ofrecía una cena de gala, acompañado de Rubén Figueroa. “Aguirre siempre ha sido priista y ha mantenido grandes vínculos con Rubén Figueroa. Figueroa en Guerrero quedó muy quemado por lo de Aguas Blancas, pero sigue gobernando a través de Aguirre. ‘Los Chuchos’ defienden mucho a Aguirre y por eso optaron por sacrificar al Alcalde de Iguala, a pesar de que ese Alcalde dio mucho dinero a la campaña de Aguirre, y está coludido con el narco”, explica Telésforo Nava Vázquez, investigador y experto en la izquierda mexicana de la Universidad Autónoma Mexicana (UAM). 

Como su amigo Figueroa, en la sangre de Aguirre también corre el gusto por la represión. El 2 de diciembre de 2011 desalojó la Autopista del Sol con violencia y cobró la vida de dos estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, la misma institución que ahora llora por sus 43 desaparecidos normalistas y que ruega que no sean de ellos los cuerpos que se están desenterrando de fosas clandestinas. 

Durante su gobierno, Ángel Aguirre ha dado golpes certeros a las policías comunitarias que luchan por sobrevivir a las balas del narcotráfico, y también del Estado. Mario Campos, párroco de Tlapa de Comonfort, quien en 1995 creó la Policía Comunitaria, hoy  Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) de Guerrero, dice que en Guerrero urge rescatar a las instituciones. “Se tiene que hacer una depuración: no pueden estar al frente de las instituciones personas que carecen de sensibilidad y valores, que no atienden las demandas sociales, sino que reprimen. 

Quienes no tienen el don de hacer de la política no sólo el ejercicio del poder, sino de servicio”, comenta. Campos afirma que en Guerrero existe una hostilidad hacia los proyectos del pueblo, que el gobierno no ha entendido.

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