El presidente del Consejo Nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Foto: AMLO |
MÉXICO, D.F., (apro).- Andrés Manuel López Obrador se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para el gobierno, sus operadores políticos y hasta sus aliados.
El 25 de julio, arropado por su partido en las instalaciones de insurgentes norte, Enrique Peña Nieto alertó sobre el “populismo” que pretende destruir en días lo que ha costado décadas construir. No dijo nombres, pero fue claro que el mensaje era para avisparse ante cualquier avance del líder del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Casi un mes después, el 20 de agosto, Manlio Fabio Beltrones Rivera centró sus ataques en el tabasqueño llamándolo “político amargado”, “obsesionado con el poder” y de un “pragmatismo locuaz”.
En la carrera presidencial para 2018 ya está apuntado López Obrador, pero también Beltrones Rivera desde el momento en que Peña Nieto lo apapachó en el CEN del PRI, aquel 25 de julio, y lo convirtió en presidente nacional de esa fuerza política el 21 de agosto.
Pero en el Revolucionario Institucional hay otros aspirantes, entre ellos el titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, consternado desde que Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se fugó del penal del Altiplano, el pasado 11 de julio, y con él sus puntos rumbo a la presidencia.
Uno más es, por supuesto, el impávido Luis Videgaray, quien desde que se reveló la compra de su casa de Malinalco al contratista favorito del gobierno federal, Juan José Hinojosa, ha entrado en un tobogán, como si fuera el peso mexicano deslizándose por la desgracia.
Y el propio Peña Nieto puso a uno más en la carrera priista: Aurelio Nuño, su hombre de confianza y recién nombrado secretario de Educación Pública.
Cada uno de estos priistas son enemigos políticos entre sí, pero cuando de supervivencia se trata no pierden el tiempo y se alían. Ello sucedió esta semana cuando Osorio Chong y Aurelio Nuño se confabularon para prevenirse y aniquilar cualquier escaparate político que pudiera utilizar López Obrador en 2018.
Así como Peña y Beltrones se ocuparon del exjefe de Gobierno del Distrito Federal, la dupla Osorio-Nuño decidió entrar al quite y frenar el ascenso de López Obrador y Morena en la Cámara de Diputados.
Para lograr su cometido, la dupla recurrió al perredista y líder de la vapuleada corriente de los “chuchos”, Jesús Zambrano. Esta semana, Nuño y Osorio fraguaron su estrategia: subir al PRD a la presidencia de la Mesa Directiva de San Lázaro.
Estar en dicha posición tiene grandes ventajas, entre ellas la de recibir miles de pesos mensuales, con un gran porcentaje que no debe justificarse. Es dinero fresco.
Si se toma en cuenta que la fracción de 61 diputados del PRD está partida en tres –30% la tienen los chuchos; otro 30% la tiene Alternativa Democrática Nacional (ADN), de donde surgió el coordinador de los legisladores, Francisco Martínez Nery, y el resto la conforman Foro Nuevo Sol y Vanguardia Progresista–, entonces es claro que los “chuchos” requerirán de posiciones claves para mantener a sus integrantes dentro del partido.
El temor de la dupla Osorio-Nuño es que algunos desilusionados por la falta de juego político den la espalda al PRD y volteen hacia Morena, que con sus 35 diputados podría subir a una tercera fuerza y desplazar al sol azteca. Amén de que el PT podría sumarse a los morenitos en caso de perder su registro como partido político.
Si Morena se convierte en tercera fuerza dentro de la Cámara de Diputados, entonces tendría derecho a presidir durante un año, el tercero, justamente cuando inicia el proceso electoral rumbo a la presidencia de 2018.
Esta sola posibilidad llevó a Osorio y Nuño a ocuparse de Morena en San Lázaro ofreciendo a Jesús Zambrano, es decir, al PRD, el primer año de la Mesa Directiva. Así, en caso de ser desplazados por Morena, “la tercera fuerza” no tendría con qué reclamar su año en Mesa.
La versión que corre es que la dupla priista pidió a Zambrano no pelearse, no competir por la coordinación de la fracción y dejar al aliado natural de los “chuchos”, ADN, la posición, pues para él y su menguada corriente, Nueva Izquierda, tiene otros planes: darle un aire y poder que pueda frenar a los morenitos y, por consiguiente, a López Obrador.
Temor electoral, le llaman algunos. Previsión, dirán otros.