Por: Luis Velázquez/@BlogExpediente
Veracruz, México; 15 de julio, 2014.-- El caso de Maryjose Gamboa expone en el tendedero mediático, político y social un hecho incontrovertible: todos los reporteros incómodos del mundo han de vivir a salto de mata, mejor dicho, a la defensiva, pues la elite política suele vivir agazapada, sentada en la banqueta, a la caza, esperando ver pasar enfrente el cadáver del enemigo.
Cierto, toda vida humana es invaluable y la justicia habrá de aplicarse de acuerdo con la ley en un Estado de Derecho.
Pero más allá del accidente automovilístico, se recuerdan aquellos tiempos del Watergate en Estados Unidos, junio 1972, Richard Nixon presidente, cuando descubren su espionaje en el partido Republicano.
Entonces, ocurre una lucha intestina entre las elites políticas y sólo un par de reporteros, Bob Woodward y Carlos Bernstein, de los dos mil que iniciaran el caso, lo siguen hasta la renuncia de Nixon a la Casa Blanca.
El director de The Washington Post, Benjamín C. Bradlee, 87 años, tiene una junta estelar con el par de periodistas y les lee la cartilla.
Uno. Serán ustedes unos reporteros indeseables. Y antes de seguir la investigación, arreglen sus papeles fiscales. Ningún cabo dejen suelto. Por ahí los agarrarán, cuando Nixon y su gabinete sepan que ustedes rastrean información que ellos, como políticos, ocultan siempre.
Dos. A partir de hoy prohibido ir a las cantinas, a los antros de mujeres nudistas, a las casas de citas. Les pueden tender una trampa y caer.
Tres. También queda prohibido salir de noche. La noche es mala compañía. Se presta a todo. Además, acuérdense les dice, “la noche tiene más ojos que el día”.
Cuatro. El par de reporteros eran solteros y no obstante el director les advierte: si tienen una amante, por lo pronto, hasta aquí llegaron. Es una parte frágil y débil para que les pongan una trampa.
Solo así, bajo tal disciplina militar, el par de reporteros llevó con éxito el caso Watergate, y más si se considera que todo el peso y la fuerza del sistema político más poderoso del planeta, la Casa Blanca, estaba en contra de ellos y todos los días los desacreditaban y ponían trampas.
Es la vida, pues, de los reporteros incómodos. Unas reglitas sencillas, sencillitas que con frecuencia se olvidan, cuando, y en contraparte, la elite política dañada en su nombre y prestigio vive a la caza del primer resbalón, el primer desliz, el primer error del reportero indeseable para echarle cacería.
TODO REPORTERO INCÓMODO VIVE A LA ORILLA DEL PRECIPICIO
Maryjose ha ejercido un periodismo crítico. Y ahí están las consecuencias.
Si iba en estado inconveniente. Si manejaba con exceso de velocidad. Si eran las 2, 3 de la mañana y qué hacía en la calle. Si la dirección de Tránsito quiso cambiar el informe.
Si será dejada en libertad. Si continuará detenida. Si la primera marcha de los familiares del chico atropellado y muerto reclamando justicia. Si la protesta de Antorcha Campesina. Si las firmas que levantaban en solidaridad en la estación del ADO y ayuntamiento.
El hecho está consumado. Y seguirá su curso legal. Pero las observaciones de Benjamín Bradlee son vigentes en cualquier latitud del mundo.
Y es que, además, así se cuide un reportero incómodo, el hilo se rompe en el momento inesperado.
Ahí está, por ejemplo, el asesinato de Manuel Buendía, el columnista más respetado del siglo XX en México y un feroz, implacable crítico de los políticos, que ultra contra súper documentaba su columna “Red privada”.
Decía: “Soy buen tirador y siempre ando armado. Y solo podrán matarme por la espalda, a traición”.
Y por la espalda lo mataron la tarde del 30 de mayo de 1984, saliendo de su oficina, cuando el presidente Miguel de la Madrid iba en el segundo año de su gobierno.
Y en aquel entonces siempre fue sostenido que el autor intelectual de su asesinato había sido su amigo José Antonio Zorrilla, director de la Policía Federal, a quien descubriera malas amistades con los carteles.
Es decir, ni tomando todas las precauciones, Buendía, un reportero crítico, pudo salvarse, pues todos los días raspaba las fibras íntimas de los políticos y como tal vivía a la orilla del precipicio.
APLICAR LA LEY EN PARTE Y PARTE
Los hechos, hechos son.
Una vida humana ha sido cortada. Y una familia ha quedado en el desamparo. Y habrá de ser indemnizada según la ley si es que la justicia se aplica, como se espera.
Y de igual manera, la ley es clara para aplicarse en el caso de Maryjose, sin tintes ni pasiones políticas, sin el hígado de por medio, pues ya de por sí cargar un muerto en la conciencia es una pesadilla.
La ley es clara y así habrá de aplicarse cuando se deje en libertad al juez para sopesar, calibrar y evaluar los hechos y circunstancias y dictaminar, sin necesidad de que los antorchistas y demás incendien la plaza pública.
No obstante, habría de recordar un par de antecedentes: la ley aplicada a Maruchi Bravo Pagola cuando el caso de los twitts que desestabilizaron a los padres de familia, y a quien sacaran semidesnuda de su casa, y la ley aplicada al reportero Carlos de Jesús Rodríguez, con lo ocurrido en el penal de Pacho Viejo, donde por poco y se les muere…
FUENTE: EL PIÑERO DE LA CUENCA