Para entender el innegable vínculo política-dinero-corrupción
que hoy tiene a Javier Duarte a un paso de la cárcel, y a Enrique Peña Nieto en
caída libre dentro de un pozo negro y sin fondo, debemos remontarnos a la
madrugada del 27 de enero de 2012. Lugar: el Aeropuerto Internacional de
Toluca. Procedente de Xalapa, una avioneta del gobierno de Veracruz –
encabezado por el priista Duarte-, con matrícula XC-CTL, aterrizó con 25
millones de pesos en efectivo dentro de la panza. La fortuna era...
Fuente [Sin embargo]
*Dinero
y política, el sello priista
Para
entender el innegable vínculo política-dinero-corrupción que hoy tiene a Javier
Duarte a un paso de la cárcel, y a Enrique Peña Nieto en caída libre dentro de
un pozo negro y sin fondo, debemos remontarnos a la madrugada del 27 de enero
de 2012. Lugar: el Aeropuerto Internacional de Toluca.
Procedente
de Xalapa, una avioneta del gobierno de Veracruz – encabezado por el priista
Duarte-, con matrícula XC-CTL, aterrizó con 25 millones de pesos en efectivo
dentro de la panza. La fortuna era custodiada por uno de los hombres de confianza
de Duarte: Miguel Morales Robles. El dinero iba bien acomodado en dos maletas.
Cuando
a Morales Robles le preguntaron el origen y el destino del dinero, no supo qué
decir. Se limitó a mostrar un oficio firmado por el Subdirector de Operación
Financiera de la Tesorería Estatal veracruzana. El personero de Duarte fue
trasladado a las oficinas de la PGR. El caso quedó registrado bajo la AP
PGR/MEX/TOL-VI/310A/2012.
El
gobierno de Duarte respingó y reclamó que les devolvieran el dinero porque,
aseguró, era para financiar la Cumbre Tajín a celebrarse en el estado.
En
realidad, la PGR no tuvo que investigar demasiado para conocer el destino final
de los 25 millones de pesos: la campaña del candidato del PRI a la Presidencia,
Enrique Peña Nieto. Así se lo hicieron saber al entonces presidente Felipe
Calderón, quien dejó pasar el evidente financiamiento ilegal que, de haberse
penalizado hasta sus últimas consecuencias, hubiera significado anular a Peña
como candidato presidencial y detonar el desplome del PRI a solo seis meses de
la elección. Casi nada.
Pero el
gobierno de Calderón nada hizo ante el flagrante delito electoral. Lo dejó
pasar. Y Peña Nieto ganó la elección.
A
Javier Duarte tampoco lo molestaron.
Todo
apunta a que ese dineral sirvió, finalmente, para fondear la campaña de Peña
Nieto. Sin investigación seria de por medio. Sin castigo. En abierta impunidad.
Pero en
política, el destino que ayer ayudó, hoy puede hacer daño.
Quién
diría que cuatro años después, Javier Duarte – financiador de la campaña de Enrique
Peña Nieto, quien presentaba, orondo, al gobernador veracruzano como parte del
“nuevo PRI”-, estaría a punto de ser encarcelado por una presunta malversación
por 500 millones de pesos durante su administración. (Incluyamos el desastre
absoluto con la alta violencia, los periodistas asesinados, la descomposición
política y el carnaval de corrupción que aún se sigue dando en Veracruz).
Así,
hoy nos queda más que claro un fenómeno:
Si Cae
Duarte, cae Peña Nieto.
¿Por
qué?
Por una
razón contundente:
A estas
alturas, Javier Duarte está arrinconado y enfurecido. Reportaba el periodista
Wilbert Torre que en Los Pinos ya hubo un enfrentamiento entre escoltas y el
EMP cuando Duarte quiso ver por la fuerza y sin cita previa a Peña Nieto.
Duarte vociferó amenazas.
Con la
espuma en la boca, Duarte denuncia penalmente al periódico Reforma por “daño
moral” y solicita que nada sobre su persona sea publicado en ese medio, en una
especie de censura judicializada. Duarte lanza mordidas perrunas a quien se le
acerque.
Embravecido,
Duarte parece estar ya prófugo de la justicia, tras confirmarse la orden de
aprehensión girada en su contra la noche del lunes pasado. Oficialmente, el ex
gobernador de Veracruz es perseguido por la justicia mexicana.
Sin
embargo, en Los Pinos hay un temor creciente:
Javier
Duarte le sabe muchas cosas negativas a Enrique Peña Nieto, y está dispuesto a
abrir la boca con tal de no pagar, él solo, los desastres que dejó a su paso en
Veracruz. No se hundiría solo. Intentaría llevarse en su derrota nada menos que
al presidente de la República.
Hoy,
Duarte es una fiera herida a salto de mata. Y ya lo sabemos: no hay hombre más
peligroso que el que está arrinconado.
Y si en
algo Javier Duarte no mintió, fue cuando, en corto, confió que Peña Nieto le
tenía reservado un lugar dentro del gabinete presidencial, como premio a sus
lealtades político-financieras-electorales. Duarte ya se veía despachando en la
ciudad de México, cercano a su amigo y beneficiado. El Presidente se lo había
prometido.
¿Qué
ocurrió entonces?
Que
tanto Duarte como Peña Nieto – y como tantos políticos-, olvidaron una máxima:
la soberbia es el pecado de los estúpidos.
Y por
soberbios y estúpidos, nada menos, cayeron en desgracia.
Duarte,
con un Veracruz destrozado.
Peña,
con un México derrumbado.
*****
Si en
Los Pinos se creía que los escándalos en torno a Peña Nieto: la casa blanca de
la familia presidencial, las manipulaciones y omisiones sobre Ayotzinapa, la
casota de Luis Videgaray, la desafortunada visita de Donald Trump, la
corrupción, etc., ya no llegarían a mayor daño, pues se equivocaron: Javier
Duarte, otro priista, podría ser el clavo cuasi definitivo para el maltrecho
ataúd peñista.
Y en
toda esta comedia que hiede a corrupción, hay un elemento clave: Miguel Ángel
Yunes, ex priista y panista por conveniencia, quien ha declarado que al asumir
la gubernatura el uno de diciembre próximo, va a “cimbrar al país” con
información delicada.
¿Cuál
sería esa información?
Pues no
se necesita ser adivino para saber que se acabaría por destapar los nexos financieros
entre Javier Duarte y Enrique Peña Nieto quienes, ilusos, creyeron que jamás se
sabrían las porquerías monetarias que hicieron desde 2012 y que todo quedaría
sepultado bajo la complicidad de los medios oficialistas y los valores
entendidos con el PAN y el gobierno de Calderón.
Pero no
fue así.
Duarte
y Peña Nieto – astillas de la misma madera priista-, se confiaron porque jamás
entendieron que los nuevos tiempos del país, a pesar de la corrupción política
y el silencio de plumas y medios oficialistas que todos conocemos, hoy tienen
otras formas de investigación, denuncia y difusión de los abusos del poder,
además de que, para fortuna de México, siempre habrá otros medios y periodistas
dispuestos a exhibir la podredumbre gubernamental.
Dos
priistas bajo una misma sombra: la sombra de la corrupción.
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@_martinmoreno
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Martin Moreno