LOS CASTIGOS MÁS SÁDICOS QUE SE PUEDA
IMAGINAR ERAN OBRA DEL TRIBUNAL DEL SANTO OFICIO.
Una de las etapas más oscuras de la humanidad y su fe. La fe en la religión, en las creencias de un Dios, pero sobre todo, una fuerte y llana advertencia a los que no creen en la vida eterna: La Santa Inquisición.
La Santa Inquisición fue un grupo de instancias de castigo que se encargaban de juzgar los delitos que en ese tiempo eran cometidos por los habitantes de Europa. Un periodo que inició en 1184 en el sur de Francia, en la región de Languedoc, con el fin de castigar a los creyentes del catarismo, una forma de pensamiento que creía en la institución de un Dios y un Diablo, una que proponía la extinción de los placeres materiales como el camino a la búsqueda de la salvación eterna del alma.
Sin embargo, fue hasta 1231 que la Santa Inquisición se edificó como una Institución por el Papa Gregorio IX, con el cual se le daba a las órdenes franciscana y dominica, el carácter de Inquisidoras.
Fue en 1478 cuando los Reyes Católicos de España, Fernando e Isabel, fundaron el Tribunal de la Santa Inquisición, en el cual se perseguía la herejía y la brujería, más que un castigo a quienes eran diferentes, era un juicio hacia todo aquello que ponía en duda el dogma católico, apostólico y romano.
Producto de su tiempo, del fuerte vínculo entre la Iglesia y el Estado, del poder y de la religión, el Tribunal del Santo Oficio investigaba o inquiría (de ahí el nombre de Inquisición) a quienes eran denunciados por delitos como herejía, brujería y homosexualidad; y sus técnicas de investigación incluían brutales tormentos para obtener la verdad mediante la confesión de los inculpados. Probada la falta, intervenía el Tribunal Civil para juzgarlos y condenarlos a terribles castigos. Se calcula en los tres siglos que duró esta época, murieron más de 300 personas torturadas.
Basada en el miedo a la herejía y lo desconocido por el ser humano, la Santa Inquisición tuvo a su cargo mantener el edificio de la Iglesia, a cuya sombra debían permanecer los fieles creyentes, bajo los mismos conceptos dogmáticos que erigieron a la religión como una forma de dominio; por ello, las torturas para obtener la confesión del inculpado se practicaban a puerta cerrada, pero los castigos se llevaban a cabo en público, como ejemplo de lo que podía pasar, si desafiabas las creencias del Santo Oficio.
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10) El tenedor de los herejes: Con un cinturón el tenedor estaba sujetado al cuello del torturado, lo que permitía que la cabeza se mantuviera hacia atrás para no clavarse en el esternón. Este castigo hacía que los inculpados solo pudieran mover la boca.
9) La cuna de Judas: Por medio de un sistema de poleas, el castigado era levantando, se le mantenía suspendido y de golpe se le dejaba caer en la punta de una pirámide que tenía la cúspide de acero; esto provocaba heridas en la cavidad anal o vaginal.
8) La silla: Formada por miles de clavos que hacían que al sentase el torturado sintiera la presión en su piel. Debajo del asiento se prendía fuego para quemar la espalda de la víctima. Si era necesario, el verdugo podía golpear al torturado para que se le clavaran más.
7) El potro: Acostado sobre una mesa, que funcionaba como el cuerpo del potro, ataban las extremidades de la personas a cada uno de los puntos de la cabeceras, a fin de que cuando el mecanismo de rueda funcionara, los hombros y la cadera se desprendieran del tronco.
6) La sierra: Colgada con la cabeza hacia abajo, sujetada por los tobillos, a modo de que la sangre mantuviera oxigenando el cerebro y el torturado no perdiera la consciencia. Las personas eran cortadas desde los genitales hasta el ombligo, la sangre corría al cráneo.
5) La pera: Para uso oral o rectal. El objeto era colocarlos en el recto o la vagina. Con un mecanismo que hacía que un tornillo desplegara la pera hasta su máxima extensión, es decir ya dentro del órgano comenzaba a crecer. Era usada en las incestuosas y homosexuales.
4) El cinturón de San Erasmo: Un collar, cinturón o brazalete rodeado por puntas afiladas que se colocaba alrededor del reo; sólo al respirar el castigado sentía la presión de los pinchos, lo que significaba una dura presión progresiva, con infecciones que causaban gangrena.
3) La doncella de Hierro: Un ataúd que estaba rodeado por clavos en el interior, lo que provocaba que mientras se cerraba la puerta, la víctima era asesinada lentamente. Si el verdugo lo deseaba podía cambiar la posición del castigado para perforarlo en diversos lugares.
2) El garrote vil: Una punta afilada de hierro que causaba una de las peores muertes, pues se introducía en las vértebras cervicales lo que comprimía la tráquea contra un collar fijo que causaba que el reo se asfixiara o bien destruía la médula espinal.
1) La rueda de Catalina: Desnudo, el reo era colocado boca arriba atado de las extremidades a estacas de hierro de la rueda, luego el verdugo golpeaba cada una de las articulaciones del castigado, procurando que no fueran golpes mortales, para extender la agonía.