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TEXTO IRREVERENTE
02 February, 2018 07:11:00
Por Andrés Timoteo
A la ristra dolorosa de jóvenes
–hombres y mujeres- engullidos por la ola de violencia en Veracruz, se acaba de
engarzar el caso de la adolescente Kimberly Kristel Jalil Rosete, originaria de
Orizaba y que permanecía en calidad de desaparecida desde el 29 de noviembre
del 2017. Ya no está ausente. Sus restos se localizaron en una fosa clandestina
ubicada en un paraje del municipio de Ixtaczoquitlán.
Kimberly tenía 17 años cuando
desapareció. Hubo denuncia, se hicieron pesquisas, pero no se le pudo recuperar
con vida. Su cadáver se localizó tras la confesión de dos sujetos
involucrados en su plagio que fueron detenidos hace días, según afirman las
autoridades. Kimberly es el nuevo nombre de una historia vieja, de muchas historias
ya sabidas y ya lloradas. ¿Cuántas jovencitas hay desparecidas en Veracruz?
Cientos, quizás miles. ¿Cuántas han sido localizadas ya sea vivas o muertas?
Pocas en comparación con los reportes de ausencias. De la mayoría no se ha
vuelto a saber nada.
El caso nos regresa a la realidad
descarnada de que Veracruz es una estepa donde los lobos deambulan noche y día,
y saltan sobre nuestros jóvenes. Es responsabilidad de las autoridades, por
supuesto, ubicar y enjaular a esos lobos, pero también es responsabilidad de
los padres de familia cuidar a las potenciales víctimas de las jaurías. En un
contexto de ‘guerra irregular’ nadie se debe confiar de una acción
institucional porque esa confianza es la diferencia entre la vida, la muerte y
la ausencia eterna.
La zona centro y en concreto el
corredor fabril de Orizaba es uno de los puntos de alto riesgo para las mujeres
por los feminicidios y las desapariciones forzadas. Las carreteras que conducen
hasta Puebla se convirtieron desde hace tiempo en tiraderos de cadáveres y
cementerios clandestinos. Diversas organizaciones –una de ellas el colectivo
Cihuatlahtolli - han alzado la voz de alerta desde hace muchos años,
denunciando tal fenómeno. Pero han dado gritos en el desierto, porque no han
sido escuchados ni por las autoridades ni por la población misma que actúa como
si nada sucediera.
Pues bien, con este escenario trágico,
paralelamente crece otro fenómeno no menos trágico por las implicaciones que
genera: la mitificación de las víctimas y el abuso de esa condición. Es cierto
que hay la urgencia de atender, proteger y acercar justicia a las víctimas de
este tipo de fenómenos. La víctima es un ser especial con el cual la sociedad y
las instituciones tienen una deuda: tratar de resarcir el daño, aminorar el
dolor y evitar que se multipliquen. La aplicación de la justicia es el
mejor camino.
Pero, ¡cuidado!, en este contexto
también hay un abuso del papel de víctimas, cuando éstas se convierten en
“sagradas” y de la atención debida se pasa a los “privilegios” indebidos. Es un
tema muy polémico pero que debe abordarse porque en Veracruz se observa dicha
transmutación. Vemos a colectivos de familiares de desaparecidos que de la
petición justa pasaron a los gritos, las patadas, los sombrerazos y la
distorsión de sus exigencias. Hay lideresas acusadas de amenazarse entre sí por
ocupar lugares privilegiados, acaparar la atención mediática o hacerse de
recursos monetarios con la bandera del sufrimiento.
Las víctimas indirectas –es decir,
familiares- pasan a convertirse en “mártires mediáticos” que acusan a diestra y
siniestra, y se sienten merecedores de un trato excepcional de las autoridades
–el caso del colectivo Solecito con sus escándalos internos, es muestra de
ello- y eso debe evitarse. Impedir que las víctimas sean subidas en un
altar en lugar de ubicarlas en su debido contexto histórico para facilitar la
justicia sin eternizarlas en ese papel.
El investigador colombiano, Juan David
Villa Gómez, en su libro “Nombrar lo innombrable” que analiza a las víctimas de
conflicto armado en Colombia, advierte sobre la peligrosidad de construir
discursos políticos e ideológicos para convertir a esas víctimas en santos
vivientes, en personas intocables, en mitos, porque eso abre la puerta al abuso
de dicho estatus. Sacralizada, la víctima puede hacer lo que quiera y todo está
justificado. No. Mucho ojo con eso. Las víctimas requieren justicia y la verdad
de los hechos, no adoración ciega ni patentes de corso.
Ya mencionamos los escándalos y
acusaciones mutuas en colectivos como Solecito que han llenado planas
periódicas porque alimenta el morbo popular porque “los buenos se pelean
y se destapan sus enaguas”, pero también está otro caso lamentable, el de la
activista orizabeña, Araceli Salcedo Jiménez, presidenta del Colectivo de Familiares
de Desaparecidos Orizaba- Córdoba, quien ahora dejará de buscar a los
desaparecidos para buscar un cargo popular auspiciada por el Movimiento
Regeneración Nacional (Morena).
Habrá quien argumente que una
postulación de Salcedo a un cargo legislativo - se menciona que será candidata
a la diputación federal- servirá para ‘empoderar’ a las víctimas y desde
los espacios de decisiones –en este caso el Congreso de la Unión-
impulsar leyes o políticas públicas para ayudar a la búsqueda de los ausentes y
a impartir justicia. Sin embargo, la transmutación de víctima a político
no deja de ser posición azarosa que se presta a las dudas. De víctima a
diputada, el zapatero que deja su zapato para hacer maniobras partidistas.
Las dudas son muchas y plenamente
justificadas. ¿Sobre fosas clandestinas se construyen carreras políticas? O,
¿los desaparecidos serán ahora una bandera electoral, ondeada por Morena? Y,
¿mezclar un activismo legítimo -por un agravio tan doloroso - con la política
partidista es moral y éticamente viable? La experiencia ha enseñado de que la
mayoría de activistas que dejan a un lado sus causas para volverse políticos ni
dan resultados ni regresan a vivir en la honrada medianía. La política es un
tragadero de hombres, diría el bien estimado maestro y periodista Luis
Velázquez.
Según el recuento oficial, en Veracruz
se han localizado 342 fosas clandestinas con 335 cadáveres, pero la cifra puede
aumentar porque además se llamaron 30 mil restos óseos. Además se habla de que
serían hasta 15 mil las personas desaparecidas. Vaya, tanta gente ausente bien
vale una diputación por Morena, ¿no creen?, aunque después perdonen a los
responsables de esas desapariciones como lo propone el dirigente y candidato
presidencial de dicho partido.
Envoyé depuis Paris, France.
Crédito: Notiver