Luis Gerardo Martínez García/ Poligrafías
Al periodista
Guardemos un minuto de silencio. Silencio. Un tiempo. Un espacio. Un momento. Silencio compartido. Un minuto que aparenta vacío. Un extraño minuto lleno de reflexiones desconocidas. Se hace el silencio para pensar algo, eso que nadie sabe del otro. Contrario a la algarabía, ese silencio es interno, compartido pero solo. Muy adentro, el minuto se hace eterno. La duración de éste se puede contar por segundos o por pensamientos, reflexiones, dudas, críticas, rencores, bendiciones, recuerdos, maldiciones, encuentros. Un minuto que también puede ser diminuto, que no alcanza; que sirve para decir casi nada. De todo aquello que se calló por años, un minuto es insuficiente para expresarlo todo. O simplemente guardar silencio… silencio eterno.
Guardar un minuto de silencio por esa sociedad en agonía, por esa escuela en abandono, por esa clínica sin medicina y por esa política sin razón.El ciudadano hoy está de luto y no le queda más que el silencio. Posiblemente el silencio le sea garante de vida, y también de sumisión; de ser así, en la frente se verá el signo de la rendición firmada por la letra inicial de la abnegación. Ciudadanos buscando la sombra y el silencio para existir, topan con ese muro de lo falaz y lo inseguro. Sociedad que llora la frustración de aquel que persigue voz sin tener eco. El silencio puede estar en la calle callada, asomado en la ventana y atrapado en el momento; puede ser trampa y estrategia para el que lo piensa y para el que lo vive.
Hoy las páginas guardan silencio para tener palabras vivas, pues sin vida el silencio será perpetuo. Hoy la radio apaga las voces, baja el volumen y modula los graves. La televisión que entretiene se entretiene para ser cómplice, la otra resguarda sus mentes para que sobrevivan los embates del entorno y sus circunstancias con imágenes que guardan veladamente la furia del indignado que sale a cuadro pero se juega la vida.
Ya se guarda silencio por el que se fue; guardan silencio los que quedan para no ser llamados. Cuántos silencios acumulados en estos últimos años, cuando se cuentan por miles sin dar cuenta exacta de cuantos se fueron. Se fueron sin irse, algunos los cuentan por números, otros los cuentan porque jamás se borrarán y los demás cuentan la memoria de esta historia escrita por los caídos en una batalla que nadie entiende. Se lucha una guerra en la que nadie fue enlistado, pero en la que todos están, casi silenciados.
El silencio de aquí es el mismo de allá, del otro lado de la muralla, que cubre y que no deja ver. El silencio guardado puede ser trasparente y también opaco; puede coexistir con el día y la noche; puede reescribir con la tinta y el lápiz; puede convertirse en mensaje y perversidad. El silencio es mentira y es verdad, esas que cada quien defiende en su libre pensar o esconde en adverso crear.
Guardar silencio es rendirle culto al otro; es una forma de respeto. Paradójicamente también es irreverencia hacia los demás. Es una variante de burla, de perversidad y no siempre el que calla otorga. El que calla también resiste, resiente, delata. Un silencio no calla. El silencio callado permanente, corre el riesgo de permanecer en vidas agonizantes. Guarden silencio por el que se fue… yo no puedo vivir en silencio.
FUENTE: PLUMAS LIBRES