Para el profesor Aquilino, que también forma parte de este
proyecto independiente pedagógico, su labor no se detiene con el ciclo escolar
o con la pandemia.
Maestras y
profesores de comunidades indígenas vieron la necesidad de regresar a dar
clases durante la pandemia ante las carencias y dificultades en el aprendizaje
de sus estudiantes, que viven en una de las regiones más marginadas de México.
Por Daliri Oropeza
Ciudad de México, 19 de junio (PiedePágina).- El profesor Aquilino Martínez Solano decidió regresar a la primaria donde da clases en Nejapa, San Luis Acatlán, municipio Me’phaa donde termina la Montaña de Guerrero e inicia la Costa Chica. Es consciente de la pandemia por COVID-19. Al principio de la emergencia explicó a estudiantes y sus familias las implicaciones que el virus tenía para la salud y los cuidados que se requerían para enfrentarlo. A la mitad de la cuarentena regresó para dar clases cada lunes. Le fue imposible impartir educación a distancia. Estaba preocupado.
“Para los alumnos -explica- no existe [la COVID], ellos siguen con su vida y en la siembra con sus familias”.
San Luis Acatlán no registra hasta el momento una defunción por COVID-19 ni casos sospechosos. Presenta un caso confirmado, de acuerdo con la información oficial. Sin embargo, el profesor sabe que es importante comunicar la gravedad de la pandemia en su comunidad, donde solo se habla lengua me’phaa.
Aquilino Martínez Solano es reconocido en el magisterio nacional por ser un férreo defensor de su lengua y cultura. Es originario de Potrerillo Coapinole, una comunidad vecina donde da clases. El profesor vio que los alumnos no estaban aprendiendo con los métodos a distancia. Por lo que desde mayo, decidió ir todos los lunes a dar clases, hasta el fin de ciclo, que concluye esta semana.
“Aquí es más complicado, porque aquí se tiene que sacar leyendo en español a los niños de primaria. Nosotros tenemos clases en me’phaa. No hay señal y tampoco recursos para planear a través de cuadernillos. Además, muy poca gente le da importancia a la emergencia. La mayoría siembra. Hay unos padres que sí ayudan sus hijos, pero la mayoría no, porque no saben”, explica el maestro.
Con más de 20 años en servicio docente, Aquilino Martínez Solano se muestra orgulloso de impartir clases en lengua me’phaa. Asegura que termina el ciclo escolar con muchos alumnos que dejaron de comunicarse o de asistir los lunes en su visita semanal.
El profesor de primaria asegura que desde el cierre de las comunidades comenzó a faltar la canasta básica en toda la región de La Montaña. Describe la situación tecnológica en esas localidades:
“Seguimos las indicaciones de la SEP. Nos sujetamos a sus instrucciones cuando se suspendieron clases. Lo hicimos durante el primer mes. Pero francamente, ésa es una gran contradicción. Hay que someterse a algo que no es posible implementar. ¡Hasta da risa! En la Montaña los pueblos originarios me’phaa, na savi, no vamos trabajar en línea, ni en tv. No hay cobertura. Cada ficha cuesta 10 pesos la hora. No hay un padre de familia que pueda solventar esos gastos. Por eso, nosotros lo hacemos de frente a frente con los niños. No se puede avanzar a distancia en los pueblos originarios”.
Ante esta situación, el profesor Aquilino tomó la decisión de asistir a la comunidad y desde la escuela dar seguimiento más cercano a los alumnos, e informar en su lengua a las familias, la información oficial en lengua no llega.
PETICIONES PARA UN POSIBLE REGRESO A CLASES
La profesora Diana Arroyo es originaria de Tlapa, municipio a la entrada de la Montaña de Guerrero. Es maestra de 28 estudiantes de cuarto año de primaria en la comunidad na’savi, municipio de Cochoapa, a 5 horas de su hogar.
Decidió regresar a la primaria Moisés Saíns 032, a pesar de que el camino es peligroso ,pues no han reparado la carretera. Sin transporte, a veces le toca caminar hasta dos horas.
Al inicio de la contingencia dejó ejercicios impresos para que los estudiantes los hicieran durante la cuarentena. Pero al regresar el mes siguiente se dio cuenta que los ejercicios no funcionaron. La mayoría de sus alumnos no resolvieron bien las actividades didácticas. Respondieron con frases que no contestaban las preguntas.
La profesora Diana perdió la comunicación con sus estudiantes. Se habían ido con sus familias a trabajar a los campos jornaleros en el norte del país. Al regresar a la comunidad se encontró con que familias de 8 alumnos se habían ido a trabajar a Sonora, Baja California o Chihuahua.
Desde principios de mayo hasta esta semana, fin del ciclo escolar en el calendario oficial, la maestra asistió durante tres días por quincena a la comunidad. Difundió lo que sucede con la pandemia entre sus estudiantes y resolvió sus dudas. Asimismo, intentó impartir algo de las asignaturas del temario, pues aún hay dos estudiantes que no saben leer.
“Es contradictorio. Una quisiera hacer lo mejor para que los niños estén bien y aprendan, pero no tiene los recursos suficientes. Al principio de la cuarentena fue un dilema ir. Nos preocupa la salud de la comunidad y no llevar la enfermedad. Llevamos el trabajo con actividades impresas, lo que ya veníamos trabajando, además de actividades para comprender la pandemia. Pero no podemos quedarnos con los brazos cruzados si no hay aprendizaje”, asegura la maestra Diana.
Ante esta realidad, la profesora se dio cuenta de la importancia de impartir clases en lengua. Desafortunadamente su padre no le enseñó a hablar tu’un savi. Y lo lamenta. Para ella hay muchos aprendizajes para sobrellevar las emergencias. Demuestra su curiosidad por explorar hablar la lengua tu’un savi para tener mejor comprensión mutua con los alumnos. Pero también demuestra preocupación ante el regreso del ciclo escolar.
En la evaluación del ciclo escolar, la SEP preguntó qué gestionarían los profesores para que se pudiera trabajar en el contexto en el que dan clases y las restricciones de salud de sana distancia por la pandemia.
“Lo primero es arreglar la carretera. Si no la arreglan no se puede llegar. Si se va la luz en toda la comunidad, tampoco se puede llegar para arreglarlo. Les escribí que son necesarios cubrebocas, gel antibacterial, asistencia de médicos en la clínica de la comunidad, porque la atención la dan dos enfermeras. También creo que es importante explicar a fondo lo que pasa con la enfermedad, pero en lengua, en audios y carteles, para que lo sepa toda la comunidad. Perifoneo para avisar los días de clases”, cuenta la maestra.
Asegura que la Secretaría ha reiterado que al regresar se pedirá la sana distancia. Pero a ella le preocupa. Los salones no son amplios y las matrículas siempre están saturadas. Ella no ve condiciones para guardar sana distancia, a menos que les de clases a los niños en el campo. Para ella no es mala idea. Pero estamos en temporada de lluvia y eso podría arruinar sus clases en el exterior.
“Nos quedamos en shock cuando nos dijeron de la Secretaría que es obligatorio que todos lleven cubrebocas y guarden la sana distancia para la nueva normalidad. Nos quedamos en shock. ¿Cómo le vamos a hacer nosotros? ¿Cómo? Si los salones siempre están llenos. Si todos los niños juegan en el recreo. Nos vamos a ver mal nosotros como profesores aislándonos, podría hasta parecer discriminación”, afirma la profesora Diana Arroyo.
El CICLO QUE VIENE Y EL PROYECTO
Los alumnos piden a la maestra Diana Arroyo que no se vaya de la comunidad. “¿Ya te vas a ir, maestra? ¿ No quiere venir porque tiene miedo? ¿Es por culpa del coronavirus?”— le preguntan. La profesora está preocupada por el periodo de verano que inicia, pues estos días comienza el trabajo docente de capacitación y reestructuración de los planes escolares con los docentes y con los comités escolares.
El ciclo escolar inicia en agosto con tres semanas de remediación. Los profesores siempre realizan un diagnóstico al inicio o del ciclo escolar, por lo cual lo ven necesaria una evaluación federal para el inicio del ciclo escolar. Lo que sí ven necesario es reforzar las temáticas que quedaron sin abordar por los espacios de la pandemia además de una labor emocional que triplica el trabajo. Como en la cuarentena.
El profesor Aquilino ha participado en la comisión de educación del Proyecto De Educación Guerrerense Altamiranistas (PEGA). Desde esta propuesta educativa independiente, la Coordinadora de Trabajadores de la Educación en Guerrero (Ceteg) trabaja en un proyecto pedagógico que se pueda adaptar a las circunstancias tan diversas de las comunidades en el estado.
De acuerdo con el secretario de la Ceteg, el profesor Andric Ocampo, este proyecto independiente tiene más de 10 años de construcción en investigación en las diversas comunidades indígenas y afrodescendientes que hay en Guerrero.
“Nosotros hemos apostado a un proyecto educativo alternativo. Si bien aún no está concluido, ya hay avances pedagógicos que se aplican a lo largo del estado. Un ejemplo de este proyecto es que rescata los conocimientos ancestrales comunitarios, para que, a partir de ahí, algunos podamos hablar la lengua y ejercer la cultura, los usos y costumbres que sean parte de la educación. Esto ha fortalecido el desarrollo de nuestras comunidades”, explica el profesor Andric.
Para el profesor Aquilino, que también forma parte de este proyecto independiente pedagógico, su labor no se detiene con el ciclo escolar o con la pandemia. Asegura que se siente orgulloso de ser me’phaa. Sabe de las carencias que vive y de la discriminación y racismo que hay hacia los pueblos indígenas, como el suyo.
“Los pueblos nos hemos superado. Somos los pueblos que fueron olvidados y esto causa sufrimiento, discriminación y abandono. Pero, también en los pueblos, nos dedicamos a estudiar a salir adelante para prepararse y defender lo que somos”, asegura Aquilino Martínez Solano. La evaluación del ciclo escolar no pudo ser reprobatoria para nadie.
En la reflexión del profesor Aquilino y la maestra Diana. Sería como un castigo reprobar a los alumnos que se fueron con sus padres a trabajar a los campos, o a los que no tuvieron internet, o a los que no respondieron los cuadernillos porque no dominan el español.