La inseguridad es uno de
los principales factores que incide en la baja de la popularidad de Enrique
Peña Nieto y la causante de que su partido, el PRI, pierda importantes
posiciones no sólo en la Cámara de Diputados, sino también gubernaturas,
presidencias municipales y diputaciones locales en la próxima elección intermedia.
El número de personas ejecutadas en México ha aumentado en alrededor de un 300
por ciento, y ya se ubica en alrededor de 160 mil personas asesinadas, asegura
el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que encabeza Javier Sicilia.
Junto
con la corrupción y el fracaso en el ámbito económico de la presente
administración federal, completan el escenario electoral que hace prever una
baja participación de la ciudadanía el próximo 7 de junio. Los escándalos de
corrupción partidista, en los que están involucradas las tres principales
fuerzas políticas del país, dirigencias políticas partidistas cada vez más
alejadas de los reclamos ciudadanos y los llamados en algunas entidades a
boicotear la realización de las elecciones, completan la combinación perfecta
para incrementar el abstencionismo en los comicios intermedios.
Voces
autorizadas como la de monseñor Raúl Vera López consideran que tenemos un
gobierno que no sólo tolera la violencia, sino que es un gobierno criminal. Las
reformas constitucionales –agraria, laboral, energética y la más reciente que
busca privatizar el agua- son auténticas salvajadas. “Debemos trabajar para
frenar esto, para cambiar las estructuras… No hablo de una revolución violenta,
están los caminos del derecho internacional, de la recurrencia a las cortes
internacionales para denunciar los crímenes de lesa humanidad”.
El
crimen organizado, que funciona como una empresa más, es socio en este modelo
neoliberal. Los cárteles son otros acumuladores de riqueza con métodos tan
carentes de ética como las que caracterizan al mundo económico, sostiene Vera
López. Añade que la administración de la justicia no ha sido una característica
fundamental para afrontar esta serie de situaciones, vivimos una descomposición
fundamental en la que la ética se ha ausentado de la política y la economía.
La
transición a la democracia es un proyecto frustrado en México. Del control de
la ciudadanía de los procesos electorales con el IFE, se pasó al control de los
partidos de todo el proceso electoral con la conformación, por cuotas
partidistas, del Instituto Nacional Electoral (INE). Con su empoderamiento, los
partidos políticos han demostrado un gran desprecio hacia los ciudadanos, que
cada vez se sienten menos representados por los institutos políticos, que no
obstante los escándalos políticos, han presentado candidatos impresentables, lo
que eleva el nivel de descrédito y elimina los incentivos de la sociedad para
ir a votar.
Históricamente,
el abstencionismo en elecciones intermedias ronda el 60 por ciento en promedio,
pero a escala regional factores como la inseguridad suele disparar esos
índices, como ha sucedido en Chihuahua, Michoacán o Guerrero, donde han
superado el 70 por ciento del padrón electoral. Es precisamente en esas
entidades, donde prevalece la pobreza, el narcotráfico es cuestión de todos los
días, y hay una debilidad institucional, donde están los focos rojos para las
próximas elecciones.
El
desánimo social frente a las elecciones se ha generado desde la propia
residencia oficial de Los Pinos, con los escándalos de corrupción que han
impactado a Enrique Peña Nieto, a su esposa y a su poderoso ministro de
Hacienda, Luis Videgaray. Pero también han sido involucrados en éstos
personajes destacados de la oposición como el gobernador de Sonora, el panista
Guillermo Padrés, o el ex jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard
Casaubon, con el escándalo de la Línea 12 del Metro, o el ex gobernador de
Guerrero, Ángel Aguirre, cuya caída es consecuencia del caso Ayotzinapa y de la
comprobación de tener una familia ligada al narco que no le es ajena.
Todos
estos escándalos han desgastado al PRI, al PAN y al PRD, pero no han
fortalecido a otras opciones políticas. Incluso, se pretende que se vote por
los mismos personajes que se han visto involucrados en estas polémicas, como el
propio Ebrard, o el ex delegado de Iztapalapa, Jesús Valencia, en el caso del
PRD. Por lo que toca al PRI, es ilustrativo el caso del ex dirigente Cuauhtémoc
Gutiérrez, quien logró colocar a su madre como candidata una vez que
comprobaron que a ella no la ponía a “talonear” como lo hacía con las empleadas
de ese partido.
El
desprecio de los partidos por los ciudadanos se demostró porque en ninguno de
ellos se dieron procesos democráticos para sacar a los candidatos a los cargos
de elección. Estos fueron seleccionados por “dedazo”, y en muchos casos se optó
por abanderados que están involucrados en los escándalos mencionados, con lo
que se apostó a la “marca” del partido. De ahí que se postulara a futbolistas,
artistas, payasos, y se hiciera de lado a candidatos ciudadanos.
En
esta elección, los partidos le apuestan a su “voto duro”, que definitivamente
está a la baja pero que aún puede ser utilizado por los institutos políticos
para alcanzar sus metas electorales. Ejemplo de esto es el PRI, que sigue
siendo el partido con mayor identidad partidista. Sin embargo, sigue aumentando
el fenómeno de que los electores votan más por el candidato que por el partido,
lo que aumenta las probabilidades de triunfo de los llamados candidatos
independientes, pero que tengan experiencia política.