Uriel Flores Aguayo
De manera sorpresiva y abrumadora las redes sociales cibernéticas, prácticamente sin control alguno, se instalaron entre nosotros, inaugurando novedosos fenómenos de comunicación en México. Sobre todo los sistemas facebook, surgido en febrero del 2004, y twiter, surgido en julio del 2006, que por su inmediatez han crecido en forma acelerada en el mundo y en nuestro país. A nivel internacional el primero ya anda en 600 millones de usuarios, mientras que el segundo supera los 300 millones, ambos con datos de mayo del 2011. En México, facebook anda en 18 millones de usuarios en tanto que twiter hace un año ya tenía un millón de usuarios. Por cierto, Xalapa, se encuentra entre las 7 ciudades con mayor porcentaje de usuarios del país.
De manera sorpresiva y abrumadora las redes sociales cibernéticas, prácticamente sin control alguno, se instalaron entre nosotros, inaugurando novedosos fenómenos de comunicación en México. Sobre todo los sistemas facebook, surgido en febrero del 2004, y twiter, surgido en julio del 2006, que por su inmediatez han crecido en forma acelerada en el mundo y en nuestro país. A nivel internacional el primero ya anda en 600 millones de usuarios, mientras que el segundo supera los 300 millones, ambos con datos de mayo del 2011. En México, facebook anda en 18 millones de usuarios en tanto que twiter hace un año ya tenía un millón de usuarios. Por cierto, Xalapa, se encuentra entre las 7 ciudades con mayor porcentaje de usuarios del país.
En los últimos meses estas redes han jugado un papel muy importante en las movilizaciones y protestas en los países árabes y europeos, en lo que ha significado un factor nuevo en las convocatorias sociales; en México, en cambio, el uso dominante es el de las relaciones personales y algo de exhibicionismo. Es muy insipiente y poco notable la utilización de las redes para la movilización social. Por supuesto que estamos ante un poderoso medio de expresión que, en algunos casos, ya empieza a emplearse como espacio de crítica a las elites; ese efecto ya empieza a llegar a gobernantes y periodistas.
En Veracruz se presenta un caso especial, la consignación de dos personas acusados de terrorismo cibernético. Vale la pena una reflexión: estamos ante hechos inéditos, por lo tanto es muy complejo definirlos y, en caso de que constituyan delitos, sancionarlos. Sin referentes en el país y el mundo habrá que crear las explicaciones, las guías, los códigos y las actuaciones de las autoridades y la sociedad. Por supuesto que lo que pasó hace unos días en el puerto de Veracruz es sumamente grave, pudiendo haber tenido consecuencias fatales los rumores y las mentiras esparcidas por las personas señaladas. Estamos ante la clásica disyuntiva del dolo o el error. Para broma resultó demasiado nociva, la sensibilidad que nos acompaña no admite jueguitos de esa naturaleza; si hubo dolo, se puede demostrar y está tipificado penalmente, se debe sancionar ejemplarmente.
La guerra loca de Calderón trajo muertes, ya andamos por 50 mil cadáveres, y un ambiente nacional de zozobra. Estamos en medio de una guerra de balazos pero también de impactos sicológicos. Es obvio que las mafias, las del narcotráfico y las de cuello blanco, pretenden atemorizar a la sociedad, les conviene un escenario con una ciudadanía débil o vencida. En ese contexto el comportamiento de los usuarios de las redes sociales debe regirse por un alto sentido de la responsabilidad, en este caso para evitar ser” tontos útiles” o cómplices de la delincuencia organizada.
Lo novedoso de estas redes plantea un reto de gran envergadura a las instituciones y a la sociedad, que deberán reflexionar y trabajar sobre esta materia para que se usen positivamente. En la guerra loca de Calderón, la mayoría de los medios de comunicación se han comportado con frivolidad, pretendiéndose héroes o negociantes, sin establecer códigos mínimos de conducta que los acerquen a la información de verdad y los alejen del amarillismo que espantan y sirve de eco a los criminales.
Como tantos otros, en este tema de las redes sociales se ve la necesidad de que maduremos como sociedad, en el sentido de desarrollar un mayor nivel de identidad y de fortaleza colectiva, donde haya mucha solidaridad y gran participación ciudadana. El que la haga que la pague pero que no paguen justos o tontos por pecadores.
Recadito: en el laberinto de su mitomanía el trastupijes se consulta solo.