El punto en común es
que la política neoliberal prevalece. Sobre el por qué y su uso en la actual
administración, tanto de manera material como ideológica, lo explican en
entrevista Enrique Rajchenberg Sznajer, académico de la Facultad de Economía en
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Nicolás Loza Otero,
investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Rajchenberg ubica en el neoliberalismo no sólo una política económica, sino la
restructuración del capitalismo en diversas dimensiones; la vida económica, la
social, la política, entre otras.
En el plano económico
implica una ganancia a costa de la apropiación de bienes comunes, como los
recursos naturales y, en ese sentido, los megaproyectos de la actual
administración son un estandarte de política neoliberal. Para Loza Otero, más
allá de un programa político material, el neoliberalismo en la construcción
presidencial es un gran muñeco de paja, que lo mismo es responsable de la
migración de los trabajadores mexicanos a Estados Unidos, que de la violencia contra
las mujeres, de la pobreza, de la desigualdad; de cualquier mal pasado,
presente, incluso futuro. Tiene un peso primordialmente discursivo. Sobre la
infraestructura, Rajchenberg agregó: Está demostrado el impacto de estos
megaproyectos en los bienes comunes.
El más debatido es el
Tren Maya, cuya instrumentación implica en gran medida ganancias para ciertos
capitales o grupos empresariales y una derrama económica en términos de salario
a la población por donde pasa, pero que no necesariamente implica una verdadera
dignificación. Si bien se pueden asegurar empleos con salarios por arriba de la
media nacional, en el Tren Maya se suma el agravante de una destrucción
irreversible del medio ambiente y una inversión pública que va con la
apropiación de los bienes comunes. La selva finalmente es un bien común,
manifestó.
Lo mismo se puede
aplicar a la refinería de Dos Bocas, o bien a la termoeléctrica en Huexca,
Morelos, que el Presidente rechaza suspender en aras de no desperdiciar el
capital fijo ya construido. No sé si sea reutilizable o no esa infraestructura
ya instalada. Lo que sí sabemos es que se va a echar a perder el entorno en el
que vive un sector importante de la población, agregó el economista e
historiador. Subrayó que otro tema es la política fiscal: regresiva, con
privaciones a los trabajadores, al consumidor, pero muy generosa con los
grandes capitales. Por lo que, de acuerdo con el investigador, se deben
involucrar impuestos progresivos a la ganancia o a la inversión bursátil. Esto,
sobre todo, ante una pandemia que agravará la concentración del ingreso y las
brechas de desigualdad.
Para Nicolás Loza
Otero, uno de los principales usos del neoliberalismo en la actual
administración es el discurso. El presidente conecta los prejuicios y
sentimientos anticapitalistas, antimercado y pro-Estado que tienen muchos
mexicanos. Pero no es una conexión gratuita, la historia del libre mercado
mexicano no ha sido muy virtuosa. Muchos de los empresarios mexicanos son
rentistas, han crecido al amparo del dinero del Estado, con corruptelas, con
abusos, contextualizó. Sin embargo, la otra cara del análisis falta en el
discurso presidencial, el cual sólo señala al neoliberalismo como causa de los
problemas pasados, presentes y futuros del país, agregó el sociólogo y
economista de Flacso, al grado de que se ha vuelto un recurso moral –incluso
religioso– contra el beneficio privado, ilegítimo y germen de la descomposición
social, pero este mismo discurso convive con programas de corte neoliberal.
Como presidente, López
Obrador es inconsistente e ideológicamente incoherente, hecho que compensa con
sagacidad política y pragmatismo. Tiene apego a un programa de economía mixta
que se practicó después del cardenismo en México y que implica cierta
intervención del Estado, cierta regulación de la actividad de la empresa
privada, detalló el investigador. “No tiene realmente una ideología coherente,
sólida; puede parecer un señalamiento muy crítico, pero en realidad tampoco
deberíamos pensar que la gente anda por la vida con una ideología muy coherente
y sólida. “Los políticos son muy pragmáticos (…) Yo diría que hasta un
científico no debería estar más comprometido con la ideología coherente y
sólida que con la investigación científica misma”, agregó Loza Otero. Los
postulados del Presidente están ahí: la rectoría de la explotación petrolera y
generación de electricidad en manos del Estado, el tutelaje de la población
pobre y la austeridad no como un deber neoliberal, sino cristiano.
Él piensa que gastar
poco es una virtud en sí misma, en cualquier campo, tanto de la vida privada
como de la pública. No entiende entonces por qué un Estado debe gastar mucho.
Así, en un balance de dos años de gobierno, Loza Otero consideró que hay esta
tendencia automática a culpar al pasado neoliberal de muchos problemas del
presente, incluidos la crisis de Covid-19. Todos los números de la economía del
primer año de López Obrador son negativos: empleo, crecimiento, inversión, pero
él podría decir, con cierta credibilidad, que veníamos de un desastre.
En el segundo año,
cuando él realmente tiene responsabilidad, no se va a ver con claridad porque
tenemos la pandemia, dijo. Finalmente, sobre las causas del por qué la
incongruencia del discurso y las políticas materiales, Rajchenberg Sznajer
explicó: Está claro que hay grupos de poder que actúan como grupos de presión y
permanentemente impiden romper con ese esquema neoliberal.
Yo no sé hasta qué
punto el gobierno es rehén de esos grupos, en parte creo que sí. Ejemplificó
con la reciente iniciativa de regular outsourcing y el revés que buscan imponer
las cámaras empresariales. Destaca también la composición heterogénea del
gabinete de López Obrador, donde él juega como punto de equilibrio, refirió el
investigador de la UNAM. Al final, cita sin nombre a un integrante de la Cuarta
Transformación y que a su parecer resume el vínculo con la política neoliberal:
Bueno, es que también hay lucha de clases en el gobierno.