Por: Gustavo De la Rosa
El domingo, Sin Embargo informó sobre el posicionamiento de la iglesia respecto al llamado Pemexproa. Publicado en el rotativo “La Fe”, la institución religiosa aseguró que la petrolera nacional “ha sido un lastre para los contribuyentes”, que su crisis financiera se debe a que “en lugar de invertir, se gastó en prestaciones increíbles” y que “la riqueza del subsuelo, simplemente, desapareció”.
Es deprimente que una de las voces más influyentes en la conciencia del pueblo mexicano mienta a sabiendas, o sea tan ignorante como para culpar a los trabajadores de la falta de liquidez de la empresa. Pemex no está en quiebra real, ni es una compañía que no pueda pagar sus deudas. Ha sostenido el gasto público del país durante los últimos 20 años.
Sus trabajadores tienen las prestaciones que debieran ganar todos los empleados mexicanos, pero, lamentablemente, se ha condenado a vivir en la miseria a quien sólo tiene su fuerza de trabajo mientras se acusa de ladrón al obrero con mejores condiciones de vida, o que gana más de un dólar la hora.
La Iglesia debe recordar que sus primeros creyentes fueron los esclavos romanos que estaban dispuestos a morir por la fe; porque ahora no sólo los traiciona, sino que los vitupera. No creo que la institución ignore que la extracción de cada barril de petróleo cuesta menos de siete dólares, sueldos y prestaciones de los trabajadores incluidos, mientras se vende en 100 al mercado extranjero.
La madre espiritual de México no puede exhibir esa falta de información, porque entonces ésta se convierte en otra editorialista que justifica el “error de julio”. Hoy, los legisladores empiezan a advertir lo grave y complejo que significará para Pemex competir con las trasnacionales privadas, saben que esta falta de liquidez se va a convertir en una quiebra real y que pronto veremos a la empresa en la ruina y a sus trabajadores con plantones como el de Mexicana de Aviación.
La ven venir, y aunque tratan de tapar los hoyos que le están haciendo a las finanzas públicas no queda salvación. Veamos el futuro de la competitividad energética: En el caso de Pemex, sus ingresos ya están dirigidos a diferentes cajones financieros. En el mejor de los casos podrá disponer de un 20 por ciento de ellos. Mientras tanto, por la otra acera, caminan Standard Oil, Exxon y British Petroleum que pagan (si no evaden impuestos) el 35 por ciento de sus utilidades, no de sus ganancias. Las ganancias son lo que queda después de pagar los costos de producción y las utilidades lo que queda de las ganancias luego de todos los gastos de inversión, pagos a los acreedores y reconstrucción de la compañía. Números más, números menos, las petroleras multinacionales pagarán al estado 10 centavos de sus ganancias mientras Pemex entrega 80.
La petrolera mexicana no tendrá suficiente dinero para saldar sus adeudos ni para las prestaciones laborales, tareas de mantenimiento o inversiones de expansión, y desde luego no podrá revisar el contrato colectivo con mejorías para sus empleados. Poco a poco irá abandonando los pozos petroleros menos productivos por incosteables, que serán tomados por las privadas. Es como si en una carrera de 10 mil metros planos se cargara a uno de los competidores con un saco de cemento sobre la espalda. En esas condiciones, los trabajadores desempleados serán contratados por las trasnacionales con las prestaciones mínimas de ley y los funcionarios harán discursos reconociéndolas como las salvadoras de México por dar trabajo a miles.
No soy pesimista, vivo en Juárez donde la industria maquiladora tiene 50 años de historia laboral contratando a sus obreros por un dólar la hora mientras sólo unas diez familias, que ya viven en Estados Unidos como magnates, se han enriquecido hasta la locura con la venta de terrenos, cajones de cemento llamados plantas industriales y mini casas de Infonavit.
Los únicos ricos que quedan en territorio juarense son los que se dedican al comercio y la industria nacional, aplicando la máxima de que al ojo del amo engorda el caballo o bien, por solidaridad hacia la ciudad. La iglesia también miente al declarar que la crisis se debe a la corrupción del gremio, porque la corrupción está en el dirigente sindical que se apellida Romero Deschamps.
El gremio petrolero son los miles de obreros que con su esfuerzo han sostenido los altísimos salarios de los funcionarios gubernamentales y los gastos públicos de la nación. Tratándolos con justicia, al gremio petrolero le debemos las carreras universitarias de nuestros hijos, los servicios de salud, la endeble seguridad pública y la infraestructura nacional. El corrupto dirigente sindical y sus compañeros de pandilla, a contrapelo, les robaron a los mexicanos.
La iglesia aquí se ha sostenido sobre mitos que con el tiempo han caído, como el de la Virgen de Guadalupe, el cielo, el infierno y los exorcismos. Ahora, con Pemex, quieren inventar un nuevo diablo. Mientras tanto, ¡Viva México! ¡Arriba Juárez!
AGREGADO SOBRE LA LEY BALA
En el artículo de la semana pasada mencioné que era innecesaria la Ley Bala de Puebla, pues sus principios ya existen en tratados internacionales firmados el 17 de Diciembre de 1979 en la Habana Cuba. Algunos comentaristas solicitaron las referencias bibliográficas digitales y se las proporciono:
OFICINA DE LA ALTA COMISIONADO DE LAS NACIONES UNIDAS