25 de junio de 2016

YO, CHAIRA

Por Alma Delia Murillo 
Por toda respuesta me entregué al asombro del incauto. Foto: Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com
Encontrábame tonteando en mi cuenta de Twitter —¿qué más se puede hacer en ese congal?— cómodamente combativa y cuestionando desde el trino digital lo ocurrido recientemente en el estado de Oaxaca, cuando un paisano tuitero que pasaba por ahí, apresuróse a adjetivar mi sesuda pendejada en ciento cuarenta caracteres como “chairismo puro”.

Yo, ni tarda ni perezosa y muy dispuesta a la procrastinación (para qué negarlo) solicité a mi interlocutor que me sacara de la espesa ignorancia en la que vivo y explicara con profundidad el concepto Chairismo.
El compañero se negó en redondo pero como yo realmente quería saber de qué iba la cosa, me empeñé en encontrar el fondo del concepto y, luego de iluminadoras lecturas en la red, hube de hacer mi propia definición.

Chairismo (masculino, de uso extendido en México)

Dícese del sesgo político tendiente a la izquierda, fuertemente inclinado a creer en teorías de conspiración, claramente orientado a la rebeldía y la queja, escandalosamente partidario de todas las formas alternativas del amor tales como el homosexualismo, pansexualismo y hasta el matrimonio igualitario; tendencialmente ateo y criminalmente a favor de la legalización del aborto y el consumo de drogas. Llegado a niveles radicales, será defensor irracional de la divina trinidad conformada por Karl Marx, Carmen Aristegui y Andrés Manuel López Obrador. Conmovido simpatizante del ex presidente de Uruguay, José Mújica. Marchista consistente u ocasional. Malhablado. Estudiante regular, irregular o retirado de las carreras de Sociología, Derecho, Economía, Artes (todas las malditas artes), Filosofía, Periodismo y Comunicación. Poco elegante.
Me quedé sin aliento. Por toda respuesta me entregué al asombro del incauto que se reconoce palmo a palmo en la descripción de su signo zodiacal, pues salvo un par de detalles como el de la adoración a la señora Aristegui a quien respeto pero no me persignaré frente a su imagen y la defensa irracional de López Obrador a quien le encuentro más motivos para criticar que para defender; en lo demás me identifico.  

Si entendí bien, el Chairismo es una suerte de reminiscencias del Socialismo, Progresismo, Liberalismo, ingenuidad y neurosis amalgamados en algo así como la cocina fusión pero no tan chic porque los chairos no tenemos buen gusto ni somos trendsetter, somos más bien rasposos.
Una vez recuperada del asombro, me puse a pensar en los movimientos chairos de la historia y no sé, terminé sintiendo un estúpido orgullo de alcance universal. Porque muchos cambios los debemos agradecer a esta actividad revoltosa que se origina en la inconformidad y el impulso de pelear para conseguir que se transforme el statu quogeneralmente favorecedor de unos pocos.
Por ejemplo, seguro que los indios, a pesar de todo, están de lo más agradecidos con Gandhi, el chairo pacífico que apostó su vida para convertir a la India en una república independiente.
Agradecemos también a las chairas que pelearon para que las mujeres pudiéramos ejercer el voto y a los chairos proletarios que nos dieron derechos laborales, seguro médico, reparto de utilidades, vacaciones pagadas y tantos otros beneficios del Godinismo (concepto importantísimo pero que no es objeto de este agudo análisis y al que dedicaremos un ensayo posterior).
Es más, queridos lectores, es probable que le deban a algún chairo que en su colonia aún queden parques, árboles, alumbrado público y que el agua potable llegue regularmente a su casa.
Pero no todo es orgullo y felicidad, desde luego, si los feroces detractores del Chairismo acusan, principalmente, de incongruencia a sus miembros, es en parte porque tienen razón y en parte porque para atacar a quien piensa diferente cualquier pretexto es bueno, que para algo somos seres humanos.
Que Karl Marx no mantenía a su esposa ni a sus hijos porque se la pasaba haraganeando y escribiendo el Manifiesto del Partido Comunista con su compadre Engels; pues sí, muy mal, pero oiga usted, Marx no pregonaba sobre la buena paternidad ni sobre cómo ser un excelente proveedor y esposo, ¿dónde está la incongruencia? ¿Mal padre? seguro que lo fue pero ¿mal chairo? no veo por qué.
Que el PRD es un partido basura, conformado por ególatras, rastreros, supuestamente militantes de la izquierda pero que babean ante cualquier fajo de billetes … no, pos sí, ni cómo defenderlos. Malos chairos, mal partido, pésimos funcionarios públicos.
Que yo, aunque leí El Capital, me gasto el ídem en frivolidades … no, pos también, ni cómo defenderme. Mala chaira, mala persona y peor estratega financiera.
Que el chairo Miguel Hidalgo y Costilla, era agitador pero también religioso … eso sí está raro pero se le agradecen los esfuerzos independentistas.
Lo que digo, chairos o no chairos, es que la historia de este mundo sería infinitamente más jodida (tal vez no tendríamos ni los derechos humanos elementales) si no fuera por el gremio de inconformes que, generación tras generación y momento histórico tras momento histórico, ha señalado, peleado y apostado su vida para recordarles a los poderosos que no pueden hacer lo que les venga en gana olvidando que hay un tejido social al que perjudican brutalmente cuando toman decisiones elitistas o totalitarias.
¿O habría que dejarse pastorear, tranquilamente, por caudillos, jefes máximos, dictadores, partidos políticos corruptos, gobernadores ladrones y empresarios con fiebre de grandeza?
Y a propósito de fiebres, vuelvo a las teorías de conspiración, ¿ya notaron que las palabras Brexit y Oaxaca comparten, sospechosamente, la letra x? ¿y si son distractoras una de la otra para alterar los algoritmos de tendencias digitales?
Me río a carcajada batiente, camaradas, si este texto sirvió al menos para eso, ya gané aunque no haya hecho la más mínima aportación a los brillantes analistas del Chairismo. Y me despido con un clásico chairo: libertad, igualdad, fraternidad.

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