27 de julio de 2018

EL ESPONTANEISMO DE LAS MASAS



Juan García Barañado

En nuestro primer artículo acerca de los levantamientos populares de Túnez, veíamos con preocupación que el proceso abierto, no estaba yendo precisamente en dirección a conseguir la liberación del pueblo tunecino, debido a que, tan pronto como las fuerzas rebeldes comenzaron a ganar posiciones, la derecha tunecina, tuvo la capacidad para movilizar a la clase media y llevarla detrás de sus propios objetivos, al extremo de haber a la caía de Ben Ali,  constituido un gobierno provisional formado paradójicamente, casi en su totalidad por gente de la derecha, incluidos ex altos funcionarios del gobierno de  Ben Alí, entre los cuales, el ex ministro Beji Caid Essendi, designado como Primer Ministro luego de la caída de otro notorio benalista Ghannouchi.  Lo propio ocurrió en Egipto, en donde la estructura conservadora de las fuerzas armadas, constituidas en Consejo Supremo, tomaron las riendas del Poder ante la caía de Moubarak y organizaron el Estado  conforme a las necesidades y los requerimientos de las “nuevas clases dominantes” constituidas por la tecnocracia egipcia vinculada con el neoliberalismo, de tal manera que, en cumplimiento de su rol bonapartista, como Poder fáctico detrás de bambalinas, asumen la administración del Estado en crisis, hasta que las nuevas condiciones restablezcan las condiciones de dominación de la burguesía proimperialista egipcia. A las puertas de la caía de Gadafi, las fuerzas rebeldes que se han apoderado de varias ciudades importantes y sobre las áreas “liberadas”, la derecha egipcia ha organizado el Estado basado en la clase media, la tecnocracia neoliberal y proimperialista y los restos de la estructura gadafiana como uno de los ex ministros de ese régimen, Moustafa Abdel Jalin, Abdul Fattah Younes, ex ministro del Interior de Gadafi, así como Jalifa Hifter, designado como Jefe Militar del Ejército Libre de Libia. Las juventudes movilizadas por la incipiente izquierda, como protagonistas principales del alzamiento van quedado fuera de la nueva estructura del Poder respaldada mayoritariamente por la derecha neoliberal y proimperialista que ha pavimentado el camino para la invasión de la OTAN a Libia, precisamente, como consecuencia de la falta de una oposición democrática orgánica. Esta alianza de derechas, está en espera que la OTAN termine con las tareas encomendadas por el Imperialismo, para asaltar el Poder en nombre del pueblo, en defensa de sus intereses de clase, con lo que el rol de la juventud y esa izquierda marginal de la que hemos hablado, quedarían irremediablemente marginados.

El problema de los levantamiento, no se detuvo en Tunez, ni en Egipto, ni Libia: le siguieron Yemen, Baherin y Marruecos. A partir de las revueltas de África del norte, paradójicamente, España a las puertas de la vieja Europa, parece sufrir los mismos síntomas que llevan a las masas populares de los Estados tercermundistas de algunas de las que fueron sus colonias, en este mundo capitalista globalizado, también se pronuncia en una especie de eco de los escenarios y los argumentos de los norafricanos:  falta de trabajo para los jóvenes, pésimas condiciones salariales, inseguridad alimentaria, deficiente seguridad social, discriminación, cansancio de la falsa democracia de las élites por las que las masas encumbran sobre sus hombros a la nueva fracción de la clase dominan para que administren el Estado clasista, y cansancio de las élites, objetivos gracias a los cuales, “espontáneamente” inmensas masas de jóvenes a los cuales se suman otras generaciones, ganan los espacios públicos de Madrid para manifestar su descontento colectivo. Los grandes ausentes, son los partidos tradicionales de la izquierda y a los grandes sindicatos. Pero la ola de las indignaciones, no se detiene: como un gigantesco tsunami, arrasa todo cuanto se pone a su paso. Las juventudes de Italia, han comenzado a manifestar descontento y a pesar de la prensa oficial no refleja (aun) estos acontecimientos, es posible que todo se les pueda ir de las manos.

Lenin en su folleto “Que hacer”, hizo una severa reflexión con referencia al espontaneismo como corriente política que creía que se puede hacer la revolución social, sin necesidad de una vanguardia política y solo gracias a las acciones espontáneas de las masas. En nuestro Artículo “SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO DE LIBIA”, en base a las informaciones fraccionadas que nos traía el Internet, afirmábamos que: “Estad revolución sin líderes, puede llevar a los pueblos del Magreb, además de Egipto, a despertar a la dolorosa realidad transformada en una gran frustración”. Nuestro análisis fue acertado y se confirma con lo que actualmente ocurre en Túnez y Egipto, seguido de Libia que aun se debate en la incertidumbre de un régimen que se ha aferrado al Poder para salvaguardar sus privilegios de  casta y un proceso revolucionario que se ha carcomido como consecuencia de las veleidades gadafianas.: ¿no han demostrado las fuerzas armadas su naturaleza bonapartista y sobre todo su naturaleza de guardiana de los intereses de la clase dominante?  Las masas, cansadas de la dominación discriminadora de las castas tribales dominantes, la falta de trabajo sobre todo para los jóvenes mayores de 18 años, el problema de la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios,  salieron a las calles movidos por todos esos elementos que han constituido la frustración colectiva y la pérdida de fe en el “statu quo”. Ninguno de estos tres países, es decir, Túnez, Egipto ni Libia, tiene un verdadero partido revolucionario que pudiera haber acaudillado el movimiento conforme a un programa, ni el Partido Comunista que para sobrevivir, tiene que convivir con el fundamentalismo musulmán, cuya cuyas doctrina,  está asentada en gran manera, en una estructura de privilegios tribales y de castas. Las estructuras de lo que se puede llamar izquierda, han estado fuertemente penetradas por la mentalidad caudillista de las castas tribales y no pudieron resolver el problema de su unidad ideológica frente a las masas, ni siquiera al frente de la insipiente clase obrera. La izquierda norafricana, a pesar que de que haber sido la generadora de la agitación, no tuvo la capacidad de constituirse en la guía ideológica de las masas, ni de interpretar correctamente sus motivaciones. Todo degenera en un movimiento espontáneo sin dirección ni programa.

África del Norte es una estructura social compleja y como Estados, los países de la región del Magreb, han reflejado esa complejidad. En realidad está compuesta por Estados compuestos por multitud de “mini Estados” representados por tribus y clanes familiares, cuyo acción hegemónica, de una u otra forma, distorsionan las relaciones de dominación de clases en la etapa imperialista del capitalismo y mantiene sus contradicciones, en una especie de limbo antidialéctico, dominado por el variadas corrientes religiosas fundamentalistas, desde las más reaccionarias, como la Hermandad Musulmana, hasta fracciones democráticas. Esta sociedad patriarcal, de clanes y tribus como pequeños Estados, que basan su Poder político en la calidad de su poder económico administrado incluso al margen del Estado, forman el complejo feudal-burgués por delegación, de acuerdo con el peso específico de esos “Estados” paralelos. En esta sociedad peculiar, si bien las clases sociales están claramente diferenciadas, esta especificidad tiene más un fundamento  religioso-racial que la justifica y que justifica también el poder económico y el modo de vida parasitario de  los jeques, distantes de la cuestión hegemónica del Poder como una globalidad detentada por una fracción dominante de la clase dominante, a la que se encentra sometida la sociedad en su conjunto. La clase trabajadora propiamente tal, es víctima de una cultura de dominación y d sometimiento. Por eso, en estas clases dominadas, discriminadas y estamentizadas,  la conciencia de clase, apenas se constituye como un reflejo tardío.

La lucha de clases no tiene la fuerza ni las connotaciones que tiene en los Estados occidentales, sin que eso quiera decir que no haya lucha de clases, sino que más bien esta lucha, deformada por su cultura fundamentalista, no encuentra una forma moderna de expresión revolucionaria de clases en los sindicatos o en los partidos. La lucha de clases es una categoría específica que está presente en todo el desarrollo de la historia de la sociedad  dividida en clases, desde el descubrimiento de la propiedad privada y tiene que producirse en todas las sociedades, bajo una forma u otra. En ciertas etapas de la historia, la lucha de clase, como en las sociedades esclavistas o en la feudalidad se manifiesta en forma distorsionada y difusa, consecuencia un reflejo difuso de conciencia. La conciencia de clase solo se puede manifestar en plenitud, como consecuencia de la acción del partido revolucionario a la luz del materialismo dialéctico.   Un hecho      que es constante en la historia de la lucha de clases, es que, en todas las sociedades, la clase dominante  ha buscado la defensa de su calidad de clase dominante y la preservación de las condiciones que generan su condición dominante, por medio de la violencia desde el Estado. De esta manera la violencia es una de sus formas de expresión de la dominación de clase y por ende, de la lucha de clases.

Volviendo a nuestro análisis del espontaneismo, veremos que Lenin en su “Qué hacer” dice que el espontaneismo es una manifestación de la debilidad y la falta de conciencia de los dirigentes revolucionarios. El espontaneismo sostiene que son suficientes las condiciones objetivas para comenzar a producir acciones políticas. Los hechos en la historia revolucionaria de los pueblos, nos han demostrado que la espontaneidad se produce, cuando las masas no se han elevado al nivel del programa del partido revolucionario o cuando la dirección revolucionaria no tiene la capacidad de propalar correctamente la ideología revolucionaria para sacar a las masas de la lucha inmediatista economista por reivindicaciones materiales, para conducirla, de acuerdo a la temperatura de los acontecimientos, a la lucha por objetivos políticos. Solo así podrá ganarse a las masas y se constituirán en su portavoz.

El espontaneismo, es una muestra de la falta de una dirección política consciente. El espontaneismo como práctica empírica, recula cuando sus objetivos inmediatos se hallan satisfechos o cuando la represión del Estado puede asestar un golpe contra las direcciones difusas de esos movimientos y no puede prever las condiciones para transformarlo en un movimiento político. Es cierto que algunas veces los movimientos espontáneos de masas pueden producir incluso la caída de un gobierno; pero lo que no pueden hacer, es transformar el movimiento espontáneo en una insurrección, porque no tienen vocación de Poder y porque por su naturaleza, terminan por llevar agua al molino de la derecha que está al acecho y que es quien se beneficia, haciendo algunas concesiones por la vía de la “apertura democrática”. Eso ocurrió en los movimientos de octubre del 2003 en el Alto. Por eso se agotan pronto  y después de un período de agitación, se extingue tan rápidamente como han surgido. Dos errores se han de deducir de estas experiencias: la primera, la falta de una dirección consciente,  la segunda, la falta de un plan y ambos dos, como consecuencia de la falta de asimilación práctica de la teoría revolucionaria. La falta de estos dos elementos, deben terminar como terminan los movimientos espontáneos: en una total derrota.  No puede haber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria.

Los conflictos de febrero y de octubre del 2003, nos dieron una muestra fresca de lo que es el espontaneismo en las masas. Durante los alzamientos populares, no hubo un partido político con vocación de poder que tuviera la capacidad de convertir el movimiento espontáneo de las masas,  en un proceso insurreccional revolucionario. La falta de un partido revolucionario, permitió a la derecha reconstituirse y neutralizar la crisis.  Pero si bien no hubo un partido “strictu sensu”, los alzamientos no dejaron de contar con cierta forma de vanguardia difusa que actuó como cabeza del movimiento. A contrapelo de la sacralización de los espontanismos  a ultranza, vemos que los conflictos sociales, necesitan, en las condiciones que fuera,  de ciertos elementos desencadenantes sin los cuales no se puede explicar el problema del espontaneismo. Decíamos que El Alto era un conglonerado social complejo, “abigarrado” como diría Marx, conglomerado compuesto de tres elementos explosivos: por una parte los rebalses de la clase media urbana de La Paz aglutinados en la Ciudad Satélite, los contingentes de mineros “relocalizados” portadores de una formación y una experiencia política del cuño del viejo Partido Comunista o el trotskismo y como no, del viejo MNR de la época revolucionaria, y las masas de campesinos empobrecidos que forman para de los nuevos cinturones de pobreza de los centros urbanos más grandes. A pesar del efecto de la relocalización que  no solo buscaba destruir la vanguardia del sindicalismo proletario minero, sino sobre todo, “desproletarizarlos”, estas masas eran portadoras de la experiencia de lucha proveniente de un largo período de formación e ideologización que los marcó para toda su vida. Los hechos de febrero y octubre del 2003, vieron levantarse de las cenizas en las conciencias de esos viejos obreros, como el ave Fenix, al luchador. Estos hombres y sus hijos, que también, de una u otra forma han sido alumnos de la escuela de las luchas mineras, salieron a las calles, en forma anónima y prendieron juego a la indignación de los alteños. No fueron la dirección en el término estricto de la palabra, pero fueron la mecha. Esta lección de realidad política nos muestra que aun los movimientos sociales más “espontáneos” necesitan que, además de las condiciones materiales, de las condiciones objetivas, de un elemento desencadenante que se materializa en los hombres más esclarecidos para desencadenar la “espontaneidad”, así como los grandes incendios requieren de un foco que puede ser un palo de fósforo, para desencadenas la devastación. No existe espontaneismo puro ni en la naturaleza, ni en la sociedad, ni en el pensamiento. Todo tiene su antecedente y su fuente.

La lucha de clases es una categoría histórica que está presente en todo el desarrollo de la sociedad  dividida en clases, desde el descubrimiento de la propiedad privada y se produce bajo una forma u otra. Pero una cosa es fatalmente constante: las clases dominantes desarrollan en este procedo de lucha de clases, encubierta o no, la violencia estatal como un medio de defensa de su calidad de clase dominante y la preservación de las condiciones que generan su condición dominante. La violencia es una forma de expresión de la dominación de clase y por ende, de la lucha de clases. El espontaneismo, decía Lenín, es una forma de manifestación del empirismo que sostenía que eran suficientes las condiciones objetivas para determinar la naturaleza de la lucha y que por tanto, eran contrarias no solo al partido, sino contrarias del desarrollo de la lucha ideológica, como una herramienta revolucionaria de educación de las masas y de elevación de la conciencia refleja, en conciencia de clase. Los hechos en la historia revolucionaria de los pueblos, nos han demostrado que la espontaneidad surge cuando la conciencia de las organizaciones revolucionarias no han alcanzado a elevar a las masas a la altura del programa del partido revolucionario, o cuando las direcciones revolucionarias no han alcanzado a interpretar correctamente la génesis de la crisis  y que en ambos casos, esta falencia, es una falencia de las direcciones revolucionarias que solo puede ser superada por la educación y la capacitación política revolucionaria.

Pero, si no existe una vanguardia revolucionaria, las masas se sumirán en la inactividades esperando que la mano bienhechoras del partido las despierte?: No. Incluso antes que la luz del pensamiento de Marx descubriera la naturaleza de la lucha de clases, antes del “Manifiesto Comunista”, las masas ya tuvieron sus luchas y habían movido el carro de la historia en dirección a la modificación de sus condiciones materiales de vida. Caso contrario, no hubiera transitado la historia desde el esclavismo al feudalismo y de ésta al capitalismo. Las transformaciones sociales ocurrieron dentro de las limitaciones históricos de los propios actores y sus circunstancias. No pudo haber aparecido un Carlos Marx a promover la resolución social en el feudalismo, porque no se habían producido las condiciones materiales que justificaran la modificación de las relaciones de producción y porque la sociedad no había producido, como consecuencia de sus relaciones de producción, una clase totalmente desposeída de los medios de producción y que no tuviera otro “bien”, que su fuerza de trabajo para venderla en forma de mercancía, en los mercados.  

La tarea del Partido, es vincularse a las masas y  sentir sus necesidades para reflejarlas en un plan de acción, de un programa. Es cierto que, en determinadas condiciones, primero se configura un escenario de crisis debido a las condiciones materiales de explotación. La sabiduría del Partido, radica precisamente en hacer un diagnóstico correcto de los acontecimientos que configuran un momento histórico y sobre esa percepción, plantear un plan de acción. La historia está llena de hechos sociales espontáneos que solo produjeron sangres y derrotas a los movimientos sociales: los hechos de la Patagonia chileno-argentina a comienzos del siglo XX protagonizado por el anarquismo, los levantamientos de 1968 en París, o más cerca, los hechos de octubre de 2003 del que hemos hablado y que produjeron la caída del régimen de Sánchez de Lozada, los levantamientos de África del Norte, en todos esos casos, el factor común fue la gran frustración que siguió a esos acontecimientos. Hoy, más de seis meses después de los acontecimientos de Tunez, el fenómeno de los movimientos espontáneos, sigue a la deriva y los espacios abiertos por las masas espontáneas, están siendo copados por las propias clases dominantes bajo la instrumentalización del imperialismo.  Si no alcanzamos a organizar el partido revolucionario, si no alcanzamos a ver en el marxismo, no un dogma ni un recetario, sino un método dialéctico para  utilizar sus herramientas teóricas para responder a los retos del siglo XXI, habremos claudicado como generación y habremos traicionado nuestra herencia revolucionaria. 

Juan García Barañado.

Junio de 2011.


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