Por José Miguel Cobián
Hace algunos ayeres, hubo una matanza en Chicago, el grupo de Al Capone mató a no más de siete personas del otro grupo que traficaba con alcohol, formado por irlandeses y polacos. Esa matanza provocó un cambio radical en la política de Estados Unidos, en su sociedad y en su visión de lo bueno y lo malo, eliminando unos años más tarde la prohibición de venta y consumo de bebidas alcohólicas en todo el territorio de la Unión Americana, además de haber logrado el desmembramiento de ambas bandas criminales al priorizar su combate dentro de las políticas gubernamentales de la época.
El estado, entendido como el gobierno de una Nación, debe de gobernar para el pueblo, y garantizar según nuestra constitución algunos derechos básicos, como son seguridad, justicia, libertad de trabajo y movimiento, y algunos otros, todos definidos en nuestro capítulo de garantías individuales. Lo curioso es que los gobiernos de repente deciden por cuenta de los ciudadanos, para limitar su libertad, y los ciudadanos lo permitimos sin la mínima protesta. Los mexicanos hemos avanzado en nuestra legislación gracias a la población sumisa y a la tendencia de los gobernantes de copiar legislaciones de países avanzados, aunque en muchos casos no se adapten a nuestra situación nacional.
Los dos párrafos vienen a cuento, porque en la lucha contra el crimen organizado, todos los días tenemos matanzas y muertos al por mayor, sin que la población exija un cambio en la táctica gubernamental. Al contrario, la ¨gente de bien¨ asume que se debe combatir al crimen organizado pero su ignorancia los obliga a defender la forma como se combate actualmente, sin saber que existen muchos medios para tener un control y combate más efectivo, que evitarían tanta muerte y sobre todo cumplirían las metas, en lugar de convertirse esos crímenes en distractores políticos y sociales ante una realidad cada día más opresiva. Así, los ignorantes opinantes, defienden una política que en países civilizados ya hubiera provocado la renuncia del presidente de la república y de todo su gabinete de seguridad. A pesar de lo anterior, el gobierno federal ha expresado en todos los foros su oposición a que el martes 2 de noviembre se legalice el consumo de mariguana en California. Demostrando con ello, que se prefiere tener un país al borde de la guerra civil, un país en el cual los veracruzanos ya no viajan por carretera ni a Michoacán, ni a Sinaloa ni a Tamaulipas, y las placas de estos estados son motivo de riesgo cuando se transita por Veracruz, o por Guerrero, o por Quintana Roo, o por Campeche, o por Tabasco, considerando además, que esta situación se repite en más de la mitad de los estados de la República, dónde grupos antagónicos del crimen organizado actúan en contra de ciudadanos de los estados de origen de sus propios adversarios.
En México no tenemos derecho a drogarnos con ciertas sustancias, pero con otras sí. El gobierno discrimina a medias en cuanto a su intervención en la vida privada de los ciudadanos, y con el pretexto de protegernos, genera inseguridad y más muertes que las que hubiera generado el respeto a la decisión individual de cada ciudadano. Me explico, si se permitiera el libre consumo de las drogas prohibidas, como se hace con las permitidas, el saldo en muertes, en heridos, en huérfanos, económico y social sería mucho más benévolo que la actual situación, sin embargo por intereses económicos se lleva a cabo una guerra absurda y mal enfocada en contra de el crimen organizado, y la sociedad le cree a quienes le dan absurdas explicaciones de su fracaso.
No sería mejor que así como se me permite emborracharme a morir, fumar y dañar mi salud, aspirar disolventes, consumir un coctel de ¨uppers y downers¨ adquiridos en la farmacia, ser adicto a la comida, al sueño, al reconocimiento social, etc., también se me permitiera dentro de los límites que implicaran la protección al resto de la sociedad, el consumir sustancias que hoy se consideran prohibidas, pero que sin embargo están al alcance de cualquiera en todo el territorio nacional y han generado una industria subterránea que ha servido hasta de colchón y atenuante a los graves problemas económicos y sociales a que nos han llevado los malos gobiernos y las malas políticas que nos han empobrecido y dañado nuestro nivel de vida. ¿Habrá que limitar el derecho del gobierno a limitarnos?