Por José Miguel Cobián
Debo decirle admirada dama, que originalmente pensé poner de título ¨justicia en México… ja, ja¨. Sin embargo el respeto y la admiración que le tengo me lo impidieron. Todo surge a partir de su discurso delante del presidente de la república al recibir su más reciente galardón. Lamentablemente, creo que allí va a quedar, en un discurso más, con el cual muchos mexicanos hicimos catarsis, pues usted le dijo al presidente lo que muchos quisiéramos decirle, y lo hizo de frente a él.
Al ver la cara y escuchar el discurso del ¨hijo desobediente¨, como se conocía a Felipe Calderón en otras épocas, sentí pena ajena. Primero porque no pudo escapar de la realidad, y no pudo afirmar que su mundo ¨maravilloso¨ existe en México. Después porque me dí cuenta que su sexenio será calificado por la historia como ¨perdido¨, sobre todo en cuanto a procuración e impartición de justicia. Al final tuve pena ajena y propia por todos los mexicanos, que aspiramos desde la guerra de independencia, las guerras de reforma, las guerras de la época revolucionaria, las represiones a gremios como ferrocarrileros y estudiantes, la guerra sucia y la guerra contra el crimen organizado, en todas esas guerras hemos aspirado a una justa procuración e impartición de justicia y seguimos sin nada. Los poderosos en turno son los que dirigen a los jueces y las instituciones como el ministerio público y las procuradurías, cuando no es por el poder del dinero, lo es por influencias y relaciones o por el poder de las armas, mientras los mexicanos nos quedamos esperando una generación más comenzar a ver resultados.
México es un país rico, sus ciudadanos son su mayor riqueza y a su vez, su mayor problema, pues a la buena somos capaces de cualquier cosa, -menos de destacar internacionalmente-, y a la mala somos los peores enemigos de México. No hay ni movimientos ciudadanos legítimos, (salvo honrosas excepciones pues a usted no puedo ponerla en tela de duda), y tampoco hay gobiernos legítimos. Todo en nuestro país es una gran farsa, todos los poderes reales están organizados para buscar privilegios en perjuicio de las grandes mayorías. Hoy vemos al ejército obteniendo enormes recursos, a las instituciones de seguridad pública jalando grandes tajadas del presupuesto, que debería de usarse en bien de la población, pero ese presupuesto no da resultados en su lucha contra el crimen, ni en darle seguridad a los mexicanos, así que estamos tirando dinero por allí. Vemos a un clero cada vez más fuerte, y como siempre, preocupado por sus propios privilegios en lugar de buscar por amor al prójimo el bien de todos, y ya no es nada más clero católico, sino también evangélico, aprovechando su cada vez mayor presencia social y política. Vemos a los grupos económicos conservar y ampliar sus privilegios, pagando muy barata la mano de obra y vendiendo muy caros sus productos y servicios, convertidos en las nuevas y por mucho, más discretas tiendas de raya del país. Vemos a los políticos pelear entre sí por banalidades, y conservar sus privilegios de clase y los de los otros poderes reales, en lugar de ocuparse por primera vez en la vida de este país, por las clases más desfavorecidas. Total, religión, armas, dinero, crimen y poder, todos unidos para darle en la madre a México, en lugar de avanzar por México. A fin de cuentas, todos aspiran a vivir a largo plazo en otro país, por lo tanto éste puede irse por el caño. Y ante todo ello, vemos a una enorme masa de población inerme, impotente, pasiva, desanimada, cuya única meta es poder sobrevivir un día más. Dividida en su ignorancia, y aprovechada como carne de cañón por cada uno de los poderes reales, distraída y abstraída, sumisa y abnegada, temerosa y sometida.
Toda esta reflexión surge del valor, la integridad y sobre todo la lucha que usted Sra. Wallace llevó a cabo, dejando en el más absoluto de los ridículos a las instituciones que deben de procurar justicia para los mexicanos, pues las investigaciones que no realizó el gobierno con todos sus recursos, usted las llevó a cabo, y además los obligó a aplicar la ley, en contra de la voluntad de las propias autoridades. Lo grave es que lo mismo puede aplicarse a cada rincón del país, no podemos afirmar que sólo pasa en el DF o en el estado de México, es un problema nacional. Más grave aún es que no sólo pasa esta desidia, ineficiencia y desinterés en las instituciones de procuración y administración de justicia, sino en todas, públicas y la mayoría de las privadas, convirtiendo a México en un país de mediocres sometidos, perdido en su incapacidad, mientras el resto del mundo avanza.
Gracias Sra. Usted es un rayo de luz en medio de tanta oscuridad.