Por José Miguel Cobián
Los dos principales contendientes del 2012 ya velan armas. Los rojos comienzan la reestructuración de los comités municipales, dejando en manos del presidente municipal el comité respectivo. Hubo línea en Xalapa para que cada presidente municipal designara al presidente del comité municipal del partido rojo, así no habrá pretextos de falta de comunicación y mutuo apoyo. El partido estará totalmente subordinado al alcalde, y será totalmente su responsabilidad el éxito o fracaso en su municipio.
Los azules siguen con el esquema ya usado en la elección de gobernador. Día con día, filas de ciudadanos con enormes carencias, se pueden observar en las casas que SEDESOL ha establecido a lo largo y ancho del país. Reciben apoyos, pero también se les dice que ese apoyo es azul, se adoctrina a los ciudadanos y se les hace creer que si llega el rojo, perderán esos apoyos.
Mientras el rojo se basa en la estructura territorial y en su capacidad de movilización de votantes el día de la elección. El azul le apuesta a sus organismos intermedios, a toda esa ¨vertebración¨ de la sociedad. Una serie de organizaciones que crecen como ramas de un tronco común, cuya finalidad también es influir en los votantes necesitados el día de las elecciones.
En ambos casos se le paga al votante de manera anticipada por su voto. Así, una vez cumplido el ritual electoral para validar a alguno de los candidatos previamente seleccionados por la élite de cada partido, los ganadores no le deben nada al pueblo, pues previamente ya cumplieron, y no sólo con despensas, láminas o aperos de trabajo, sino también con los múltiples apoyos de programas sociales o de fomento, particularmente fomento agropecuario, comercial e industrial. Añadiendo programas de créditos blandos para casas habitación y productos del hogar.
El pueblo de México jamás ha sido ciudadano, y lo poco que se pensó se lograría con la alternancia en el 2000, o el poder disminuido del presidente de la república desde 1997, se pierde con las prácticas de los partidos políticos para obtener el voto de la población. Así, cada elección se convierte en un gran mercado, dónde los votantes sin ninguna conciencia ciudadana, buscan vender al mejor postor sus votos individuales o colectivos.
El futuro político, los proyectos económicos, los planes y programas, la ideología de cada partido político pasan no a segundo término, sino simplemente no son tomados en cuenta. La personalidad del candidato tampoco cuenta, pues se le maquilla y vende como producto, acorde a los requerimientos del electorado. Sus promesas de campaña, son sólo eso, promesas de campaña, nadie espera que las cumpla, así las firme ante notario público, pues no hay sanción al candidato que resultando electo falte a sus compromisos de campaña.
Cada tres y cada seis años, se decide el futuro de México o de regiones enteras del país, sin que nadie actúe de manera responsable. Las elecciones de los congresos estatales y federal se convierten en romerías y fiestas populares, en dónde el candidato en su búsqueda del voto debe ser bufón del pueblo, bailarín de barrio, come de todo (cuando lo invitan), además de soportar quejas y ofensas de aquéllos que no simpatizan (ingenuamente) con sus colores. Una vez electo, cambia su personalidad y se vuelve lejano y sobre todo olvidadizo, quizá como venganza por el trato que le dio el elector.
Esto debiera de cambiar, pero no va a cambiar por decisión de los partidos políticos. Ellos están para lograr el poder, por los medios que sea necesario, y si en México los votos se venden, ellos los compran. Esto va a cambiar cuando los votantes presten atención a los candidatos, a los programas y propuestas de los partidos y sobre todo, cuando logren entender mínimamente esos programas y propuestas, y su influencia en su propio futuro. Entonces y sólo entonces dejaremos de ser un pueblo de mercaderes del voto y comenzaremos a ser ciudadanos responsables de su presente y futuro.
No creo que en lo que me resta de vida, pueda yo ver que los votos dejen de venderse, y que el pueblo de México comience a analizar propuestas y plataformas partidistas, así como candidatos, para elegir no a una persona, sino el rumbo que debe llevar esta nave en la que todos vivimos y se llama México.
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