LOS HALCONES
DE WASHINGTON VAN POR PRESAS MÁS VALIOSAS Y ASÍ SE LO HAN DICHO A LA PRESIDENTA
SHEINBAUM. CON NOMBRE, APELLIDO Y CARGO. ESE ESCENARIO LA TIENE EN UNA
ENCRUCIJADA, PERO TAMBIÉN ANTE UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA.
Por Jorge
Carrasco Araizaga
domingo, 2 de
marzo de 2025
Proceso
La entrega de
exjefes del narcotráfico no es suficiente. Menos, si la presidenta Claudia
Sheinbaum evita asumir la responsabilidad de haberlos sometido a la justicia
estadunidense bajo ningún procedimiento judicial y por “razones de seguridad
nacional”.
Tan
inverosímil como imposible es que Sheinbaum haya sido ajena a la decisión.
Primero, porque en su calidad de jefa del Ejecutivo es la presidenta del
Consejo de Seguridad Nacional, el mismo con el que el fiscal general, Alejandro
Gertz Manero, y el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, justificaron
la entrega de los narcos caídos en desgracia, la mayoría desde hace años.
En segundo
lugar, porque la expulsión coloca a varios de ellos en la antesala del
patíbulo. Una decisión así no se toma “de forma colegiada” por los integrantes
del gabinete de seguridad nacional sin la participación de quien lo encabeza.
Esa es una
medida de la más alta responsabilidad política porque, además de pasar por
encima de los procedimientos judiciales, entra en conflicto con la Constitución
e instrumentos internacionales de los que México forma parte respecto de la
aplicación de la pena capital y la cadena perpetua.
Para la
presidenta fue más fácil denostar una vez más al Poder Judicial en un intento
de evadir públicamente su responsabilidad y esconder su toma de decisiones. Con
el manido discurso de la corrupción de los jueces, al que también recurrieron
los “colegiados” Gertz Manero y García Harfuch para justificar la expatriación
de los procesados, Sheinbaum pretendió lo inevitable: la comparación con Felipe
Calderón.
También a
comienzos de su gobierno, en enero de 2007, Calderón pasó por encima de todo
procedimiento judicial y entregó 15 excapos a Estados Unidos. Sólo que esta
vez, a diferencia de la reivindicación de Calderón en torno de su “valentía”,
la presidenta quiso cuidarse ante la opinión pública escudándose en el Gabinete
de Seguridad Nacional.
Por más que
aleguen que se trató de un tema amparado por lo establecido en la Ley de
Seguridad Nacional, la misma dice que en los casos de urgencia debe intervenir
una autoridad judicial.
Los mismos
funcionarios que dicen haber tomado la decisión al margen de la presidenta, se
encontraban en Washington, reunidos con sus pares en el Departamento de Estado,
en el momento en que se operaba en México la entrega de los exnarcotraficantes.
El viernes
último, el fiscal Gertz dijo que “los colegiados” de la seguridad nacional,
entre los que estuvieron los jefes del Ejército y de la Marina, acordaron la
medida apenas unas horas después de una solicitud de Estados Unidos.
La presidenta
anunció el miércoles pasado la salida del gabinete de seguridad a Washington
ese mismo día, lo cual hace suponer que la decisión de la entrega se tomó el
martes. En su reunión del jueves en el Departamento de Estado, los funcionarios
mexicanos pusieron a los expatriados en la mesa de las negociaciones.
Pero la
entrega de delincuentes no basta para Washington. El presidente estadunidense y
su gabinete de seguridad, incluido el Pentágono, quieren a quienes desde el
poder han protegido las actividades del narcotráfico en México: los
narcopolíticos.
Al igual que
en los capos y lugartenientes del narcotráfico, en la narcopolítica hay actores
principales y secundarios de ayer y hoy. El nuevo régimen se ha cebado en la
figura del exsecretario de Seguridad Genaro García Luna para lucrar
políticamente. Pero no mira su entorno.
El que fuera
el hombre fuerte y de todas las confianzas de Calderón no es el único, ni el
primero, ni el último. Es, hasta ahora, el más prominente de la política fuera
de los exgobernadores que han estado presos en Estados Unidos. Forman una
galería quienes han protegido y se han beneficiado del narcotráfico en México
desde el poder político, militar, policial y económico.
Gobernadores,
senadores, diputados, secretarios de Estado, alcaldes, jefes militares y
policiales, fiscales, ministerios públicos, jueces y lavadores de dinero con la
fachada de empresarios han contribuido al empoderamiento de las organizaciones
criminales que tienen tan mal parado a México en el mundo y que lo hace todavía
más vulnerable ante una administración colonialista como la de Trump.
Los halcones
de Washington van por presas más valiosas y así se lo han dicho a la presidenta
Sheinbaum. Con nombre, apellido y cargo. Ese escenario la tiene en una
encrucijada, pero también ante una oportunidad histórica. Se encuentra en un
momento de definición: ir contra aquellos que, con evidencias, puedan estar
implicados o seguir recibiendo su respaldo político.
Mientras no dé
señales, seguirá la desconfianza de Estados Unidos hacia ella y su gabinete
heredado.
Fuente:
Proceso
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