Nunca antes como en los gobiernos panistas floreció la industria de juegos y sorteos, legales e ilegales. El Congreso de la Unión, el gobierno federal y el sector turístico, legisladores, funcionarios y empresarios analizaron durante muchos años las repercusiones de permitir esta actividad, y en gobiernos del PRI siempre concluyeron que esta actividad estaba ligada al crimen organizado, al tráfico de drogas, la prostitución y al lavado de dinero sucio. Sobre esto último se discutió su gran vulnerabilidad ante la participación del blanqueo de capitales, como la forma de financiamiento de todo tipo de crímenes. Se pidió que los centros de apuestas y sorteos se instalaran lejos de centros de trabajo; se advirtió sobre el riesgo de generar problemas sociales y sicológicos como la ludopatía y de otros problemas como prostitución, trafico de mujeres y consumo de estupefacientes. En fin, sobre los juegos y sorteos, sobre la operación de casinos, se revisaron una y otra vez las amenazas relacionadas con la operación de una actividad económica que en otros países, incluido EU, genera miles de millones de dólares en inversiones y utilidades, además de generar empleos lícitos e ilícitos bien remunerados, que ayud economía mexicana.
Fue así, con argumentos a favor y en contra, cómo en los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón se autorizaron y promovieron los “casinos” en México, sin importar que esta actividad está concentrada mundialmente en los casinos de Las Vegas y Mónaco, mientras que en México prácticamente no ha sido un negocio lícito redituable, pero para el crimen organizado ha sido una máscara que le permite lavar millones de dólares, ante la anuencia del gobierno del PAN. Por qué creerle entonces a Felipe Calderón de su “buena” intención de combatir al crimen organizado si promueve los casinos. Una prueba más de su falacia.
En realidad, se trata de centros de juegos y apuestas en donde el 90 por ciento de las actividades de entretenimiento se realizan a través de máquinas tragamonedas, en donde el gasto promedio de los visitantes a estos establecimientos es de 600 dólares, según la Asociación de Permisionarios de Juegos y Sorteos (APJSAC).
El problema ha sido, sin embargo, que el otorgamiento de permisos se convirtió en moneda de cambio y pago de favores políticos. De esto sabe muchos el precandidato presidencial panista Santiago Creel Miranda, quien como titular de Gobernación en el sexenio foxista otorgó el mayor número de permisos de casas de apuestas.
Algo parecido a muchos contratos que se otorgan en Pemex a contratistas improvisados. Al final, estas historias se convierten en fracasos y problemas para los contribuyentes. En la Secretaría de Gobernación se otorgan los permisos, se recuerdan las obligaciones de la contraprestación (que genera impuestos por más de 400 millones de dólares) y, al final, se aplican las sanciones o revocaciones correspondientes. viciarse de origen y en muchos casos someterse a prácticas de corrupción. Después, en los tribunales se logran amparos en contra de las decisiones del Poder Ejecutivo y se refuerza, en muchas ocasiones, la corrupción que permite la operación de establecimientos que incumplen las disposiciones de la Secretaría de Gobernación. Los jueces no podían quedar fuera tan rentable negocio de corrupción.
Posible metástasis
Además de estos problemas de origen, los casinos en México también han registrado la metástasis en su operación generada por el crimen organizado, la presencia del dinero sucio y sobre todo la descomposición social. La APJSA advirtió desde el año pasado, en el marco del análisis legislativo para aprobar la Iniciativa de Ley para la Prevención e Identificación de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita y de Financiamiento al Terrorismo, que los casinos “ilegales” eran altamente vulnerables a todos los males que se les atribuía antes de autorizar su operación. Pero yo diría que no sólo los ilegales, también los legales.
La APJSA que representa intereses como los de la española Codere, CIE (Administradora Mexicana de Hipódromo), Televisa, Caliente de la familia Hank con más de ocho empresas permisionarias, entre otros como Promociones e Inversiones de Guerrero, dijo en voz alta que la industria del juego enfrentaba problemas derivados de la ilegalidad y de la informalidad. Denunció, de esta forma, el crecimiento del juego ilegal. Hay indicios, dijo, de la participación de recursos de procedencia ilícita en las salas de juego ilegal, que operan fundamentalmente en los estados de Tamaulipas, Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, en donde operaba el Casino Royale, cuyo permiso se otorgó a Ramón Aguirre Velázquez, aquel viejo político priista que llegó a ocupar la regencia del gobierno capitalino y de quien se cuentan negras historias.
El año pasado, en la Procuraduría General de la República, empresarios de este sector a través de la APJSAC interpusieron al menos 30 denuncias contra los establecimientos ilegales que había identificado. Sin embargo, aunque la PGR ha logrado clausurar algunos de estos casinos, se confirmaba que en pocos días volvían a operar sin mayor trámite, ante la pasividad de la Segob, aseguraron representantes de dicha asociación. Ese círculo vicioso orilló a la APJSAC a presentar nuevas denuncias ante la Secretaría de la Función Pública contra los funcionarios que no estaban actuando diligentemente para frenar este problema.
Políticos y casinos
En la revista Contralínea, Zósimo Camacho escribió cómo panistas y priístas han sido los beneficiarios de la operación de negocios como Casino Royale, donde murieron más de 52 personas luego de que el inmueble fuera atacado e incendiado por un comando armado el pasado 25 de agosto. El centro de apuestas -que operaba en la ciudad de Monterrey sin los permisos del municipio, pero con la “autorización” de un juez del Tribunal de lo Contencioso y Administrativo - era administrado por Cymsa Corporation y Atracciones y Emociones Vallarta, SA de CV.
Aunque Cymsa es la inversionista, las “concesiones” son de Atracciones y Emociones Vallarta, las cuales datan de 1992. Hasta la llegada del Partido Acción Nacional a la Presidencia de la República, la empresa era la que contaba con más autorizaciones (14) por parte de la Secretaría de Gobernación, sólo detrás del Grupo Caliente, de Jorge Hank Rhon.
Vicente Fox, en la Presidencia, y Santiago Creel, en la Secretaría de Gobernación, entregaron cientos de nuevos permisos en 2005 a debutantes inversionistas del ramo, entre los que se encuentra Televisa. Atracciones y Emociones Vallarta era propiedad de Ramón Aguirre Velázquez, quien fuera regente del Departamento del Distrito Federal de 1982 a 1988. Las concesiones para operar casas de apuestas fueron consideradas “premio de consolación”, luego de la primera “concertacesión” entre los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) en 1991: el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari habría negociado con Diego Fernández de Cevallos el reconocimiento del triunfo de Carlos Medina Plascencia en las elecciones estatales de Guanajuato y la derrota del propio Aguirre Velázquez. A cambio, el exregente de la ciudad de México se convirtió en próspero empresario del juego.
Ya en manos de Rodrigo Aguirre Vizzuet, hijo de Ramón Aguirre Velázquez, Atracciones y Emociones Vallarta se asoció con la familia Madero. Se trata de primos del exalcalde panista de Monterrey Adalberto Madero Quiroga. Según declaraciones de Aguirre Vizzuet al diario El Norte, la familia Madero terminó por quedarse con la administración y mayoría de acciones de Atracciones y Emociones Vallarta.
Además de las familias Madero y Aguirre Velázquez, las dinastías Hank, Riva Palacio y Guardia, así como el Corporativo CIE, son las beneficiarias de las concesiones para centros de apuestas y sorteos desde la época del priísmo. Los panistas no sólo han renovado sus permisos, sino que han entregado cientos de nuevas autorizaciones y con su doble moral promueven las apuestas y sorteos.
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