José Agustín Ortiz Pinchetti |
EL PRECIO DEL ENTREGUISMO
Hay crítica eficaz del nuevo régimen energético, de sus falacias y de
las vías a una corrupción en alta escala. Invito a observar otros daños:
1. El modo en que se impuso el proyecto
pone en evidencia la debilidad de nuestra democracia. El régimen aún está
dominado por un Ejecutivo autocrático, el Poder Legislativo y el Judicial no
son contrapeso y sigue operando el aparato de medios de masas que elimina la
crítica y el debate. ¿Ha habido cambios? Sí, muchos, como por ejemplo, la
oligarquía ya no influye, sino determina las acciones del gobierno. La
corrupción ha avanzado y el crimen organizado también, a grados insospechados.
Otro cambio: no tendremos un partido hegemónico, sino una dupla; ¿hay quien
dude que el PRIAN existe y que hoy domina el panorama?
2. La reforma abre las puertas a nuevos
poderes fácticos. Las empresas multinacionales del petróleo se inclinan a
depredar y a intervenir donde arraigan con el apoyo de sus gobiernos. Estos
entes van a influir en todas las ciudades y entidades donde hagan negocios, y a
escala nacional, en las políticas económicas, en la sucesión presidencial y en
la composición de los equipos gubernamentales. Para imaginar el futuro
tendremos que contar con estos invitados incómodos.
3. Lo peor: la ruptura con el proyecto
nacional. Los mexicanos nos propusimos principalmente tres metas: A) Alcanzar
la democracia representativa. B) Dotar al Estado de capacidad para dirigir la
economía y reducir progresivamente las desigualdades. Renunciamos a la ilusión
de que las fuerzas del mercado podrían, por sí mismas, lograr el desarrollo. C)
Hemos sido nacionalistas aunque no xenófobos. Queremos mantener nuestra
identidad y defender inteligentemente nuestros intereses, sobre todo porque
somos vecinos de una potencia superior y agresivamente nacionalista. Pues bien,
en los pasados 30 años, la elite que gobierna ha dirigido al país en otra
dirección: ha pervertido a la democracia y prácticamente la ha hecho abortar,
ha aceptado como inevitable la desigualdad, la pobreza y la miseria y ha
propuesto, no su afrontamiento radical, sino paliativos y ha abandonado el
nacionalismo calificándolo de superstición.
Así nuestro proyecto colectivo con sus
ideas, expectativas, enseñanzas y mitos ha sido declarado obsoleto. ¿Cuál es el
nuevo? Como lo advirtió Cosío Villegas en 1948, esta elite ha terminado por
confiar el porvenir a Estados Unidos, esperando que muchos problemas (sobre
todo los de ellos) se resolverán así, incluso nos prometen una prosperidad
material antes desconocida, aunque tengamos que pagar el precio de abandonar la
seguridad, el dominio y la dicha que consigue quien ha labrado su propio
destino. Infortunadamente para ellos y para nosotros, la enseñanza histórica
implacable es que quien renuncia a su autodeterminación no alcanza la
prosperidad, sino el desastre. Esta gente empuja a México a continuar en un
declive cuyo desenlace es tan siniestro como imprevisible.
Twitter: @ortizpinchetti
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