28 de septiembre de 2011

México, el camino tortuoso de la paz

JAVIER SICILIA
Por Katia Monteagudo*

México (PL) Luego de recorrer más de cuatro mil kilómetros de sinuosas carreteras por nueve estados del sur mexicano, junto al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, resulta imposible olvidar los rostros de la violencia en México.
 
Son gente común que saben llevar su dolor con dignidad, aunque no ocultan las lágrimas ni la rabia cuando exigen justicia para sus familiares asesinados o desaparecidos, o la condena de sus verdugos o secuestradores.
 
Ellos cargan esos 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 120 mil desplazados, que refieren fría e impersonalmente las estadísticas oficiales de la guerra contra los cárteles de la droga y el crimen organizado en los últimos seis años.
 
Son la memoria de esos que un día fueron maestros, activistas sociales, defensores de derechos humanos o de los migrantes, periodistas, estudiantes, deportistas, mujeres, políticos, sindicalistas, vecinos, policías, o indocumentados.

También resultan los cuerpos de otras víctimas que ya ni se cuentan porque siempre han estado presentes, con rostros de campesinos, de indígenas, de trabajadores desempleados o de jóvenes rechazados del sistema educativo.
 
Igualmente son la voz de quienes aún el miedo paraliza en ciudades dominadas por el crimen organizado como Acapulco, Monterrey, Ciudad Juárez, Coatzacoalcos, Jalapa, Cuernavaca, Morelia, Durango, Saltillo, Reynosa, Matamoros, Chilpancingo.
 
Todos conforman el único movimiento ciudadano mexicano que se atrevió a recorrer el país para conocer su lado más oscuro y emerger con un solo reclamo: paz.
 
Desde Ciudad Juárez, en la frontera norte, hasta Ciudad Hidalgo, en la sur, han conocido de la tragedia que hoy sufre México por la guerra declarada al narcotráfico del presidente Felipe Calderón.

Una batalla sin cuartel, en un país con un tejido social deshecho por sus desigualdades seculares, además de estar carcomido por la corrupción y la impunidad ante la justicia, como autoreconocen oficialmente.
 
Más de siete mil kilómetro de carreteras ha recorrido en los últimos cinco meses este movimiento ciudadano, nacido de la indignación por el asesinato del hijo del poeta Javier Sicilia, junto a seis jóvenes más, en Cuernavaca, estado de Morelos, en marzo del 2011.

Una organización civil conformada por quienes consideraron estar de la violencia y de la guerra "hasta la madre", como dijo en su mayor dolor Sicilia, líder del movimiento.
 
De abril a septiembre, marcharon en contra de la política de seguridad del gobierno de Calderón por 17 estados, en los cuales documentaron más de 600 casos de asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, torturas y amenazas.
 
A su registro se sumaron también víctimas de autoridades municipales, estatales y federales, así como de las fuerzas armadas coludidas con bandas criminales.
 
La reciente caravana al sur del movimiento ciudadano se propuso visibilizar también la tragedia de los pueblos indígenas y de los migrantes centroamericanos.
 
Estos últimos no aceptaron el perdón que en nombre de México quiso llevar el movimiento ciudadano hasta la frontera guatemalteca.

"Sin justicia no hay perdón", respondieron del otro lado, en nombre de los hondureños, salvadoreños, nicaragüenses y guatemaltecos secuestrados, extorsionados y vejados.

No se puede aceptar una disculpa, mientras no haya sanción para quienes tratan a los migrantes como esclavos de los cárteles de la droga, enfatizó Diego Escalante, coordinador regional del Comité de Unidad Campesina en la costa sur de Guatemala.
 
Grupos como Los Zetas, según denuncias del padre Alejandro Solalinde, coordinador del Albergue Hermanos en el Camino, en Oaxaca, los emplean en la producción de drogas, o como vigías o sicarios entrenados a fuerza de torturas y adicciones.
 
Entre tantas tragedias no puede ser perfecto un movimiento ciudadano, que como bola de nieve crece y suma todo lo que encuentra a su paso, sin selección ni rumbo programado.
 
Para Javier Sicilia, la cabeza de la organización civil, esta asociación es la última oportunidad para cambiar por la vía pacífica al país, hartado de la corrupción e inconciencia de la clase política en el poder.
 
Una última oportunidad ante la posibilidad de que los ciudadanos busquen otras alternativas más radicales para encauzar sus demandas, expone el activista.
 
Es un camino tortuoso para mantener viva la esperanza de paz en México, que aún no se avista, incluso sobre un mar de 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 120 mil desplazados.

* Corresponsal de Prensa Latina en México.
http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=334545&Itemid=1

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