Luego de que familiares de
cinco jóvenes de Playa Vicente denunciaran su desaparición el pasado 11 de
enero, diferentes casos en Tierra Blanca han sido retomados. La gente ha
decidido sacudirse el miedo y exigir el esclarecimiento de sus investigaciones,
como el caso de una madre que exige la búsqueda de su hijo y tres personas más,
desaparecidas hace tres meses en esa zona.
Por Miguel Ángel León Carmona
Ciudad de México, 27 de enero (SinEmbargo/BlogExpediente).- “Venir a Tierra Blanca me causa mucho temor, pero yo debo de seguir preguntando en el Ministerio Público por el paradero de mi hijo. Hace tres meses que me lo desaparecieron junto a otros tres de sus compañeros. Se los llevaron con todo y motocicletas. No hay rastro de ellos, es lo único que me dicen las autoridades”.
La señora Elvia Licona Hernández, por primera vez, narra la desaparición forzada de su hijo, José Abraham Barrera Licona, de 21 años de edad, ocurrida el pasado 9 de octubre en la localidad de Joachín, perteneciente al municipio de Tierra Blanca, Veracruz, de acuerdo con la declaración 1095/2015/IV.
Los nombres de las otras tres personas privadas de su libertad son Daniel Fernández Ramírez, David Ruíz Pérez y Elizabeth Benítez Salamanca.
La madre del más joven de los desaparecidos, oriundos de Veracruz, comparte invadida de angustia y decepción el inicio de la tragedia, sucedida hace 109 días. Las diligencias a las que ha asistido son gracias a “aventones” que le dan sus conocidos.
“Los días siguen pasando y no hallan un sólo indicio. Quisiera venir todos los días y presionar, pero tampoco tengo dinero”.
A raíz de que la dependencia municipal fue tomada por los familiares de los cinco jóvenes de Playa Vicente, levantados el pasado 11 de enero, diferentes casos en Tierra Blanca han sido retomados por los padres de familia, la gente ha decidido sacudirse el miedo y exigir el esclarecimiento de sus investigaciones, tal es el caso de doña Elvia Licona Hernández.
“Si no venía antes la gente, supongo que es por miedo, ellos viven acá y ya ve cómo están las cosas de calientes. Yo siempre le pido a Dios que me acompañe, porque primero está mi hijo que mi seguridad” comparte sin titubear la ama de casa de 41 años.
Sentada junto a los retazos de colchonetas donde acampan desde hace 17 días los padres de los cinco muchachos de Playa Vicente, decide dar un golpe de valentía y con voz sigilosa comienza a desgajar los funestos recuerdos de su hijo; describe la identidad del ser humano que ha sido desaparecido, además, detalla la entorpecida búsqueda por parte de las autoridades municipales y estatales.
“Yo como soy sola y madre soltera se aprovechan de mi situación, van tres meses que me hacen dar vueltas y vueltas y no me dicen si mi niño está vivo o está muerto. No hay resultados. No son dignos ni de hablarme por teléfono para engañarme que están buscando, nada”.
“ERA UNA SALIDA MÁS EN MOTOCICLETA“
El 9 de octubre de 2015, José Abraham Barrera Licona reportó que acompañaría a un matrimonio, compañeros de su club de motociclistas, a la localidad de Joachín, en Tierra Blanca. La pareja recogería unos documentos de carácter oficial, al parecer una boleta de calificaciones. “Era una salida más en motocicleta”, se aflige la madre desde el comienzo de la entrevista.
Ante la invitación en un grupo de WhatsApp por parte de David Ruiz Pérez, a una salida a carreteras veracruzanas, José Abraham Barrera y Daniel Fernández Ramírez se ofrecieron en acompañar al señor de 45 años y su pareja Elizabeth Benítez Salamanca. Los compañeros ya habían visitado anteriormente ciudades como Orizaba, Tlaxcala y El Tajín.
Doña Elvia Licona no desconfió del recorrido. “No te preocupes, mamá, antes de las seis ya estamos de regreso”, comentó el ahora desaparecido. Entonces, le despidió una santiguada en la frente antes de colocarse el casco de seguridad.
José Abraham Barrera salió el viernes 9 de octubre de 2015, en punto de las 8:00 horas, a bordo de su Italika FT, motor 150, color roja, modelo 2011, con número de placas 2SST3. “Se la compró a un primo. Mi hijo ahorró lo de varias quincenas para conseguirla”.
Las características de los otros dos vehículos que salieron aquella mañana fúnebre de viernes son: una motocicleta Pulsar NS 200, Bajaj, en tonos blancos y negros. Pertenece a Daniel Fernández Ramírez. Además de una Carabela Enduro, en colores blancos y rojos, con la llanta trasera Todo Terreno, su dueño, David Ruiz Pérez.
El grupo de amigos encendió los motores y emprendió el camino a lo que se convertiría su último destino registrado. 97 kilómetros los distanciaba de su fatal destino. Se estima que llegaron a Joachín, en punto de las 10:00 horas, pues ahí doña Elvia Licona perdió contacto con su hijo. “Me comentó que por ahí la señal es mala, así que no me preocupé”.
Una hora más tarde recibiría el último registro vitalicio del joven de 21 años y sus tres acompañantes. Una fotografía que la madre comparte desde su equipo celular, para luego ponerla junto a su pecho y llorarla. La imagen fue enviada del número de David Ruíz Pérez.
En la evidencia gráfica se aprecian tres personas a la orilla de un río de Joachín. A José Abraham Barrera se le ve en cuclillas, acariciando el agua, apoyado en un terreno fangoso.
“Puedo asegurarle que mi hijo se ve tranquilo, no dejo de ver la foto y él estaba feliz sintiendo el agua”, traduce Elvia Licona el comportamiento de su desaparecido.
“NO HE VUELTO A SABER DE MI MUCHACHO”
El tiempo siguió gastándose, hasta cumplirse la hora de regreso que Abraham Barrera había pronosticado. La preocupación invadió el cuerpo de la madre a las 03:00 de la madrugada del sábado 10 de octubre, no había señales de los cuatro viajeros. “José seguía sin marcarme y eso es muy raro en él. Es de las personas que no llega tarde a la casa”.
La madre esperó a que amaneciera, entonces solicitó a su pareja que la acompañara hasta Joachín. En el camino llamó a familiares, amigos, pero las noticias seguían siendo negativas.
En la localidad, la gente le confirmó haberlos visto primero en el parque central, posteriormente sujetos a bordo de una camioneta blanca los levantaron (Expediente 1095/2015/IV).
Alarmada, regresó al Ministerio Público de Veracruz a interponer su denuncia de desaparición, no obstante, las autoridades encargadas le recomendaron regresar a Tierra Blanca, al municipio donde se habían suscitado los hechos. Para ese entonces 24 horas ya se habían tirado por la borda.
La denuncia ante el Ministerio Público de Tierra Blanca, tuvo que aguardar hasta el domingo 11 de octubre de 2015, el caso de los cuatro desaparecidos le fue asignado al comandante Hugo Eloy Pérez Garzón, quien aseguró ponerse a averiguar de inmediato.
Sin embargo, han pasado tres meses desde la múltiple desaparición y sencillamente no hay respuestas. Tampoco hay pistas de las cuatro personas, ni de las tres motocicletas en que viajaban.
JOSÉ ABRAHAM, EL MOTOCICLISTA BESUCÓN
“Mi besucón”, así le llama en afecto la madre. “Donde quiera que él nos ve se pone a darnos de besos en todas partes; en el cuello, en la cara. Su abuela le dice que parece un gatito, porque se pone a acariciarnos con sus mejillas, hasta parece que ronronea”.
La madre, invadida de llanto, describe al desaparecido como un joven alegre, cariñoso, que no se mete en problemas, pertenece a un grupo de jóvenes católicos, mismos que rezan por su paradero. A José Barrera le gusta dormir, estar jugando en la computadora, ver películas de caricaturas, son algunos de sus pasatiempos.
En el expediente ministerial se reportan sus características físicas: tez morena clara, cabello lacio a la altura de los hombros, ojos pequeños y redondos, nariz aguileña, mentón pronunciado, de complexión delgada, alcanza el metro con 70 centímetros, como seña particular tiene una perforación en la oreja izquierda.
Desde hace 15 años se incursionó en el mundo de los ciclomotores, decidió estudiar hasta el primer grado de secundaria para dedicarse a ayudar en los gastos de su madre y su hermana menor. El producto de su empleo le da para ganar hasta mil 200 pesos semanales.
“Le pido a Dios que me devuelvan a mi hijo, que entiendan que es una buena persona. No pienso buscar culpables. Es una incertidumbre muy grande saber si mi niño come, si con estos fríos le dan aunque sea una cobija para taparse, es algo desesperante.“Regrésenme a mi hijo, es lo único que quiero. Llevármelo a mi casa, abrazarlo y decirle que lo amo, es todo lo que pido”, petición de una madre temblorosa sollozando.
SÓLO DE AVENTÓN PUEDO VENIR AL MP
Si algo trajo a doña Elvia Licona hasta Tierra Blanca, un sitio al que ella misma adjetiva como “caliente”, es la necesidad por recuperar a su hijo. No habría podido trasladarse sin la ayuda de un conocido, quien le ahorró el pasaje de ida y la acercó al Ministerio Público.
A la madre hace siete días le notificaron que se habían dado cambios administrativos, particularmente en su investigación, que debía acudir a las instalaciones municipales para presentarle al nuevo comandante comisionado, además de darle avances de su caso.
“Hubiera venido antes, pero apenas junté para mi traslado, si por mí fuera estaría aquí todos los días, como los padres de estos muchachos de Playa Vicente, se lo juro, pero en mi caso no se puede” comenta, impotente, la madre.
El tiempo aproximado de traslado, desde la colonia La Pochota, Veracruz, es de dos horas con treinta minutos. El reporte para doña Elvia Licona, sacudida por la ansiedad de saber nuevas noticias, le es resumido en 120 segundos, dos minutos. “No se ha encontrado ningún rastro, señora. Seguiremos buscando. A sus órdenes soy el comandante Roldán y llevaré su caso”.
“Me parece injusto que gasté tanto para que ahorita que vengo me digan que no se ha encontrado nada y que no hay más noticias. ¿Acaso no pudieron llamarme y decirme esto por teléfono? nada más se burlan de mi pena; qué tristeza”.
Doña Elvia Licona limpia el rímel corrido en sus ojos llorosos y se percata que ya es tarde, el miedo que le produce Tierra Blanca le prohíbe incluso viajar de noche. Sin embargo, no se retira del inmueble sin antes despedirse de los familiares de Playa Vicente, les agradece su valentía. Desgracias similares se tienden la mano y se solidarizan ante la podrida tragedia.