14 de julio de 2015

LA NIÑA DE LOS 400


por guillermo manzano | foto: césar sánchez
La cámara la captó sola. Ahí está. Con el torso desnudo, sombrero de palma y pantalón de mezclilla azul. Rostro de niña. Su cuerpo no muestra señales de maternidad aunque ‘sus líderes’ digan que ya es madre y por eso es responsable de estar en ‘las protestas’. Es la niña de los 400 pueblos. Una menor que no está en la escuela sino desnudándose en las calles xalapeñas por capricho de un líder vetusto y un diputado indeseable que provino de sus testículos.

Su mirada al horizonte. Ve sin mirar. Sabe que es observada por cientos de ojos que pasan por la calle. Ella baila al ritmo de la música estruendosa que sus ‘compañeros’ varones eligen para ellas.

Una más de la llamada ‘asamblea de mujeres de los 400 pueblos’. Un membrete que sirve a un infeliz para hacerse de dinero en forma indebida.

La niña de los 400 también es filmada, videograbada y su imagen circula en las redes sociales. La usan para criticar a un gobierno que dice promover el turismo. Así las cosas.

Su mirada es triste. Su cuerpo se mueve con desgano, con pena. Es diferente a sus compañeras. Más joven, más delgada, más bonita.

Sabe que del vodevil que presentaron durante dos semanas en la capital veracruzana, ella fue una de las más vistas. Por morbo. Porque resalta del montón de lonjas decrepitas que están alrededor suyo.

Porque es una niña, una menor de edad que dicen que ya es madre y por eso tiene que ‘estar en la lucha’. Porque la mirada de los hombres la ofenden tanto como los caprichos de la familia Del Ángel.
¿Qué pensamientos tendrá en su mente mientras baila para un público callejero? ¿Escuchará lo que le gritan desde los autos que pasan? ¿Se dará cuenta que la filman con teléfonos inteligentes? ¿Sabrá el número de las cientos o quizá miles de personas que ven su cuerpo desnudo? ¿Pensará en el futuro o sólo en el pasado que la ata a una lucha que quizá ni exista?

Ella sin nombre. Ella sin ropa. Ella baila con sus compañeras. Se desnuda completamente. Su cuerpo se ofrece a la vista del que quiera ver. Como ícono de la cultura popular su fotografía se distribuye. Sus videos se pasan de un teléfono a otro. De los usuarios de las redes sociales. Su imagen va y viene. ¿Alguien sabe como se llama?
Darle un nombre nos permitiría humanizarla, preguntarle qué siente cuando desnuda su cuerpo en las calles. Si es verdad que es madre y campesina, ¿ dónde está su hijo o hija? Saber si su pareja también es del ‘movimiento’ y por lo tanto también se desnuda. Si ambos están ‘en la protesta’, ¿quién trabaja la tierra y quién cuida al hijo o hija?

Pero no sabemos su nombre. Sólo conocemos su rostro, su torso, su cuerpo que se mueve automáticamente mientras se escuchan los gritos de los varones que las rodean ‘para cuidarlas’.

Veo la foto y recuerdo los días pasados en que los ‘400 pueblos’ hicieron de la ciudad un burdel. Veo la foto y la indignación que provoca es tanta o más que la que generan ‘las autoridades’ pusilánimes y complacientes con los lenones que se dicen ‘líderes sociales’.

La Niña de los 400 nos recuerda la podredumbre social en la que nos movemos. Corromper a las personas de la forma en que los hacen ‘los líderes del movimiento’ es una de las más bajas. El proceder de estos individuos al obligar a las mujeres a desnudarse no tiene perdón. ¿Acaso Usted permitiría a su hija o nieta que se encueren por las calles de Xalapa?

Pero lo inadmisible son las respuestas de las autoridades estatales y municipales. Las primeras, en voz del Secretario de Turismo, quien dijo que las mujeres desnudas no afectan la imagen de Xalapa y las segundas, porque ‘no encontraron reglamento, bando o ley que violentarán las mujeres y hombres desnudos en la vía pública. ¿Acaso ellos van a desnudar a sus esposas, hijas o madres? Si es así, ¡qué lo hagan!

Y también que lo hagan todos y todas que quieran mostrar sus miserias o atributos, en esta ciudad nadie puede ser detenido por caminar o bailar encuerado en la calle. No hay delito que perseguir. Nadie viola la ley por hacerlo.

Pero lo que no debemos hacer es obligar a una persona a que lo haga. Podemos dejar de hacer lo que nos gusta, pero no estamos obligados a realizar lo que no queremos. La imagen de la Niña de los 400 nos dice mucho de esto.

La dignidad de una persona debe ser siempre respetada. Y quienes se mofan de estas mujeres, quienes hacen mutis y quienes la juzgan deberían –deberíamos- hacer una reflexión sobre nuestra ética y moral. ¿Quién soy yo para señalarlas?

Los 400 pueblos van a regresar a Xalapa. No hay dinero que dure mucho y menos para quienes se acostumbran a vivir bien sin trabajar. Volveremos a ver los cuerpos desnudos de hombres y mujeres. Volveremos a ser voyeristas involuntarios (o voluntarios, de todo hay en esta culta ciudad), volveremos a ver la complicidad de los gobiernos y volveremos a ser rehenes de una familia sin escrúpulos que no tiene llenadera en sus ambiciones políticas y económicas. Estemos seguros de eso.

Pero si vuelve a ver a la Niña de los 400, pregúntele su nombre. Conozcamos un poco más de ella y de sus compañeras. Tratemos de saber el porqué hacen lo que hacen. ¿Por dinero? No demos respuestas antes de elaborar las preguntas.

Si vuelve ella, ellas y ellos, no olvidemos que sólo es una niña. Si es madre o no, si lo hace por dinero, si le gusta, si es feliz, dejemos que ella nos cuente. Dejemos que esta niña nos diga cuándo y en qué momento decidió desvestirse a la orden de un hombre vetusto y decrépito.

Detrás de la fotografía hay un ser humano y una historia que pronto habremos de contar. No olvidemos: sólo es una niña, aunque sea de los 400 pueblos…

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