Increíble, pero cierto.
Mientras el gobernador del Estado, Javier Duarte gasta dinero a manos llenas en
sus francachelas en “La Cantinita” y otros antros del puerto de Veracruz y
Xalapa, sus empleados pagan botellas de vino Petrus y él mismo gusta del Vega
Sicilia para acompañar sus cortes preferidos, y con el “general” Arturo
Bermúdez Zurita, y el “fiscal” Luis Ángel Bravo Contreras se dan vida de reyes,
en el penal de mediana seguridad La Toma, del municipio de Amatlán de los
Reyes, ¡están cocinando los alimentos de los internos con leña! Sí, leyó usted
bien, con leña, porque no hay dinero para comprar y llenar el tanque de gas
licuado de petróleo, y pese a las protestas de los internos, nada se hace para
solucionar el problema.
Ni Oscar Sánchez Tirado
(a) “El Mesié”, dizque director de Prevención y Reinserción Social, ni nadie se
preocupa de esta situación que ha llegado a generar descontento entre la
población de internos de ese reclusorio, construido en la época en que Miguel
Alemán Velasco fue gobernador de Veracruz junto con el de Villa Aldama y el de
Papantla. En esos años, La Toma llegó a ser un reclusorio modelo, y su director
en aquellos tiempos, Mario Asdrúbal Pérez Barrera, llegó a ganar un
reconocimiento a nivel latinoamericano por ser titular del único penal en todo
el hemisferio sur en estar libre de drogas y de prácticas corruptas y mafiosas,
los reos estaban separados en secciones según su condición –los de alta
peligrosidad como homicidas y narcotraficantes en un área; los prisioneros
comunes en otra-, y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) le llegó a
mencionar como “reclusorio modelo” a nivel nacional.
Hoy, la situación es muy
diferente. El aquel entonces director de La Toma, ahora maneja un taxi, pues
fue despedido de manera arbitraria por estorbar a los intereses del grupo
mafioso que llegó al poder, y no importó su experiencia de 45 años en el
sistema estatal. La Toma es tierra de nadie, pues es un hecho que al interior
existe un autogobierno manejado por los reos más peligrosos que trafican con
drogas, armas, equipos de radiocomunicación, y la situación es muy similar en
otras cárceles del estado, en donde quizá también se cocine con leña, o peor
aún, ni siquiera haya alimentos qué cocinar. Pero qué tal “la vida loca” de los
duartistas, en todo su apogeo.