31 de julio de 2018

EL RESPONSABLE DE LA VIOLENCIA QUE AZOTA AL PAÍS ES UNO SOLO, EL ESTADO, SUS INSTITUCIONES Y SUS REPRESENTANTES.


EDITORIAL DE LA REVISTA EL INSURGENTE

El cometido de crímenes de lesa humanidad, en específico la desaparición forzada de personas y la ejecución extrajudicial en México, los comete el Estado mexicano a través de todo el aparato represivo y al amparo del estado de derecho oligárquico, una verdad inocultable e incuestionable, al grado que es condenado por la Oficina en México del Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH), a través de su titular Zeid Ra’ad Al Hussein.

Una realidad que tiene años en su cometido, en la historia reciente de nuestro país la desaparición forzada de personas por motivos políticos o sociales es una política de gobierno que han sostenido de manera sistemática los últimos tres sexenios, política que se traduce en terrorismo de Estado, porque la violencia que emana de éste es sistemática y generalizada, es violencia de clase, que está enfocada contra el pueblo y produce millones de víctimas directas e indirectas.

Las recientes desapariciones forzadas en Tamaulipas no son una excepción, sólo confirman esta política transexenal; más que indicios de la participación de la marina en el cometido de estos crímenes, es la prueba fehaciente de que las fuerzas represivas esparcen el terror en el pueblo. Cada vez más se comprueban las evidencias que señalan a las fuerzas policíaco militares como las responsables directas del cometido de las desapariciones forzadas, y demás crímenes de lesa humanidad, que se cometen a diario contra el pueblo trabajador en nuestro país. Esta realidad es tan evidente, que es imposible negar la existencia del terrorismo de Estado como política de gobierno.

El problema fundamental ante esta realidad es la actitud política que se asume, de donde se desprende el camino por el cual ha de transitar la lucha contra el terrorismo de Estado. No basta con demostrar la injerencia del Estado en el cometido de crímenes de lesa humanidad, porque en cada uno de ellos es evidente la mano gubernamental, esto está más que probado. Aceptar y reproducir el discurso que se vierte desde el Estado del cometido de desapariciones forzadas por parte de la mítica “delincuencia organizada” es legitimar la imposición de las medidas profascistas dentro de un estado de derecho oligárquico. Representa dejar en la indefensión y a merced de mayores crímenes de Estado a las víctimas y al pueblo, justificar la violencia de clase contra el pueblo.

Desde los diversos aspirantes a la nueva junta administrativa se hace defensa a ultranza a las fuerzas represivas y, a la vez, apología al Estado policíaco militar, de donde emana la violencia institucionalizada, ésta tiene un largo historial de norte a sur y de este a oeste del país, de la que dan cuenta las víctimas directas e indirectas que se cifran en millones.

Eso se llama TERRORISMO DE ESTADO. No se puede reducir la exigencia de justicia de los crímenes de lesa humanidad solamente al marco jurídico burgués que ampara a los criminales de estado; no se puede confiar ciegamente ni esperar candorosamente que el verdugo se castigue a sí mismo por sus actos criminales, la justicia se alcanza combinando todas las formas de lucha que abonen a la solución de este flagelo, entre ellas la justicia popular.

La visibilización del fenómeno del cometido de crímenes de lesa humanidad se ha logrado; el terrorismo de Estado es inocultable incluso desde la propia institucionalidad burguesa; el responsable de la violencia que azota al país es uno solo, el Estado, sus instituciones y sus representantes.

Lo fundamental en estos momentos respecto al terrorismo de Estado es definir las vías a tomar para garantizar justicia a las víctimas, enjuiciar y castigar a los criminales de Estado; además, definir también cómo hacer frente a esta violencia de manera organizada en defensa de las masas populares ¿Cuántos estamos dispuestos a organizar y estructurar la autodefensa armada de las masas?

¡Por nuestros camaradas proletarios! ¡Resueltos a vencer!


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