Por ROBERTO MORALES AYALA.
La turbulenta administración que caracteriza al gobierno de Javier Duarte de Ochoa ha terminado por arrastrar a la tragedia y el desprestigio la obra del túnel sumergido del río Coatzacoalcos.
El presupuesto de la obra que inició en el 2005 cuando gobernaba Fidel Herrera Beltrán se ha multiplicado en millones de dólares y hoy ha costado la vida de dos personas y un atraso mayor al que se esperaba si se hubiera actuado con prudencia.
La ambivalente actitud que asume el capitán del puerto, Miguel Angel Rebolledo Guiot, es sospechosa de ser cómplice de esos requerimientos políticos, ajenos a su responsabilidad.
Rebolledo Guiot, horas antes de que ocurriera la tragedia en el afluente, alertaba públicamente que existían riesgos por las fuertes corrientes, no solamente de posponer las operaciones por estos días, sino de la necesidad de aplazarlas hasta la temporada de estiaje del próximo año.
Posterior al accidente, Rebolledo Guiot soslaya la prudencia de la que hablaba y ya sea por temor o sumisión, con actitud soberbia replica a quienes critican la fallida maniobra que provocó un saldo de dos personas muertas y una nave hundida.
La postura del capitán del puerto pudiera explicarse en el interés de encubrir al gobernador del estado, Javier Duarte de Ochoa, quien era el más interesado en que la obra iniciara lo más pronto posible, a pesar de que fuera —literalmente— contra viento y marea.
Como dicen los clásicos, fue un accidente mortal que no debió ocurrir.
Teóricamente, las maniobras debieron realizarse durante el estiaje, allá por julio y agosto, cuando la ausencia de lluvias mitigan las corrientes en el río Coatzacoalcos. En esos meses, de acuerdo con el punto de vista de expertos, se facilitan las maniobras para colocar las dovelas, es decir los elementos de concreto, cajones de 138 metros de largo por 25 metros de ancho y 9 de alto, con un peso de 27 mil toneladas, en el canal dragado en el lecho del río. Los elementos, una vez ensamblados con precisión milimétrica, con un margen de error de apenas una pulgada —2.54 centímetros—, servirán de carriles por donde circularán los vehículos.
No ocurrió así. El 30 de julio, el secretario de Comunicaciones del gobierno de Veracruz, Raúl Zarrabal Ferat, daba por hecho que la inmersión de los elementos del túnel se realizaría sin contratiempo, aprovechando las condiciones climatológicas. Sin embargo, contradecía la postura del capitán de puerto, quien aseguraba que los remanentes de la tormenta “Ernesto” provocarían lluvias y fuertes corrientes en el río Coatzacoalcos.
Días antes, Rebolledo Guiot sostenía que el viento y las corrientes “estarían impidiendo las maniobras al no haber estabilidad para efectuar las maniobras”. Petróleos Mexicanos, por su parte, no autorizaba el cierre del puerto por las afectaciones comerciales que sufriría pérdidas al dejar de vender sus productos petroquímicos. Y Pemex, por lo que representa en la economía nacional, tiene una voz de peso.
De común acuerdo, a petición de la empresa responsable de la obra, Concesionaria del Túnel Coatzacoalcos (COTUCO), entre Pemex, gobierno de Veracruz y la Administración Portuaria Integral programaron el hundimiento del elemento para el 8 de agosto. No obstante, la fecha llegó pero por cuestiones climatológicas y por el azolvamiento del canal dragado en el cual se colocarían los elementos, a causa de las lluvias, debió postergarse.
La inmersión del segundo elemento se reprogramó para el 12 de septiembre, pero cuando ya se había decretado el cierre del puerto y la prohibición a todo tipo de movimientos en el río Coatzacoalcos, se suspendió. Esta vez el argumento fue que las corrientes dificultaban las maniobras. La fecha siguiente fue el jueves 13, pero al mediodía se volvió a suspender.
Rebolledo Guiot insistió en que no existían condiciones para realizar las maniobras de inmersión de los elementos del túnel sumergido; argumentó que las lluvias sobre el estado de Oaxaca, río arriba, habían incrementado las corrientes; que se iba a dialogar con la SECOM y con la empresa constructora para evaluar las condiciones para realizar la operación dos días después o dejarlo para el año 2013.
Sin embargo, esa noche, sorpresivamente se procedió a sumergir el segundo elemento de concreto. A las 00:50 de la madrugada del viernes 14, ocurrió el accidente del remolcador Coatzacoalcos I y la muerte de los dos marinos.
Antes y después del accidente, Rebolledo Guiot fue y ha sido insistente en que lo mejor sería dejar las maniobras del túnel sumergido para el estiaje del año 2013.
Lo inexplicable es por qué permitió que se llevara a cabo la maniobra si él mismo había explicado que no existían condiciones para sumergir el elemento de concreto.
¿Fue, acaso, la presión del secretario de Comunicaciones del gobierno de Veracruz, Raúl Zarrabal Ferat? ¿Fue el propio gobernador Javier Duarte de Ochoa, que ve en el túnel sumergido una forma de prestigiar su administración?.
Una declaración producida por Zarrabal podría explicar, que no justificar, la premura con que se hicieron las cosas y que llevaron a un desenlace funesto. El 8 de agosto dijo que la inmersión de los elementos se realizaría en un lapso de tres meses y que debía realizarse antes de septiembre.
Lo dijo así: “toda vez que la empresa holandesa encargada de este proceso tiene como fecha límite el mes de septiembre, dado que tiene a su cargo procedimientos similares en otras partes del mundo, incluso de mayor grado de dificultad”.
Un ingrediente de este conflicto que se ha mencionado superficialmente, o incluso se ha ocultado, es el nombre de la empresa holandesa responsable de la maniobra, Marine Joing Venture, parte de COTUCO o contratada por ésta.
A raíz del percance en que murieron dos marinos, Miguel Carrasco Ulín y Apolinar Galván Tejeda, el debate se ha centrado en las causas que provocaron el hundimiento del remolcador y quién ordenó realizar la maniobra en condiciones adversas.
La solicitud para llevar a cabo la inmersión del segundo elemento de concreto del túnel fue de la empresa constructora. Tenían encima la presión del gobierno de Veracruz, debido a que la empresa holandesa no podría realizar la inmersión de los elementos más allá de septiembre ya que tenía compromisos en otros lugares, lo que acabaría con el sueño de ver avanzada la construcción del túnel.
El factor Javier Duarte, apenas tocado, es fundamental para comprender por qué la contraorden de realizar la maniobra si no existían condiciones para sumergir el segundo elemento del túnel. Pesó el factor político. Pesó la imprudencia. Pesó la inexperiencia.
Desde que ocurrió el accidente del remolcador y a lo largo del fin de semana, todo ha sido confusión. A decir del capitán de puerto, y ahí radica la primera contradicción de Rebolledo Guiot, existían condiciones adecuadas para realizar la maniobra; es decir, las corrientes del río no representaban un riesgo para llevar adelante el proyecto.
Según el funcionario, al parecer el remolcador chocó con el elemento de concreto, se le produjo un boquete y entró gran cantidad de agua; el capitán solicitó ayuda, le enviaron un remolcador de auxilio, le cortaron el cable de acero que lo unía al bloque de concreto y trataron de llevarlo a la orilla. Sin embargo, el agua ingresó, inundó el cuarto de máquinas y en diez minutos se hundió.
Existen otros temas que aún quedan en el aire. Hasta donde se sabe, los marinos fallecidos trabajaban para la empresa Compañía Marítima Mexicana y tenían tres meses a bordo, supuestamente por un contrato con COTUCO. El riesgo que corrieron era innecesario, pues existen embarcaciones-grúa de gran tamaño que realizan esas maniobras sin exponer a los trabajadores.
Al paso de los días, conforme surjan más elementos, la investigación ordenada por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes del gobierno federal determinará si el capitán de puerto Rebolledo Guiot, tomó una decisión adecuada al permitir la maniobra en condiciones favorables o adversas; si fue un error humano, concretamente del capitán del remolcador, que lo hizo estrellarse con el elemento de concreto, o si el gobernador de Veracruz metió la mano apresurando los trabajos y provocando con ello, un accidente que simplemente no debió ocurrir.
Seamos pacientes.