Pablo Gomez
La izquierda mexicana no
siempre abrazó la democracia política como postulado estratégico en su lucha
por el socialismo. El sector oficialista renunció a la lucha democrática porque
eso implicaba enfrentarse al poder.
Por otro lado, las corrientes más sectarias
consideraban que no podía haber democracia dentro del Estado
capitalista.Arnoldo Martínez Verdugo postuló antes de 1968 que la tarea nacional más relevante y urgente era
conquistar la libertad política como paso hacia la democracia.
Esto implicaba
la libertad de organización política y social pues en aquel entonces el
gobierno legalizaba a los partidos escogiéndolos a su gusto, mantenía una
cerrada estructura corporativa de sindicatos y organizaciones agrarias, daba y
quitaba permiso para ejercer el derecho de asociación. Igual de difícil era
practicar los derechos de reunión y manifestación que requerían licencia de la
autoridad. La libertad de prensa no existía casi en absoluto.Pero Martínez
Verdugo no planteó la conquista de la democracia como un instrumento sino como
una finalidad del socialismo.
Esa era una divergencia teórica profunda en el
seno de la izquierda de entonces. Arnoldo se inscribió en la ruta del
socialismo democrático.Para impulsar esa teoría era necesario convencer al
partido propio: el Partido Comunista Mexicano, el cual, poco a poco, fue
llevado por Arnoldo a las posiciones democráticas. Ya desde 1962, junto con
otros grupos y personalidades, el PCM se empeñó en la creación de un frente
para acudir a las elecciones como opción propia y diferente a la oposición leal
(PAN) y a los llamados partidos paraestatales (PPS y PARM).
El gobierno negó el
registro pero el Frente Electoral del Pueblo postuló candidatos. Ramón Danzós
Palomino fue lanzado como aspirante a la Presidencia de la República para
reivindicar la libertad política y hacer campaña en todo el país con ese
mensaje y un fuerte contenido opositor.
Siempre que se pudo, Arnoldo condujo a
su partido a la lucha electoral aun sin registro y, en 1978, a su
reconocimiento legal. Quienes sostenían que el PCM prefería estar en la
“clandestinidad” no hacían más que justificar la ausencia de derechos políticos
en México. No era sólo la izquierda opositora la que carecía de tales derechos
sino la ciudadanía en general.En 1968 Arnoldo estuvo de lado de los estudiantes
sin reserva alguna, en completo compromiso con esa histórica lucha por las
libertades democráticas. Toda la izquierda no “enchufada” acudió a la cita
junto a demócratas que mostraban por vez primera sus inclinaciones.
La lucha por
la democracia no era ya sólo una proclama sino una acción de grandes masas
conducida por la juventud intelectual del país.Martínez Verdugo también fue el
principal impulsor de la unidad de la izquierda desde antes de 1988. No se
trataba de un planteamiento pragmático sino de una noción estratégica. Romper
el sectarismo en la izquierda no era nada fácil pero había que acometer la
tarea.
Para ello, Arnoldo tuvo que ganar a su propio partido. Y lo hizo: el
Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919, desapareció para dar paso a otro
partido de izquierda en 1982, el PSUM, más amplio e incluyente, más acorde con
la diversidad de esa corriente nacional. Así se inició la lucha por la unidad
de la izquierda en un mismo partido.
Otra de las grandes aportaciones de Martínez
Verdugo fue la independencia de la izquierda –su propio partido, en
especial—frente al gobierno y los otros poderes, y también frente a partidos y
estados extranjeros. No era fácil esto último bajo la guerra fría, pero Arnoldo
acometió esa tarea como un elemento indispensable para construir en México una
izquierda nueva.
El legado de Arnoldo Martínez Verdugo es programa vigente,
pensamiento actual.