Por la mente de Javier Duarte no pasa
nada. Todo está en blanco. Veracruz, en cambio, se tiñe de rojo por la sangre
que brota en cada rincón, los ejecutados por la delincuencia, los cuerpos
cercenados que aparecen aquí y allá, el miedo que se transpira, el terror en su
más brutal expresión.
Dice el gobernador
que no pasa nada. Veracruz es un paraíso. Y sí. No pasa nada cuando se vive
rodeado de escoltas, a costo millonario para el erario, a su alcance
helicópteros, aviones y vehículos blindados, la burbuja del poder.
Afirma Javier Duarte que en Veracruz
no pasa nada, que la delincuencia es menor, que el registro de delitos
disminuye, que la estadística nacional tiene errores, que aquí hay paz y
tranquilidad, que la inversión sigue, que algún día, muy pronto, Veracruz será
la capital energética de México, otro Houston o una potencia petrolera del
nivel de los árabes.
Extraviado en su mundo, el gobernador
Javier Duarte ve lo que quiere ver, o traza espejismos para ocultar la verdad.
La realidad no cuenta mientras el cinismo es actitud. Así vive Javier Duarte
sus último días en el poder.
No sabe gobernar pero intenta mentir.
Su discurso es uno, el optimismo, consciente que el caos ahí está, devastador,
angustiante porque Veracruz se le deshizo en las manos.
Miente Javier Duarte a un pueblo que,
para su desgracia, no se deja engañar. Falso que en Veracruz no pasa nada. En
Veracruz pasa todo, comenzando por un gobernador de oropel, que se dejó rebasar
por el crimen organizado, que provocó un conflicto social, que corrompió la
instituciones, que encubrió a su antecesor, Fidel Herrera Beltrán, y que solapó
a una pandilla de rufianes que para lo único que sirvieron fue para robar.
Pasa todo en Veracruz, incluida la
delincuencia, el avance del crimen organizado, la disputa de los territorios
para el trasiego de droga, la trata de personas, la desaparición forzada, la
extorsión, el abuso policíaco, el atropello, el robo, la amenaza y la
intimidación.
A Veracruz lo envuelve una oleada de
violencia. Secuestran a placer, extorsionan sin piedad, roban y asaltan, lanzan
cuerpos fragmentados como signo de que quien más temor infunde es el que más
poder detenta.
Veracruz vive un baño de sangre.
Vive, como en los primeros días del duartismo, una sacudida de terror.
Tres cuerpos fueron hallados
embolsados en el municipio de Soledad de Doblado, en las cercanías de Veracruz,
el 4 de mayo, y uno más en Santa Rita, municipio de Manlio Fabio Altamirano.
Eran trozos de seres humanos, la cabeza, los brazos, las piernas, el tronco,
todo en pedazos. Sus imágenes macabras corrían en las redes sociales y en los
medios de comunicación. Y provocaban terror.
Hizo recordar aquel episodio de Boca
del Río. Decenas de cuerpos, algunos mutilados, otros estrangulados, al pie del
monumento a Los Voladores de Papantla, frente a Plaza Américas. 35 en total.
35, con huellas de violencia, de tortura, a un día de la cumbre de procuradores
estatales y federal y de presidentes de tribunales superiores de justicia del
país.
Y siguió el hallazgo de otros más en
una casa de seguridad, en aquel octubre de 2011, primer año de la pesadilla
llamada duartismo. Y otros más en las calles. Al final tenía en su haber Javier
Duarte una cuota de cien cadáveres como señal de que jalaba o jalaba.
Veracruz vive otra oleada de sangre.
A los mutilados de Soledad de Doblado se suman diez cuerpos más hallados
durante el fin de semana pasado.
Seis de los cadáveres aparecieron en
Plan del Río, cerca de Xalapa. En Córdoba fue encontrado muerto a balazos un
taxista. En la región cordobesa, un individuo ingresó a un mercado y asestó
ocho balazos a un comerciante. Otro individuo, en esa misma región, fue hallado
en un canal de aguas negras.
En el norte de Veracruz, en Poza
Rica, fue secuestrada María Teresa Parada Álvarez, hija de los propietarios de
la pastelería Dauzón y del Edificio Álvarez. Apareció muerta el sábado, sin que
se hubiera concretado el pago que los plagiarios pedían por su liberación.
Las Choapas es punto de excepción.
Ahí la muerte tiene carta de residencia. Pernocta entre los hombres, asedia a
los migrantes, acaba con la tranquilidad de cualquiera, el miedo en el campo y
en la ciudad.
Diez días marcaron un hito en su
historia de violencia. Ocho personas fueron levantadas, torturadas y
ejecutadas. Seis de ellas aparecieron en la supercarretera a Ocozocoautla,
Chiapas, con signos de violencia, torturados, el odio como signo de poder.
Levantaron al ganadero Leoncio
Deveze, tesorero de la ganadera de San José del Carmen, y a su trabajador
Francisco Méndez Oliva, el 24 de marzo. Se dirigían al rancho Santa María. Dos
días después aparecieron torturados y muertos.
El 28 de marzo se dio el hallazgo de
Jesús Alemán López y su esposa Socorro Prieto Gómez, ganaderos de Hueyapan de
Ocampo, a quienes levantaron el 7 de marzo. Los torturaron.
Ese día aparecieron dos cuerpos más.
Era el del ganadero Felipe Sosa y su esposa Myriam. Los hallaron en los límites
de Minatitlán y Las Choapas. A Felipe Sosa lo golpearon, lo amarraron de las
manos y pies y lo arrojaron al arroyo El Jimbal. Ella fue violada y después
asfixiada con una bolsa de plástico. También fue arrojada al arroyo.
Dos jóvenes fueron sacados de su casa
y aparecieron, mutilados, en un pozo artesiano. Otros dos fueron masacrados en
un balneario, a la vista de todos.
Una maestra fue degollada en San
Andrés Tuxtla. En Coatzacoalcos no paran los robos a bancos, pese a la captura
de una banda que procedía de Nacajuca, Tabasco, y que a diario viajaba para
cometer sus delitos.
Aparecen cuerpos con signos de
tortura en la playa. El dictamen médico es que se ahogaron. Este miércoles 6,
un abogado que acudía a una sucursal de Banco Azteca, en el área céntrica de
Coatzacoalcos, fue ultimado. En febrero, se realizó el hallazgo de 18 cuerpos
en fosas clandestinas, en la colonia Lomas de Barrillas. La Fiscalía General de
Veracruz sólo admite que fueron seis cadáveres.
Veracruz se tiñe de rojo. Se tiñe de
sangre. Mientras, Javier Duarte entona su melodía “Aquí no pasa nada”.
Lo rebasa la realidad. Lo sepulta la
violencia. Su Veracruz ideal no existe. Dejó de serlo cuando el poder político
pactó con el crimen organizado, cuando entregó el territorio, cuando corrompió
las instituciones, cuando encubrió a la delincuencia y cuando se implicó en la
complicidad.
Ahora que don Javier disfrute el baño
de sangre.
Archivo muerto
Archivo muerto
Fermín Hernández Venegas abordó su
vehículo. Se dirigió al palacio municipal de Cosolapa, Oaxaca. Vio de pronto
que un auto lo seguía. Sintió el amago. Pretendían obligarlo a frenar. Aceleró
la marcha y más adelante descendió. Corrió entre los cañales. Ahí fue alcanzado
por los sicarios que le arrancaron la vida. Lo hallaron con 13 disparos en su
cuerpo. Fermín Hernández Venegas era director de la policía municipal. Ocurrió
el 17 abril pasado. Cinco meses antes, en agosto de 2014, fue señalado de estar
implicado con una banda de ladrones de combustible. Halló el Ejército tres
vehículos, presuntamente de su propiedad, y en ellos la prueba del delito. La
información fluyó a los medios de comunicación. Uno de ellos, El Buen Tono, de
Córdoba, la difundió. Sin firma, la nota le fue atribuida a Octavio Rojas
Hernández, voceador, que se desempeñaba como director de comunicación social
municipal de Cosolapa. El 11 de agosto, Octavio fue asesinado. Le atribuyen que
hubiera filtrado la información que implicaba al jefe policíaco. Refieren las
versiones que al periodista Armando Saldaña Morales lo ejecutaron cuando
investigaba la relación entre ambos hechos, el móvil, la mano de los
chupaductos en los crímenes. No se sabe por qué si al jefe policíaco Fermín
Hernández Venegas le hallaron tres autos usados por los chupaductos, en agosto
de 2014, andaba libre. No se sabe por qué, si el operativo lo realizó el
Ejército. No se sabe qué tan cierta era esa implicación criminal. Lo que sí se
sabe es que la mañana del 17 de abril lo siguieron, huyó, lo alcanzaron y lo
cosieron a balazos. Tres semanas después, Armando Saldaña, conductor del
programa “La Grilla, Punto y Debate”, que se transmite en La K-Buena de Tierra
Blanca y colaborador de La Crónica de Tierra Blanca, apareció muerto. El lunes
4 de mayo, lo hallaron en un arroyo, cerca de Cosolapa, con cuatro impactos de
bala. Es el doceavo periodista veracruzano asesinado durante el gobierno de
Javier Duarte. Y el duartismo, se esmera en lavarse las manos. Es un asunto que
le compete a Oaxaca, dice el fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, alias “Culín”.
Es un asunto de criminalidad, de ladrones de combustible, de chupaductos, que
operan en la zona de la cuenca del Papaloapan, en Oaxaca y en Veracruz…
Quemante, el conflicto en el CETIS 79 de Coatzacoalcos. Se anuncia la
destitución del director Evaristo Hernández Rosario, pero ahí sigue. Se anuncia
una auditoría y de inmediato comienza la sustracción de documentos en el
plantel. Hoy, presumiblemente, llegan los auditores enviados por la Dirección
General de Educación Tecnológica Industrial de la Secretaría de Educación
Pública. Hoy, también, los estudiantes volverán a bloquear la avenida
Universidad. El 2 de mayo se elaboró otra carta abierta para enterar al
gobierno de los trastupijes de Evaristo Hernández Rosario. Así describen el
caos y las raterías: “Deterioro de las instalaciones; aulas en pésimo estado;
laboratorio sin equipo y materiales para las prácticas; sala de cómputo
desmanteladas; baños insalubres y sin puertas; cafetería con precios elevados y
alimentos de mala calidad; laboratorios de matemáticas, inglés y gericultura
que se encuentran abandonados, además del desmantelamiento de los espacios de
las oficinas administrativas. También existe mal manejo del dinero que ingresa
a la escuela por concepto de inscripciones (mil 600 pesos por 2 mil 156 alumnos
por semestre, o sea, 3 millones 449 mil 600 pesos; 7 millones anuales); fichas
para el examen de admisión (500 pesos por alumno, o sea un millón 78 mil
pesos); libros (no entregados); pagos de constancias, credenciales, renta de
cafetería (25 mil pesos por mes); uniformes (Williams), y donaciones como las que
hizo el alcalde Joaquín Caballero Rosiñol (70 mil pesos) para remodelar baños
(nunca reparó nada); venta de sillas de metal, venta de envases de plástico,
diversas donaciones hechas a la escuela”. En otra parte de la carta, padres y
alumnos del CETIS 79 denuncian: “La subdirección de enlace operativo de la
DGETI del Estado de Veracruz, ha demostrado por conducto del Ing. Julio Cuéllar
Limón, apatía y desinterés para solucionar la situación, a tal grado que envió
como su representante al Ing. José Alfredo Hernández Malpica, mismo que tiene
antecedentes de ilícitos de los planteles de Córdoba, Acayucan y Xalapa, y con
su proceder deja en claro que vino a cubrir las anomalías y corruptelas de
Javier Evaristo Hernández Rosario; por lo tanto recomendó (así esta en la
minuta) que no liberáramos las instalaciones hasta que se iniciara la
auditoría, con fecha máxima al día 11 de mayo del año en curso. Creemos que esa
estrategia de solución es para dar tiempo a que el director Javier Evaristo
Hernández Rosario y su colaborador, el subdirector Sergio Aranda Pérez,
borrarán todas las anomalías. Es por ello que envió a este último para
que ingresara al plantel de manera prepotente, apoyado por los vigilantes de la
institución, y substrajera expedientes del área de recursos financieros”.
Demandan la destitución inmediata del director y subdirector, Evaristo
Hernández y Sergio Aranda; la realización de la auditoría en términos de la
minuta del 30 de abril “con resultados inmediatos y sanciones legales”;
reparación y equipamiento del plantel en general; ninguna represalia, amenazas
e intimidación contra los alumnos y los integrantes del comité de alumnos, pues
ya sufrido hostigamiento al parecer del personal administrativo y hacen
responsable al Hernández Rosario “de cualquier pérdida, robo o alteración que
se presente en la instalaciones de nuestro plantel”. Al rojo vivo el conflicto
en el CETIS 79…
twitter: @mussiocardenas
Acerca del autor
Archivo muerto
Atrapado
en el mundo de las letras y la denuncia social, Mussio Cárdenas Arellano cuenta
ya con un extenso kilometraje recorrido en el periodismo. Lejano parece ya
aquel 1978 cuando en Coatzacoalcos, su tierra natal, escribió sus primeras
notas. Transitó por la entrevista, el reportaje, la crónica, el artículo y la
columna política. Fue corresponsal de la revista Proceso, Imevisión, IMER,
Contralínea; fundador de las revistas Contacto, Semanario Contacto e Informe
Rojo; analista político en radio y televisión, y ganador del Premio México por
columna política, en 2009, otorgado por la Federación de Asociaciones de
Periodistas de México (FAPERMEX). Su contacto con el periodismo viene de
familia. Su padre, Mussio Cárdenas Cruz, y sus tíos Emilio, Francisco y Paulino,
constituyen una dinastía de periodistas veracruzanos de reconocido prestigio.
Actualmente escribe la columna Informe Rojo, que se publica en portales en
internet y medios escritos con amplia aceptación entre la opinión pública.