* El asesinato del periodista y
el impacto político * El sexenio ya no da más * Caso Karime Alejandra: el
fiscal intimida * Médico Poblete ratifica * “El Panadero”, nueve días bajo
tortura * Samyra llora y miente * Pepe Yunes y “El Trampas” * Historias de corrupción
* Sercel y Pensiones: fraude inmobiliario
Si Javier Duarte
despierta, podrá saber que su tiempo concluyó. Su sexenio ya no existe. Lo mató
el asesinato de Rubén Espinosa, y el de Nadia Vera, y el de las otras tres
mujeres en el crimen de la Narvarte, ultrajadas ellas, violentada su vida, no
en un robo, no en una vendetta por drogas, sí en una ejecución.
Ha
de alegar el gobernador de Veracruz que su mandato concluye el último día de
noviembre, en 2016. Sí, pero políticamente está liquidado.
Se
extingue con la bala que puso fin a la existencia de Rubén Espinosa Becerril,
fotoperiodista, rebelde indomable, reportero gráfico de la agencia AVC,
corresponsal de Proceso y Cuartoscuro en Xalapa, testigo con su lente de la
protesta ciudadana, de la toma de plazas, de las marchas callejeras, de la
denuncia airada, y de la represión oficial, el ataque artero, la agresión
policíaca con armas tácticas, con bastones eléctricos, con toletes y escudos, y
con fórmulas rústicas, machetes, palos con clavos y bates de beisbol.
Rubén Espinosa no era Regina Martínez, la incuestionable reportera, maestra de
periodismo, puntualísima en su información, también corresponsal de Proceso en
Xalapa, cuyo cuerpo sin vida apareció tendido sobre el piso de su hogar,
golpeada, simulado el robo, asfixiada por manos de criminales impunes, la tarde
del 28 de abril de 2012.
Rubén
Espinosa no escribía como Regina Martínez pero tenía la habilidad de captar con
su lente imágenes demoledoras, la mirada extraviada de Javier Duarte, la panza
descomunal, el disfraz de policía, o a las hordas de Seguridad Pública en su
avance sobre los contingentes de maestros o de alumnos universitarios, o el
vodevil de los 400 Pueblos con los cuerpos descuidados, abandonados, de hombres
y mujeres que se exhiben sin pudor, que lo único que provocan es risa, incluso
las menores de edad, en un caso de perversión a la vista de cualquiera, con
confesión de parte, a quienes solapa el fiscal Luis Ángel Bravo Contreras,
alias “Culín”, porque las huestes de César del Ángel Fuentes son integrantes de
la familia duartista y, por supuesto, hay que encubrirlas.
Día
y noche sentía Rubén Espinosa la mirada escrutadora de sus espías. Los traía a
su lado. Iban como sombra y fantasma, sin dejarlo, sin perderlo de vista. Y un
día, tras identificar a agentes policíacos vestidos de civil, armados, en una
conferencia de prensa del Partido del Trabajo, la vigilancia se convirtió en
intimidación.
Le
dijeron los esbirros de Javier Duarte que le bajara o le pasaría lo que a
Regina Martínez. Y le pasó.
Lo
expresó en vida. Le dijo a sus amigos, a sus íntimos, a quienes lo vieron
partir al Distrito Federal, que podía correr la suerte de Regina Martínez. Fue
una amenaza de a gente de Javier Duarte.
Nació
en el DF. Llegó a Veracruz hace ocho años. Se habituó al ritmo jarocho, a ese
estilo de vivir único, a la altísima politización que provoca Veracruz, a la
queja contra la “docena trágica”, el fidelismo y el duartismo, a la inseguridad
que se transforma en violencia, a la demanda ciudadana porque no hay pueblo que
resista tanto saqueo y tanta impunidad.
Dos
veces participó en la colocación de una placa con la que rebautizaban Plaza
Lerdo, ubicada frente al palacio de gobierno, en Xalapa, como “Plaza Regina”,
en honor a la corresponsal de Proceso.
Rubén
Espinosa identificó ahí a agentes que se hacían pasar como reporteros. La
prensa los exhibió e incluso el portal Imagen del Golfo desmintió que
pertenecieran a su staff.
Una
frase resume el nivel de presión a que sometía el gobierno duartista a Rubén
Espinosa: “Deja de tomar fotos si no quieres acabar como Regina”. Se lo dijo un
agente durante una manifestación.
Se
fue de Veracruz después del 9 de junio, cuando un grupo de periodistas recolocó
la placa alusiva a Plaza Regina. Lo hizo con enfado, molesto porque perdía
libertad, porque tenía que esconderse, contra su naturaleza de enfrentar
cualquier riesgo, pues primero estaban sus imágenes y luego lo demás.
Casi
dos meses después perdió la vida. Se hallaba en el departamento 401 del número
1909 de la calle Luz Saviñón, colonia Narvarte, el viernes 31 de julio. Había
dejado ahí a Nadia Vera, activista social, antropóloga, ex integrante del
Movimiento “YoSoy132”, productora de cultura. Y luego regresó.
Nadia
también se exilió en el DF. Había sido reprimida y en una entrevista para el
portal en internet Rompeviento TV, acusaba al gobernador Javier Duarte de no
gobernar Veracruz, de haber entregado el poder el narcotráfico.
Expresó
Nadia Vera que hacía responsable de lo que le ocurriera a Javier Duarte. Esa imagen,
esa voz, esa denuncia dio la vuelta al mundo cuando se supo de su ejecución.
Murieron
otras tres mujeres: Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín y Olivia Alejandra
Negrete Avilés, quien realizaba labores domésticas.
Zigzaguea
la procuraduría de Justicia del DF. Dice primero que el móvil es el robo. Luego
acusa que es una vendetta entre bandas de narcotraficantes colombianos, que el
objetivo era Mile Virginia Martín. Y ante la presión de la prensa, dice que no
se descarta ninguna línea de investigación. Ah, sí, también la de que Rubén
Espinosa haya sido asesinado por su actividad periodística.
Lo
dice pero se dedica a filtrar datos de la averiguación previa, violando la
secrecía. Lo hace para sensibilizar a través de informaciones alusivas al robo
y al narco.
Detiene
a uno de los supuestos ladrones: Daniel Pacheco, un ex convicto, cuya huella
fue registrada en uno de los muebles del domicilio.
Daniel
Pacheco asegura que él solo fue a robar, que no mató ni violó a nadie. Y el
procurador Rodolfo Ríos Garza le cree y tácitamente pide a todos le crean.
En
su más alto nivel, el escándalo golpea a Javier Duarte. Exige un sector de la
prensa, nacional e internacional, y organizaciones de derechos humanos, que sea
llamado a declarar el gobernador de Veracruz.
Demoledor,
el desgaste lo tiene al borde del precipicio. Nunca un gobernador de Veracruz
había enfrentado un caso así. A nadie se le había imputado la autoría
intelectual de un crimen. A nadie se le había reclamado que hubiera generado
condiciones de hostilidad hacia la prensa como las que provocó Javier Duarte,
que hubieran derivado en el asesinato de periodistas.
No
jaló el gatillo. No violó ni torturó. No fue a robar. No fue por un maletín de
droga. No ejecutó el gobernador a una colombiana que primero llamaron “Nicole”,
luego “Simone” y ahora Mile Virginia Martín, a quien estigmatizan por su
nacionalidad y la sugieren traficante, y que por asesinarla mataron a todos,
incluidos Rubén y Nadia, quienes coincidentemente se exiliaron por las amenazas
del duartismo.
No
tuvo una participación activa en el crimen, pero cada que podía dejaba
constancia de su repulsa a la prensa. “Expresión de la delincuencia”, les llamó
Javier Duarte en Poza Rica; “manzanas podridas”, vinculados con las mafias, les
dijo. Y recomendó: “Pórtense bien”. Decía a los periodistas que todos saben
quienes estaban implicados con el crimen organizado. Y si él lo sabe, ¿por qué
no presentó la denuncia correspondiente? Calló y se hizo cómplice.
Torpe,
no atina Javier Duarte a entender que el episodio con la prensa crítica lo
lanzó en caída libre. Su manejo de medios fue deplorable. Derrochó miles de
millones de pesos en compra de lengua y pluma sin advertir que nunca una
polémica ni el rescate de imagen se gana con lisonjas.
No
es el peor gobernador a nivel México. Es el peor gobernador a nivel mundial. Le
matan 14 periodistas, lo devora la violencia, cogobierna con mafias políticas y
de las otras, aumenta la pobreza, el secuestro, la extorsión, se desploma la
economía, en parálisis la obra pública y Veracruz se halla en virtual estado de
quiebra financiera.
Políticamente
está liquidado. Faltaba un escándalo más. Faltaba que se ocuparan de él en
España, en Alemania, en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Centro y
Sudamérica, en Rusia, en Ucrania. Finalmente lo logró. Con el crimen de Rubén
Espinosa, perseguido y hostigado por su gobierno, lo logró.
Se
irá el 30 de noviembre de 2016, como dice la Constitución. O se irá antes si en
Los Pinos deciden que haya un gobernador de 15 meses, a partir del 1 de
septiembre, para sofocar la crisis y atenuar el caos.
Habitará
en Casa Veracruz. Terminará el saqueo, los negocios a sus familiares y a los
familiares de su esposa Karime, y los negocios de sus socios y amigos.
No
se puede gobernar sin moral, pulverizado por el escándalo. Y no se puede
gobernar a distancia, vacacionando mientras dos crímenes, los de Rubén y Nadia,
sacuden las estructuras del sistema priísta dentro y fuera de Veracruz.
Si
no lo sabe, el sexenio terminó el día que asesinaron a Rubén Espinosa y Nadia
Vera. Fue el acabose, el clímax del extravío institucional.
La
bala que les quitó la vida fue la bala que mató su sexenio.
Archivo muerto
Se juega todo “Culín”. Su aliado es el miedo. Maniobra el fiscal de
Veracruz para evitar que se le vaya de las manos el caso Karime Alejandra Cruz
Reyes. Encarcela al médico Mario Poblete Hipólito; viola una suspensión de
juicio de amparo en agravio del abogado Enrique Rentería Zavaleta; genera un
clima de psicosis entre los testigos, quienes vieron a José Armando Salinas
Linares, alias “El Panadero”, ser atendido en la Cruz Roja de Las Choapas,
golpeado, cortado en el cuello. De ahí, nueve días incomunicado, salió “El
Panadero” suavecito a decir que no participó en el secuestro y el crimen, que
sólo fue cómplice por omisión, por encubrimiento. “Culín”, alias Luis Ángel
Bravo, ha sembrado el terror. Un testigo dice que no estuvo en la Cruz Roja,
que salió de Las Choapas, pero cuando le preguntan dónde estaba, enmudece. La
enfermera que ayudó en las curaciones se oculta y dice la familia que la
verdad, la verdad, no saben donde vive. Otros testigos ya ratificaron que
Salinas Linares sí estuvo en la Cruz Roja de Las Choapas; que lo llevaron
agentes ministeriales, “madreado”, violados sus derechos. Valió el “debido
proceso”, pero le apuesta “Culín Bravo a la intimidación, pues sin Salinas
Linares en la cárcel, no hay caso. Y después que se desplomó el caso del asesinato
del pastor Claudio Martínez Morales, líder de la Comunidad de Dios, porque los
implicados se incriminaron mediante tortura, el fiscal no tendría nada. Va a
enfrentar un incidente de violación a la suspensión provisional, atentado a
derechos humanos, daño moral y asociación delictuosa, que debiera ser
asociación delincuentosa. Malas noticias para el fiscal de Veracruz. La
declaración del médico Poblete, ya ratificada, es contundente, sustentada en
documentos. De ahí que súbitamente se advierta la presencia de ministeriales en
Las Choapas y comience a cundir el miedo entre los testigos… Samyra es Samyra.
Tiene historias para un telenovelón. Una de ellas cuando la hoy subfiscal en el
sur de Veracruz laboraba en un juzgado federal. Acudió al juez, compungida,
derramando lágrimas. Su madre estaba enferma. Pidió tiempo, permiso, gracia. El
juez la concedió porque a quién se le niega que acuda a cuidar a la autora de
sus días, tan grave la señora. Esa noche el juez acudió al palenque de la Expo
Feria de Coatzacoalcos. Se presentaba el cantante Alejandro Fernández. El juez
gozaba y se contagiaba de la alegría, la expectación y disfrutaba el relax.
Observó. Clavó de pronto la mirada tres filas adelante. Ahí vio a Samyra
Khouri, nada compungida, nada abatida y obviamente no tenía a su lado a su
madrecita, agravada su salud, a quien supuestamente tenía que cuidar. Ordenó el
juez que le tomaran fotografías. Un día después la despidió. Hay otras y son
mejores… Bonito detalle. Pepe Yunes aterriza. Acude a un encuentro con sus
fans. No queda un espacio en el restaurant La Barra de Tuxpan, el jueves 6, en
Coatzacoalcos. Él bien y todos bien. Y ahí, menudito, regordete, entrado en
años, sin quitar el dedo del renglón, que si ya fue un personaje, por qué no
habría de serlo de nuevo. Y si Pepe Yunes, el senador que aspira a ser
gobernador de Veracruz, le sirve, pues a treparse en la comparsa del yunismo
rojo. Lo buscó, le estrechó la mano, cruzó palabras con él. “El Trampas”, alias
Héctor García Hernández, no perdía la sonrisa. “El Trampas” junto a Pepe Yunes.
¿Quién es?, se preguntan algunos. Lo acredita aquel episodio judicial, en 1983,
escandalazo vil, acusado de fraude al sindicato petrolero con el cobro de
cientos de millones de pesos que no ingresaron a las arcas. Lo acusaba su
compadre Salvador Barragán Camacho, el extravagante líder, borrachísimo,
arbitrario, por órdenes de su patrón, Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”.
Reviró la denuncia “El Trampas” con una carta abierta dirigida al entonces
presidente Miguel de la Madrid, evidenciando a sus compinches, “La Quina” y
Barragán, como cabezas de una banda criminal, saqueadores de Pemex. Reveló “El
Trampas” la vida que se daba, viajes a Las Vegas, a Atlantic City, el derroche,
los amigos, los aviones particulares, todo producto de la milloniza que le
entregaba Pemex al STPRM y que él y los líderes mayores ordeñaban, corrupción
pura. Más de un año estuvo en la cárcel Héctor García, su fortuna a la vista,
su mansión de la avenida 18 de Marzo, los autos, las lanchas, las fiestas, el
jet-set a sus pies, José José, Marco Antonio Muñiz, Luis Miguel a quien
contrató para un show y ofreció cuatro en el ya desaparecido Cine Auditorio,
hoy anexo del palacio municipal. La revista Contacto documentó aquel perfil
único. Publicó el currículum del “Trampas”, un informe interno de Pemex: cuatro
actas de nacimiento; suplantación de identidad, haciéndose pasar por el hijo de
Rafael García Pavón, el mandamás en el área laboral de Pemex; se publicaron los
planos de su residencia, las escrituras del periódico Tribuna del Sur, donde
supuestamente llevaba por socio a Mario Vázquez Raña, quien luego denunció que
le habían falsificado su firma. Abrió la boca Héctor García y exhibió cómo
jodían a Pemex, al unísono, La Quina, Barragán y él. Romero Deschamps era
entonces un peón menor, gañán de la Sección 34 de Azcapotzalco, golpeador de
disidentes, pero un gato en el quinismo. Detenta hoy “El Trampas” una fortuna
infinita, aún inacabable, gracias a las trapacerías que él mismo reveló,
evidenciando a La Quina y evidenciándose él. Salió de la cárcel. Quiso
regresar. Tuvo que entregar su periódico Tribuna del Sur, el antecedente de lo
que hoy es Liberal del Sur, editado en la misma sede de Lázaro Cárdenas y
Aldama. Fingió que daba en pago su casa, la constructora, ranchos. Nada fue
así. Lo único que perdió fue Tribuna del Sur. Ese personaje menudito acudió al
encuentro del senador. Lo saludó, estrechó su mano, se puso a la orden. Pepe
Yunes y “El Trampas” para historia. ¿No lo ubicó Pepe Yunes? Ahora lo sabe… Se
llama Inmobiliaria Sercel S. A. y es parte de un fraude habitacional
multimillonario. Involucra a la colonia Pensiones del Estado, a afamadas
familias del jet-set, notarios de amplio historial y larga cola, y por lo menos
un poder notarial apócrifo. En breves, cientos de familias se encontrarán con
que sus escrituras no valen nada, que pagaron por un espejismo y que en años no
podrán realizar operación de compra-venta alguna. Lo de la Sucesión Bringas, ya
extinta, palidecerá con la demanda civil que viene en camino por la
Inmobiliaria Sercel…
twitter: @mussiocardenas–
Foto: El vigilante veracruzano.com.mx
Acerca del autor
Atrapado
en el mundo de las letras y la denuncia social, Mussio Cárdenas Arellano cuenta
ya con un extenso kilometraje recorrido en el periodismo. Lejano parece ya
aquel 1978 cuando en Coatzacoalcos, su tierra natal, escribió sus primeras
notas. Transitó por la entrevista, el reportaje, la crónica, el artículo y la
columna política. Fue corresponsal de la revista Proceso, Imevisión, IMER,
Contralínea; fundador de las revistas Contacto, Semanario Contacto e Informe
Rojo; analista político en radio y televisión, y ganador del Premio México por
columna política, en 2009, otorgado por la Federación de Asociaciones de
Periodistas de México (FAPERMEX). Su contacto con el periodismo viene de
familia. Su padre, Mussio Cárdenas Cruz, y sus tíos Emilio, Francisco y
Paulino, constituyen una dinastía de periodistas veracruzanos de reconocido
prestigio. Actualmente escribe la columna Informe Rojo, que se publica en
portales en internet y medios escritos con amplia aceptación entre la opinión
pública.