7 de octubre de 2014

LA CALLE Y EL GRITO

foto extraída de sin embargo.

TEXTO IRREVERENTE

Por Andrés Timoteo
 
Una idea corre de boca a oreja en todo el estado y tiene que ver con los próximos Juegos Centroamericanos y del Caribe que se realizarán en la entidad a partir del mes de noviembre. La piensan y le están dando forma muchos sectores de la población que hoy padecen la indiferencia, el maltrato, la represión y la negligencia del gobierno de Javier Duarte de Ochoa: los empresarios, los jubilados, los estudiantes, las familias de desaparecidos, los maestros, los obreros, los campesinos, los transportistas, los defensores de migrantes, los músicos, los ganaderos, los cafetaleros y hasta mismos deportistas.
 
Se trata de aprovechar que habrá cientos de medios informativos cubriendo las justas deportivas y que Veracruz serpa una enorme tribuna de resonancia que todos los agraviados del duartismo deben aprovechar. ¿Cómo?. Apoderándose de calles, carreteras, plazas públicas, accesos a terminales de autobuses y aeropuertos, casetas de peaje, así como entradas y salidas de las ciudades que serán sedes de las diferentes competencias. Así harán que le país entero y el mundo los escuchen. Es una oportunidad de oro.
 
Durante los cuatro años de gobierno de  Duarte de Ochoa todo ellos han sido ignorados –en el menor de los casos- cuando se dirigen al mandatario o a sus subalternos pidiendo solución a problemas, cumplimiento de compromisos o simplemente la observación de la ley. Y se dice que en el menor de los casos porque en muchas ocasiones la respuesta a sus demandas ha sido palizas de policías, detenciones arbitrarías, desalojos a punta de macan, procesos judiciales, desapariciones forzadas, ataques mediáticos, difamación y amenazas para ellos y sus familiares.
 
Ahora es cuando regresarles esos maltratos, dicen los impulsores de una movilización a gran escala para el mes de noviembre. El enorme  escaparate de los Juegos Centroamericanos y del Caribe servirá para patentizar ante el gobierno federal y ante la opinión pública internacional el rechazo al mal gobierno de Duarte de Ochoa y, por supuesto, lo podrá a prueba. ¿Qué hará para evitar que campesinos, empresarios, estudiantes, pensionados o familiares de desaparecidos se planten frente a una delegación extranjera?, ¿enviará la fuerza pública para reprimirlos?. Puede hacerlo pero será un acto suicida porque se exhibirá su intolerancia ante todo el mundo.
 
La entidad es un polvorín por el hartazgo ante una autoridad fallida y entonces, los ciudadanos tienen que buscar rutas alternas para hacerse escuchar.  Ya los concesionarios de taxis, algunos atletas que llevan casi cinco meses esperando el pago de becas y familiares de personas desaparecidas han externado su voluntad de sumarse a la manifestación durante las justas deportivas. Ellos saben que no tendrán otra oportunidad igual para obtener una respuesta a sus peticiones, para hacer que se destraben las obras públicas comprometidas, los pagos pendientes o se desempolven  las investigaciones detenidas. Es el momento de cobrarle una de cal por tantas de arena a la administración de Duarte de Ochoa y de concretarse la idea, lo acorralarán.
 
 “No es indio el que no se venga – de vengarse, claro-”, reza el dicho popular  y ahí está la ocasión para todos los agraviados de este régimen estatal. Es hora de cobrar facturas tanto las económicas como las sociales y de justicia. Ante los ojos del mundo se puede desenmascarar el discurso del “aquí no pasa nada”, la movilización  masiva puede desmontar piedra a piedra ese castillo de humo rosa llamado “Duartilandia”.  Así, todo el que se sienta agraviado por los duartistas, la calle y el grito son la ruta.
 
LA HECATOMBE
 
No solo el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero y sus funcionarios deben ser destituidos por la desaparición –y presunta masacre- de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa sino también el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong que fracasó como responsable de la seguridad interna del país. En sus narices, policías involucrados con el narcotráfico secuestraron a los normalistas y los entregaron a los sicarios para ser asesinados. Que se vayan.
 
El crimen no puede quedar impune. No alcanza tampoco las palabras huecas del copetón Enrique Peña Nieto que ayer se dijo indignado por la masacre pero que tardó diez días en tocar el tema y  no hizo nada para buscarlos y rescatarlos con vida. Alega responsabilidades estatales pero es su responsabilidad actuar cuando un gobierno local está rebasado o el cómplice de los agresores del pueblo. El caso de los estudiantes normalistas horroriza a todos  y no debe quedar impune, aunque son pocas las esperanzas de que haya justicia pues México es el país de la impunidad.
 
Vaya, hace algunos meses muchos en México se horrorizaban  de que en Nigeria el grupo terrorista Boko Haram había secuestrado  a 200 niñas, aunque no las mataron como a los jóvenes de Guerrero. Aún así, la reacción fue mundial y desde el exterior vino el apoyo para rescatarlas. ¿Por qué no se hizo lo mismo con los normalistas de Ayotzinapa?. ¡Que vengan los Cascos Azules pues el gobierno mexicano está fallido y aún peor, sus policías son cómplices de quienes matan a los jóvenes!. El crimen organizado coludido con las autoridades siempre da el mismo resultado: la barbarie.
 
Sin embargo, el caso de los 43 estudiantes de Guerrero no es la única masacre reciente en el país. No hay que olvidar los 17 jóvenes que fueron sacados del bar Heaven en la zona rosa del Distrito Federal que también fueron masacrados por el crimen organizado. También están los  35 cuerpos –en su mayoría pertenecientes a jóvenes, hombres y mujeres, algunos adolescentes- que en el 2011 que las células criminales  dejaron abandonados en el boulevard de Boca del Río con huellas de tortura extrema  o los 72 cadáveres de migrantes, todos jóvenes también, localizados en una fosa clandestina en San Fernando, Tamaulipas. En Veracruz hay  once jóvenes que siguen desaparecidos desde agosto del 2013 cuando fueron detenidos por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz a cargo de Arturo Bermúdez en Atoyac. ¿Dónde están?. Ni siquiera los buscan.
 
Ese es tan solo un pequeño recuento de los s casos más sonados por el número de víctimas en un solo sitio y momento pero la tragedia es cotidiana. A diario en el país -y en Veracruz- desaparecen jovencitos. A muchos se les localiza sin vida y a otros no se les vuelve a ver nunca. En la entidad, tan solo en los últimos quince días -si se hace un recuento de los reportes de prensa-  veinte personas fueron asesinadas y de ellas al menos 15 eran jóvenes de entre 15 y 30 años. Es decir, un joven veracruzano es asesinado diariamente en promedio, sin sumar los desaparecidos. Es la hecatombe silenciosa.

FUENTE: NOTIVER

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