Hemos insistido en la
necesidad de impulsar las diferentes formas de lucha, como forma de expresar el
descontento de manera organizada, de manifestar nuestro repudio a las políticas
neoliberales y represivas del régimen; sin embargo, necesario también es hacer
un pequeño balance de éstas en la reciente coyuntura, que nos permita
vislumbrar los alcances y limitaciones en la actual expresión de la lucha de clases.
Para ello, partimos de la caracterización política del Estado, como elemento de
análisis para comprender la argumentación y la validez de las formas de lucha,
de aquellas que permiten dar claridad política al pueblo inconforme y elevar el
nivel político de quienes ya se encuentran insertos en las múltiples
movilizaciones.
El Estado, en nuestra
actualidad, bajo la existencia y el predominio de las relaciones sociales
capitalistas, originadas por la contradicción entre capital y trabajo, se
mantiene como el instrumento político de dominación de una clase sobre otra;
hecho y sentencia objetiva que nos ayuda a entender que todo cuanto provenga de
las estructuras gubernamentales, de políticos de oficio, de las estructuras
castrenses se debe a planes y objetivos concretos del Estado para imponer la
voluntad oligárquica.
El carácter del
Estado lo encontramos develado en la aplicación de cada una de sus políticas en
el seno del pueblo y, éstas se han delineado sobre la instrumentación de la
represión en sus modalidades perversas, masivas y selectivas: en estos dos años
del priismo se han suscitado asesinatos de luchadores sociales, hechos no
existe un narcoestado, la realidad nos revela por fuerza de sangre popular de
la existencia de un Estado policiaco-militar que recurre emulando a la creación
de grupos paramilitares cuyos vertederos principales son los cuarteles
militares.
La política
antipopular y represiva instrumentada contra el pueblo mexicano y sus
organizaciones, tiene su origen en la esencia de un Estado que trata por todos
los medios de sostener las actuales relaciones sociales de producción que tiene
como fundamento la explotación y la opresión, que les permita obtener las mayores
tasas de ganancia a la clase en el poder, la burguesía y su consecuente
oligarquía.
Aunado a ello está la
actual crisis internacional estructural del capitalismo que ha agudizado la contradicción
de las clases sociales fundamentales, a la embestida de la oligarquía nacional
y extranjera contra los derechos laborales del pueblo, y los recursos naturales
que son parte del proceso de acumulación originaria, que se suman a la política
antipopular.
Ante tal panorama la
lucha del pueblo trabajador y sus organizaciones, no debe circunscribirse a la realización
de acciones de manera mecánica, ya que el panorama político ha expresado
algunos cambios; los crímenes de lesa
humanidad no pueden resolverse en una mesa de negociación, lo que nos indica
que si en años anteriores se consideraba “suficiente” una movilización política
expresada en concentraciones o marchas, hoy se muestran insuficientes, ante el
baño de sangre que cubre los campos y asfaltos del país.
Sin embargo, es
plausible el repudio popular de las movilizaciones, condición necesaria que
debe ser puesta sobre la balanza de los resultados, para que nos permita
observar las formas de lucha que se requieren en el escenario actual de la
lucha de clases en México.
Por experiencia
sabemos y comprendemos que los crímenes de Estado, los crímenes de lesa
humanidad, tienen un objetivo perverso que pretende seguir haciendo daño con el
paso del tiempo, pero no es motivo para cejar en la lucha popular y
revolucionaria.
En esta
coyuntura el Estado trató por todos los medios y recursos posibles sabotear la
solidaridad incondicional popular, a través del despliegue de militares con
vestimenta civil, el uso del anarquismo como el provocador para justificar la
represión, así como de masas corporativizadas y clientelares, otros más se
convencieron con los sofismas creados y difundidos por el Estado, sumándose al
linchamiento mediático, haciendo el trabajo sucio del gobierno contra las masas
combativas del pueblo.
De todas estas
conviene señalar que en el movimiento popular, y en la lucha de clases, que
ante la falta de análisis políticos y la consecuente pérdida de brújula
política hicieron eco a las tesis y sofismas difundidas por el Estado a través
de los medios masivos de comunicación, reduciendo la masacre y detenciones desapariciones
forzadas a hechos y circunstancias locales, lo que en ciertas regiones del país
facilitó la represión de la solidaridad popular. En tanto que aquellas masas
combativas políticamente lograron mantener la denuncia y solidaridad con las
víctimas del terrorismo en la coyuntura.
Lo que nos refleja es
que precisamente la acción política decidida de las masas, son las que logran mantener
la denuncia política en la palestra nacional e internacional de los aberrantes
crímenes de lesa humanidad, de la existencia de un múltiple crimen de Estado.
Una vez más se comprueba por la vía de los hechos, que una masa politizada y
con claridad política puede sobreponerse a la coyuntura y continuar con la
solidaridad política.
La
politización, de la claridad política de las masas, de la identificación
principal del enemigo de clase, nos permitirá enfrentar la represión masiva y
selectiva en ciernes sobre el pueblo. Por lo tanto, el conjunto del movimiento
popular debe continuar con movilizaciones combativas, de generalizar las
acciones políticas de masas, de estructurar y generalizar la autodefensa armada
de éstas. activistas políticos, así como masacres y detenciones desapariciones
forzadas masivas, lo que se traduce en la aplicación del terrorismo de Estado.
A estas alturas de la situación política, con todo el peso del repudio popular
en las grandes movilizaciones, sostener que la violencia es originada por el
narco o un tercer ente político en la mítica delincuencia organizada, es
desbrozar el camino para justificar más crímenes de lesa humanidad contra el
pueblo, porque con dicha opinión y aseveración se diluyen las responsabilidades
del Estado.
Desde éste aspecto
político podemos afirmar que el Estado y personificada en la actual junta administrativa
es antipopular y represiva, que continua como en viejos tiempos con la limpieza
social sobre la base de la recurrencia de los crímenes de Estado. Y de acuerdo
a las características de los crímenes de lesa humanidad, se rigen por una
lógica contrainsurgente, cuyo objetivo es mermar en cantidad y calidad las fuerzas
populares, ahogándolas en sangre, asesinando y desapareciendo a la juventud
proletaria y combativa.
La realidad es cruda
y supera por mucho a la imaginación, de ahí que seguir en la parsimonia
discursiva de la existencia de una fuerza criminal capaz de infiltrar las
estructuras de gobierno es entonar en coro las notas musicales del Estado,
enterrando desde la pluma y papel a los jóvenes sin pruebas contundentes. En
los hechos no existe un narcoestado, la realidad nos revela por fuerza de
sangre popular de la existencia de un Estado policiaco-militar que recurre
emulando a la creación de grupos paramilitares cuyos vertederos principales son
los cuarteles militares.
La política
antipopular y represiva instrumentada contra el pueblo mexicano y sus
organizaciones, tiene su origen en la esencia de un Estado que trata por todos
los medios de sostener las actuales relaciones sociales de producción que tiene
como fundamento la explotación y la opresión, que les permita obtener las mayores
tasas de ganancia a la clase en el poder, la burguesía y su consecuente
oligarquía. Aunado a ello está la actual crisis internacional estructural del
capitalismo que ha agudizado la contradicción de las clases sociales
fundamentales, a la embestida de la oligarquía nacional y extranjera contra los
derechos laborales del pueblo, y los recursos naturales que son parte del
proceso de acumulación originaria, que
se suman a la política antipopular.
Ante tal panorama la
lucha del pueblo trabajador y sus organizaciones, no debe circunscribirse a la realización
de acciones de manera mecánica, ya que el panorama político ha expresado
algunos cambios; los crímenes de lesa humanidad no pueden resolverse en una
mesa de negociación, lo que nos indica que si en años anteriores se consideraba
“suficiente” una movilización política expresada en concentraciones o marchas,
hoy se muestran insuficientes, ante el baño de sangre que cubre los campos y
asfaltos del país.
Sin embargo, es
plausible el repudio popular de las movilizaciones, condición necesaria que
debe ser puesta sobre la balanza de los resultados, para que nos permita
observar las formas de lucha que se requieren en el escenario actual de la lucha
de clases en México. Por experiencia sabemos y comprendemos que los crímenes de
Estado, los crímenes de lesa humanidad, tienen un objetivo perverso que
pretende seguir haciendo daño con el paso del tiempo, pero no es motivo para
cejar en la lucha popular y revolucionaria.
En esta coyuntura el
Estado trató por todos los medios y recursos posibles sabotear la solidaridad incondicional
popular, a través del despliegue de militares con vestimenta civil, el uso del
anarquismo como el provocador para justificar la represión, así como de masas
corporativizadas y clientelares, otros más se convencieron con los sofismas
creados y difundidos por el Estado, sumándose al linchamiento mediático, haciendo
el trabajo sucio del gobierno contra las masas combativas del pueblo. De todas
estas conviene señalar que en el movimiento popular, y en la lucha de clases,
que ante la falta de análisis políticos y la consecuente pérdida de brújula
política hicieron eco a las tesis y sofismas difundidas por el Estado a través
de los medios masivos de comunicación, reduciendo la masacre y detenciones desapariciones
forzadas a hechos y circunstancias locales, lo que en ciertas regiones del país
facilitó la represión de la solidaridad popular. En tanto que aquellas masas
combativas políticamente lograron mantener la denuncia y solidaridad con las
víctimas del terrorismo en la coyuntura.
Lo que nos refleja es
que precisamente la acción política decidida de las masas, son las que logran mantener
la denuncia política en la palestra nacional e internacional de los aberrantes
crímenes de lesa humanidad, de la existencia de un múltiple crimen de Estado.
Una vez más se comprueba por la vía de los hechos, que una masa politizada y
con claridad política puede sobreponerse a la coyuntura y continuar con la
solidaridad política.
La politización, de
la claridad política de las masas, de la identificación principal del enemigo
de clase, nos permitirá enfrentar la represión masiva y selectiva en ciernes
sobre el pueblo. Por lo tanto, el conjunto del movimiento popular debe
continuar con movilizaciones combativas, de generalizar las acciones políticas de
masas, de estructurar y generalizar la autodefensa armada de éstas.
Fuente: revista el insurgente