23 June, 2020 08:12:00
Por Andrés Timoteo
DOLOR E IGNORANCIA
La peste del Coronavirus ha trastocado
vidas y conciencias de las personas. A unas las trunca y a otras las envuelve
en el dolor. Tener en situación de gravedad o perder a un familiar por causa de
un enemigo invisible que se cuela sin notarlo y que se aprovecha de las
debilidades en el organismo por padecimientos secundarios es parte del terrible
sablazo del Covid-19 en la sociedad.
Hay, en este momento, 22 mil hogares en
México enlutados por la pandemia y muchos más que padecieron o padecen la
angustia de la convalecencia propia o de uno de los suyos en nosocomios. En
total hay 180 mil historias que contar todas diversas y parecidas a la vez, y
la cifra sigue creciendo. Habrá que cronicar las más que se puedan, esa es la
tarea y contribución de los periodistas.
Pero hablando del impacto social y
sicológico, una de las primeras reacciones de la gente ante la epidemia cuando
está compromete la vida del ser querido es la negación individual y colectiva.
Luego, ante un desenlace funesto viene el dolor, la ira y la búsqueda de
culpables, y los blancos de esa furia son los médicos y enfermeras que
atendieron al enfermo. A ellos se les acusa de todo, desde la clásica
negligencia en la asistencia terapéutica hasta de la decisión deliberada para
matar al paciente aludiendo una supuesta conspiración.
En Veracruz hay varios casos
representativos de cuando el dolor y el despropósito se unen para alimentar el
caos, y en todos ellos la diana es colocada sobre el personal médico. Uno de
ellos no tuvo que ver con un deceso, pero si con el traslado de una mujer
embarazada, y joven, de la clínica 32 del IMSS al Módulo de Enfermedades
Respiratorias para aislarla del resto de los pacientes.
Sucedió el 15 de mayo en Minatitlán y
el video circuló en prensa y redes sociales. En él se ve a los parientes de la
mujer forcejear con los camilleros y médicos para intentar bajar de la
ambulancia la camilla con la capsula aislante en la que era trasladada. En el
jaloneo, las personas contaminan y se contaminan tocando el dispositivo y
empujando al personal sanitario que además fue amenazado por hacer su trabajo.
Ahí hubo una dosis importante de
imprudencia e ignorancia. Se supo que la paciente ocultó de inicio a los
médicos que su esposo estaba en cuarentena por ser portador del Covid-19 y al
decirlo momentos antes de ingresar a la sala de partos tuvieron que activar el
protocolo para aislarla. Es decir, el personal médico implemente obedeció las
normas emitidas para este tipo de situaciones. No obstante, eso no impidió que
los familiares la emprendieran contra violentamente contra los sanitarios.
El otro suceso ilustrativo ocurrió la
semana pasada en Perote donde un boxeador amateur de 28 años pereció por la
gripe pandémica. Durante el sepelio, los dolientes trasladaron el féretro hasta
el Hospital General donde fue internado inicialmente y de donde fue trasladado
hasta el centro médico Rafel Lucio en Jalapa donde falleció. Furiosos, los
familiares llamaron “perros” a los médicos y los acusaron de asesinato.
Por supuesto que en esos momentos habló
el dolor y la ira, la segunda etapa del duelo, que también se mezcló con la
negación pues en redes sociales los dolientes declararon que el Covid-19 no
existe, sino que es un bulo del gobierno “para matar gente” y azuzaron a la
turbamulta a “no dejarse”. A través de ellos también habló la ignorancia
y la irresponsabilidad, muy útiles cuando se intenta descargar la pena en
terceros.
Y ese coctel es muy peligroso cuando se
intenta enfrentar una crisis sanitaria de alcance mundial. La mezcla del dolor,
la negación, el enojo y la ignorancia no sirven de consuelo en el duelo ni de
advertencia para el resto de las personas. Por el contrario, alientan la
confusión y la desobediencia de las recomendaciones médicas. El dolor unido a
la ignorancia, paradójicamente, sirve a la propagación del virus. Negar su
existencia y considerarlo una mentira es alentar intentonas de suicidio. Así de
simple.
Los médicos ni las enfermeras ni los
camilleros ni el resto del personal sanitario son responsables de los contagios
ni las muertes. La gente ignorante e irresponsable sí lo es al igual que los
gobernantes que alientan el desparpajo y la exposición al contagio basándose
-ahí sí- en creencias religiosas y sesgos políticos tan letales como los virus
pandémicos. Urge detener y aclarar cada expresión ignorante porque eso cuesta
vidas.
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