La decepcionante administración
de Enrique Peña Nieto adelantó la carrera presidencial de 2018. Las fallas en
el terreno de la gobernabilidad y la seguridad pública, la militarización del
país, las incumplidas promesas de crecimiento económico, la corrupción y la
impunidad, le han cerrado el margen de maniobra para construir una sucesión a
modo. Los yerros en el terreno económico y la “casa de Malinalco” cancelaron
las posibilidades de Luis Videgaray. Las fallas en la seguridad pública nacional
eclipsaron a Miguel Ángel Osorio Chong. Sólo quedan el delfín Aurelio Nuño, con
un tigre en la CNTE enfrentada a la SEP, y un as bajo la manga negra que podría
ser José Antonio Meade, a cargo de la maquinaria electoral en que han
convertido a la Sedesol.
Pero ninguno de los anteriores prende el entusiasmo del
electorado mexicano, que tiene su vista puesta en un verdadero cambio, con un
candidato opositor: Andrés Manuel López Obrador, que ya les lleva mucha ventaja
–más de 3 millones de spots- por su conocimiento de la geografía nacional, su
experiencia como candidato presidencial y su congruencia política. Panistas y
priístas lo quieren parar a como de lugar, pero se encuentran entrampados en
sus negociaciones para anular al líder de Morena. Sus componendas se ha
empantanado porque el PRI no acepta que haya segunda vuelta electoral, y el PAN
permitiría que se mantenga la campaña anticipada de López Obrador rumbo a las
presidenciales de 2018.
Los panistas admiten que “a estas alturas ya no podemos
modificar las reglas para el proceso electoral de 2016, por lo que el hecho de
revisar el modelo de comunicación política no va a permitir frenar la campaña
anticipada que hoy vemos todos, porque la legislación ya no se puede cambiar”.
Pero el líder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, enfila sus
baterías a desparecer a Andrés Manuel López Obrador de los medios de
comunicación. Horacio Duarte, representante de Morena ante el Instituto
Nacional Electoral (INE), considera que “de ese tamaño es el miedo que les
genera. Nos queda claro que jamás escucharemos de Manlio, por ejemplo, respecto
a las violaciones de su partido, y también de su aliado el PVEM, que debió
perder el registro como partido”.
Según Duarte, el PRI y el PVEM, junto con los otros partidos
satélites, “se perfilan para regresar al modelo de comunicación en donde los
partidos puedan comprar a su antojo tiempos en radio y televisión, generando
jugosos contratos con sus amigos de las televisoras más importantes del país.
También señaló que Beltrones parece ser el jefe de algunos consejeros del INE,
porque “en Morena nos parece lamentable el grado de sumisión y captación que
ciertas autoridades tienen hacia algunos personajes de la vida pública del
país”.
No le falta fundamento a los razonamientos de Duarte. El líder
del PRI no puede ver ni en pintura a López Obrador. En la semana, durante la
Mesa Política del Foro “Para entender a México”, organizado por un diario
capitalino, Beltrones se refirió al ex candidato presidencial en estos
términos: “no me preocupa que aparezca en spots, lo que me preocupa es que, en
2006, el país estuvo a punto de un grave problema constitucional porque este
señor alegó falta de equidad en el proceso electoral y acusó a Felipe Calderón
de ser un presidente ilegitimo”. Y abundó: “el problema no es esta persona que
ahora anda otra vez martirizándose, que esta mente retorcida que sólo emite
descalificaciones y nunca una buena idea, haga una campaña anticipada, lo que
me preocupa es que nuevamente vuelva a acusar falta de equidad en procesos electorales,
pues aunque la ley se modificó en 2007 para evitar que esto se volviera a dar,
nuevamente existe esa amenaza”.
EPN APUNTALA A AMLO
Las preocupaciones del dirigente nacional del PRI tendrían que
centrarse en cómo hacer desaparecer en el imaginario nacional las fallas de la
administración de Enrique Peña Nieto, que son las que realmente han apuntalado
la campaña, anticipada o no, de Andrés Manuel López Obrador.
No hay que pasar por alto que el gobierno de Enrique Peña Nieto
tiene el menor nivel de aceptación registrado históricamente en nuestro país.
El regreso del PRI a la Presidencia de la República no se ha reflejado en
mejores condiciones de vida, crecimiento económico, seguridad y paz pública.
Todo lo contrario. Se ha despojado al país de su patrimonio y en medio de una
severa crisis de violaciones a los derechos humanos no impera el Estado de
Derecho. A la mitad de la gestión de Peña Nieto sigue imperando en el país un
ambiente de inseguridad generalizado, con los delitos de alto impacto, como los
homicidios dolosos, a la alta.
La economía registra un crecimiento mediocre de 1.8% del PIB
promedio anual, insuficiente para cubrir las necesidades de la población y la
demanda de empleo formal y bien remunerado. Las finanzas públicas se mantienen
a flote no por la fortaleza de la economía o por la honradez de la
administración pública, sino por un endeudamiento que alcanza casi la mitad del
Producto Interno bruto y por la recaudación fiscal que recae fundamentalmente
en los contribuyentes cautivos.
Más personas han caído en situación de pobreza y cada vez más se
profundiza la desigual distribución del ingreso. Las reformas estructurales no
han generado los resultados esperados. La impunidad y la ausencia de un control
institucional para el manejo transparente de los recursos públicos, rendición
de cuentas y la sanción para quien infrinja la ley, representa una afrenta más
al pueblo mexicano.
México es el imperio de la corrupción y la impunidad. De acuerdo
con evaluaciones de Transparencia Internacional y de organismos no
gubernamentales del país, la percepción de la corrupción es muy alta. En el
índice de percepción de la corrupción de 1998 al 2013, México cayó 51 lugares
en 15 años, del sitio 55 al 106 de entre 377 países.
La corrupción del sector público ha infectado al sector privado.
El Instituto Mexicano para la Competitividad presentó esta semana un informe
sobre la corrupción, en donde se exponen datos que son demoledores para este
país, pues el 46 por ciento de los empresarios reveló que autoridades
gubernamentales les piden soborno a cambio de contratos y/o oportunidades de
negocios, y que la corrupción en el país cuesta 900 mil millones de pesos
anuales, es decir, hasta un 5 por ciento del Producto Interno Bruto.
La impunidad es espeluznante. La Comisión Nacional de Derechos
Humanos ha señalado que de 12 millones de delitos al año sólo se sentencian a
120 mil, es decir, el uno por ciento. La Universidad de New York declaró que
México ocupa el lugar 77 de 96 lugares en niveles de impunidad, narcoviolencia
e inseguridad.
Estos son los hechos que apuntalan la campaña de López Obrador y
que llenan de inquietud a los jerarcas del PRI porque no tienen como responder
al electorado ante este adverso panorama.
Para Enrique Peña Nieto, el tabasqueño se ha convertido en una
obsesión a la que califica de “populismo” y considera su Némesis. Sin
nombrarlo, se lanzó contra el dirigente de Morena en su discurso, en julio, al
recibir el abrazo de la jerarquía del PRI; al rematar su informe de tercer año
de gobierno, en Palacio Nacional; y en la tribuna internacional más importante,
en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
La arenga presidencial contra el “populismo”, es traducida por
los analistas políticos como un intento por concentrar el voto duro del PRI,
esperando que le alcance, con la contribución de sus aliados satélites, para
retener la Presidencia de la República en 2018.
De ahí también que sea el PRI el más interesado en impulsar las
candidaturas independientes, con el fin de dividir el voto opositor, lo que
beneficiaría al candidato priísta.
En la próxima campaña presidencial, tal vez se vea un escenario
de “todos contra AMLO”. Es decir que a la estrategia del PRI se sumarán el PRD
de Agustín Basave y el PAN, más cercano al proyecto priísta que al cambio de
modelo que propone el tabasqueño.