Por
JAIME RÍOS OTERO / Prospectiva
Veracruz,
Veracruz. 22 de julio de 2013.- Así es como empiezan las revoluciones, grandes o chiquitas.
Precisamente es la inconformidad de los pueblos, o de los grupos sociales, por
hechos que los lastiman, lo que ha desatado en muchas ocasiones revueltas,
algunas que no tienen mayor trascendencia y otras que conmueven naciones. En el
caso, lo que se ve es que hay nula operación política de las autoridades del
Estado para contener y dar satisfacción a una comunidad agraviada.
Me refiero a la inconformidad de habitantes
de Medellín de Bravo, quienes están molestos por las deficiencias con que se
está llevando la investigación sobre el asesinato de un bebé por sujetos
indeseables que se metieron a robar en una casa. Este domingo, los moradores
realizaron una marcha en el centro de la ciudad de Veracruz, para exigir
justicia en el caso del bebé, que murió de dos machetazos en la cabeza, y mayor
seguridad para la población.
Además de esta protesta pública, los
medellinenses han creado una policía ciudadana. Ellos mismos están buscando a
los delincuentes. Se han armado con palos, machetes y otras herramientas para
someterlos. De tal suerte que lo menos que puede citarse en este caso es un
claro vacío de autoridad, que es llenado por los propios gobernados.
El asunto es trágico por su misma
naturaleza, pero contiene elementos de ferocidad que son inauditos y revelan la
negrura del alma de los criminales. El pequeño, de un año y dos meses, de
nombre Jeshua Alexánder, recibió dos machetazos en la cabeza, y la madre, Karen
Areli Cámara Juárez, sufrió tres heridas también en la cabeza.
“Estaba mi hija tirada boca arriba con dos
machetazos en la cabeza, uno en la oreja y mi nieto de un año y dos meses tenía
un machetazo en la frente, estaba boca abajo y con un charco de sangre sobre la
cama”, narró la abuela. Ambas víctimas fueron trasladadas al hospital; el niño
perdió la vida antes de recibir atención médica; y su madre quedó bajo supervisión
médica, aunque salió del hospital para asistir al funeral de su hijo.
Es justificable entonces que haya ahí un
pueblo indignado y profundamente dolido, pero sobre todo temeroso de que la
saña de los delincuentes llegue a tocar a otros inocentes aun dentro de sus
propios hogares.
Los rondines que efectúan para atrapar a
los responsables son clara muestra del hartazgo que tienen, y del abandono por
parte de quienes deberían garantizar su seguridad. Si hallan a los crueles
infanticidas, será difícil contenerles.
Temas misceláneos
*** Celebramos, al igual que todos los
xalapeños, la liberación de la señorita Ángel de María Soto Zárate,
injustamente implicada en el tráfico de drogas. Más que la acción de las redes
sociales, fue la presión de la Iglesia católica lo que agilizó de manera poco
usual su liberación. Haya sido como haya sido, qué bueno que se reconoció su
inocencia, de la cual no tenemos duda.
Lo que nos parece excesivo, cayendo en la
egolatría, la alucinación, la mitomanía o la monomanía, es su creencia de que
por esa experiencia amarga de carácter policiaco, ella está a un paso de la
santificación. Estas son sus propias palabras, recogidas por la prensa
nacional:
“Lo único en que pensaba era que María
había caminado con Jesús hasta el final, que sí tenían miedo, pero había más
valor y amor por su hijo… Y lo otro que pensaba es que se necesitan santos en
el siglo XXI, y yo sabía que sí se podía, que hay jóvenes que pueden ser santos
y pensaba en la madre Teresa de Calcuta y si ella pudo allá, yo acá en México
¿por qué no? Hacerme pobre entre los pobres”.
Debe saber la profesora Soto Zárate que hay
MILLONES de mexicanos que han pasado por tragos mucho más amargos que el de
ella, derivados de la corrupción de autoridades administrativas y judiciales,
que han sufrido inenarrables torturas, han permanecido por años y años
interminables privados de su libertad, y no por eso han alcanzado la santidad.
Ojalá así fuera para que tuviéramos las
calles llenas de seres iluminados que contribuyeran a que hubiera más paz y
amor.