Ciudad de México, 10 de julio (SinEmbargo).- El “boom” del
fracking en México puede estar más cerca de lo que se piensa. Numerosos pozos
son perforados ya en México, dice hoy un análisis del portal estadounidense
especializado en energía OilPrice y firmado por Michael McDonald, doctor
en finanzas.
De hecho, de acuerdo con la información dada a conocer, Coahuila,
Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz ya están desarrollando
fracking. Los estados que más pozos tienen ya en funcionamiento son Veracruz,
con 349, y Puebla, 233. Le sigue Nuevo León con 182 y luego el resto.
Como era de esperarse, dice OilPrice, dado el
estado de los precios del petróleo y los recursos que México tiene a su
disposición, hasta el momento el fracking aparece concentrado en el gas
natural, en lugar del crudo.
De acuerdo con datos de la organización no gubernamental
Cartocrítica, el fracking se está expandiendo en silencio en México, de forma
no regulada y envuelto en la opacidad.
La organización asegura que al menos 924 pozos han sido perforados
en seis de los 32 estados del país, incluyendo 349 de ellos en Veracruz.
Pero en 2010, el estudio “Proyecto Petróleo Terciario del Golfo.
Recomendaciones y primera revisión”, realizado por la Secretaría de Energía
(SENER) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos situaron el número de pozos
perforados mediante la técnica de fracking en mil 323 tan sólo en Veracruz y el
estado de Puebla.
En el estado nororiental de Tamaulipas se han perforado 100 pozos,
de acuerdo con Ruth Roux, director del Centro de Investigaciones Sociales de la
Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). Además, se encontró que los
agricultores que han cedidos terrenos para fracking, no sabían nada acerca de
la técnica o de sus efectos.
Cada pozo requiere de nueve a 29 millones de litros de agua. Y el
fracking utiliza 750 sustancias químicas diferentes, algunos de los cuales son
perjudiciales para la salud y el medio ambiente, de acuerdo con las
organizaciones ambientales y académicos en los Estados Unidos.
La Administración de Información de Energía de Estados Unidos
(EIA) puso a México en el sexto lugar en el mundo para extraer gas shale (o
gas de esquisto, gas pizarra), técnicamente recuperable, por detrás de
China, Argentina, Argelia, Estados Unidos y Canadá, con base en el análisis de
137 depósitos en 42 países.
La industria considera que el desarrollo del gas shale es
estratégicamente necesaria para mantener los niveles de producción, que en
abril se situó en 6.2 mil millones de pies cúbicos por día.
Por el año 2026, según las proyecciones de Pemex, el país estará
produciendo 11 mil millones de pies cúbicos de gas, el 45 por ciento de los
cuales provienen de los depósitos no convencionales. Pemex ha identificado
cinco cuencas ricas en gas shale en 11 estados.
El problema es que la mayoría de la población desconoce el tema,
no sabe lo que es el fracking y existe poca preocupación por el tema porque
todavía no es visible, debido a que falta mucha información al respecto.
De acuerdo con datos de la Alianza Mexicana contra el fracking el
petróleo y gas natural que se encuentran atrapados en los poros de formaciones
rocosas poco permeables denominadas lutitas bituminosas situadas en el
subsuelo. Suelen encontrase a profundidades de entre mil y cinco mil metros.
Debido a la baja permeabilidad de las lutitas, la extracción de
los hidrocarburos requiere la utilización de la fracturación hidráulica o
fracking. Esta técnica parte de la perforación de un pozo vertical hasta
alcanzar la formación que contiene gas o petróleo. Seguidamente, se realizan
una serie de perforaciones horizontales en la lutita, que pueden extenderse por
varios kilómetros en diversas direcciones.
A través de estos pozos horizontales se fractura la roca con la
inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión
que fuerza el flujo y salida de los hidrocarburos de los poros. Pero este flujo
disminuye muy pronto, por lo cual es necesario perforar nuevos pozos para
mantener la producción de los yacimientos. Por este motivo, la fracturación
hidráulica conlleva la ocupación de vastas extensiones de territorio.
LOS INVERSIONISTAS
A pesar de que las consecuencias de la debacle griega sigue
“martillando” los precios del petróleo, los inversores deben de estar en la
búsqueda de oportunidades de futuro de la industria, afirma McDonald.
Para ello México es un país que ha generado un gran interés entre
las empresas de energía y los inversores, indica el análisis. “Ahora, como
vecino del sur de los Estados Unidos se mueve para dar un nuevo impulso a su
industria energética, los avances tecnológicos estadounidenses parecen estar
moviéndose hacia el sur”.
“El punto importante es que el uso de la tecnología a gran escala
sugiere una nueva oportunidad para los inversores”, afirma el análisis.
El fracking requiere un conjunto muy especializado de habilidades
y un gasto de capital consistentemente significativo, dadas las tasas de
declive sustancial en esos pozos.
Esto, combinado con las nuevas necesidades de infraestructura,
crea algunas posibilidades interesantes para las ganancias en las empresas en
el espacio, señala el portal especializadoOilPrice.
Sin embargo, el fracking en México es un tema muy
controvertido, al igual que la reforma del sector energético. La escasez de
agua en México, por ejemplo, puede limitar la capacidad del país para
participar en fracking a largo plazo.
En muchos aspectos, estos desafíos crean oportunidades para
empresas como Halliburton y Schlumberger, las cuales tienen ventajas técnicas
sobre los operadores más pequeños, señala el análisis de McDonald.
Del mismo modo las oportunidades para el fracking en alta mar en
el Golfo de México, una hazaña tecnológicamente desafiante, ofrece también
nuevas oportunidades de negocio para las grandes empresas de servicios.
La industria del petróleo y gas en México está dominado por el
gigante estatal Petróleos Mexicanos, y mientras que el Estado puede renunciar a
un cierto control sobre la industria, los inversores no deben esperar que el
dominio de Pemex en el mercado vaya a “evaporarse” del día a la noche, asegura OilPrice.
Pemex parece estar muy interesado en oportunidades de fracking,
pero con potenciales manifestaciones dadas las preocupaciones ambientales y la
escasez de agua locales, la compañía está limitando su participación en este
aspecto, indica el análisis.
“Además, los socios locales que entienden el país y que tienen influencia política, serán la clave para cualquier proyecto de inversión. Por esa razón, los principales administradores como HAL SLB son buenas opciones”.
Del mismo modo, Kansas City Southern (KSU) es una empresa que se encuentra muy bien posicionada para beneficiarse de una economía mexicana “mejorada”, sobre todo en el sector energético.
Los beneficios de los ferrocarriles que la empresa posee, más del aumento del comercio entre el norte y el sur, aunado a cualquier aumento de la producción petrolera mexicana, probablemente conducirá a una mayor movimiento de crudo a través de las vías ferroviarias.
Además, cualquier aumento dramático en la producción de gas natural como consecuencia del fracking probablemente daría lugar a necesidades de importación de infraestructura importantes para México, y una mayor producción de manufacturas en todo el país, asegura OilPrice en su análisis.
Blackrock, Goldman Sachs, y alternativas potenciales como Blackstone (BX) y Apolo (APO), pueden llegar a ser importantes inversores en grandes proyectos energéticos en todo el país durante los próximos años, asegura el portal especializado.
IMPACTOS SOCIOAMBIENTALES
La fracturación de un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua. El ritmo de explotación anual de 9 mil nuevos pozos en Estados Unidos que se pretende exportar a México supondría un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico (100lts/pers/día) de entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año.
Ello acarreará la disminución de la cantidad de agua disponible, lo que pondría en peligro los ecosistemas y la realización del derecho humano al agua y a la alimentación en estados como Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, regiones donde esta actividad ya se está realizando, la disponibilidad de agua es limitada al tratarse de regiones con alto estrés hídrico (donde la demanda es mayor a la disponibilidad).
En Estados Unidos existen más de 1,000 casos documentados de contaminación de fuentes de agua relacionados con el uso de la fracturación hidráulica. Se han identificado 750 tipos diferentes de productos químicos en los fluidos de fracturación analizados, entre ellos sustancias de gran toxicidad como el metanol, benceno, tolueno, etilbenceno y xileno.
Además, el agua de desecho conocida como agua de retorno no sólo contiene los químicos y la arena que originalmente se introdujeron, sino también metales pesados, hidrocarburos e incluso materiales radioactivos, como el radón, que se encuentran en el subsuelo.
A la fecha, no existe tratamiento efectivo para la misma, dejando el agua inutilizable para otros usos y fuera del ciclo hidrológico. Para su manejo se busca aislarla e inyectarla en pozos letrina, pero no es una solución ya que se ha comprobado que estos pozos filtran y se han contaminado acuíferos enteros (ejemplo: California, Estados Unidos).
Los expertos señalan que al menos 25 por ciento de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37 por ciento afectar al sistema endocrino, 40 por ciento provocar alergias y 50 por ciento dañar el sistema nervioso. Los pozos de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías de las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas.
Por otro lado, la población que habita cerca de los pozos tiene 66 por ciento de probabilidad de padecer cáncer asociado a la contaminación atmosférica. Igualmente, la toxicidad y los riesgos de accidentes asociados a esta actividad repercute en la salud y la vida de las y los trabajadores de la industria.
El 90 por ciento de las emisiones en el proceso de obtención del gas es metano (CH4), aunque también se emite dióxido de azufre (SO2), óxido de nitrógeno (NO) y compuestos orgánicos volátiles. Aunque la quema del gas natural emite menos dióxido de carbono (CO2) que otros hidrocarburos, el proceso completo de su explotación contribuye en mayor medida a la aceleración del cambio climático debido a las fugas de metano producidas durante su extracción.
Estas emisiones pueden alcanzar 8 por ciento de la producción total de un pozo, es decir, 30 por ciento más que en los proyectos de gas convencionales. El metano es un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento 25 veces superior al CO2 en el corto plazo, por lo que en 20 años el impacto de la extracción de gas de lutitas sobre el cambio climático puede superar en 20 por ciento el del carbón.
Debido al deterioro ambiental que provoca, la explotación del gas de lutitas es incompatible con otras actividades económicas como la ganadería, la agricultura y el turismo. A ello se suma el deterioro de la infraestructura carretera por el impacto de los 250 viajes diarios por pozo de camiones de gran tonelaje, así como la proliferación de sismos que se ha vinculado al efecto que tienen los pozos letrina en las placas tectónicas. Todo ello afecta calidad de vida, salud y tranquilidad de las poblaciones.