Ahora sí me dejaron con
el oído cuadrado. Hace un par de días –justo en la fecha en que se celebró el
86 Aniversario del PRI-, entre la avalancha de mensajes insulsos de todos los
partidos políticos escuché la frase que remataba uno de ellos: “por el orgullo
de ser priistas”. El spot de marras pretendía convencer sobre los legados
históricos del partidazo, aunque acababa por presumir sólo aquellos logros que
se le han reconocido siempre: la creación del Seguro Social, del
Infonavit, de la UNAM, del Poli… Con tales méritos pretenden los priistas de
ahora que creamos el cuento de una historia memorable de casi nueve décadas, de
la que no sólo ellos, sino todos los mexicanos, debiéramos estar orgullosos.
¿Acaso ellos mismos, los priistas, pueden sinceramente sentirse orgullosos de
Enrique Peña Nieto?
Me
parece difícil que podamos estar orgullosos de hechos deleznables que enlisté
aquí el año pasado como para que no se nos olvidara nunca la naturaleza
priista, como la represión desatada en los años cincuenta y sesenta
del siglo pasado contra ferrocarriles, estudiantes, médicos; la matanza de
incipientes guerrilleros en Ciudad Madera, Chihuahua, en 1965; la represión
feroz de campesinos que derivó luego en la guerra sucia de los años setenta,
fundamentalmente en Guerrero; la represión de 1968, los cacicazgos
sanguinarios, atroces, en todos los rumbos del país; los fraudes electorales
estatales sucesivos de Baja California, Sinaloa, Durango, Nuevo León,
Chihuahua, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Puebla en los ochenta y noventa;
la proliferación y protección durante décadas del corporativismo, el charrismo
sindical, los acarreos, la compra y coacción de votos; el saqueo
ostentoso y los despilfarros presidenciales sexenio tras sexenio, los
negocios millonarios privados a costa de los cargos públicos, la “caída
del sistema” en 1988, el endeudamiento externo ilimitado, las
devaluaciones, la inflación galopante , las grandes mansiones, los yates y los
aviones de los integrantes de la clase política, el crecimiento incontenible de
la miseria extrema y de la brecha entre ricos y pobres; el deterioro de la
educación pública, el establecimiento de una cultura de la simulación y de la
ilegalidad; el control y la sumisión voluntaria o impuesta de los medios de
comunicación, la persecución y asesinato de críticos y opositores. A ellos
habría que agregar nuevos hechos graves, afrentosos, como los trágicos casos
recientes de Ayotzinapa y Tlatlaya y el escándalo de las mansiones del
presidente Peña Nieto, su esposa y su secretario de Hacienda y la que parece
obvia colusión de intereses con empresarios proveedores, privilegiados,
del gobierno actual.
Hice
también una lista de personajes –vaya nómina– que debieran de ser inolvidables
y paradigmáticos del PRI, muchos ya desaparecidos, varios en placentero retiro
al cobijo de la impunidad y otros plenamente vigentes. Apunté entre otros, por
supuesto, a Gustavo Díaz Ordaz, Fidel Velázquez, Joaquín Hernández La Quina,
José Díaz de León, y a los expresidentes Luis Echeverría Álvarez, Miguel de la
Madrid y Carlos Salinas de Gortari; a Práxedes Giner Durán, Braulio Fernández
Aguirre, Tomás Garrido Canabal, Raúl Caballero Aburto, Alfonso Martínez
Domínguez, Raymundo Abarca Calderón, Alfonso Corona del Rosal, Jorge Rojo Lugo,
Gonzalo N. Santos, Carlos Sansores Pérez, Víctor Cervera Pacheco, Carlos
Jonguitud Barrios, Arturo Durazo Moreno, Rubén Figueroa Figueroa y Rubén
Figueroa Alcocer; Oscar Flores Tapia, Antonio Toledo Corro, Carlos Hank
González, Manuel Bartlett Díaz (hoy adalid de la democracia); Arturo
Montiel Rojas, Mario Villanueva Madrid. Y también Manlio Fabio Beltrones y
Emilio Gamboa Patrón, grandes operadores del partido fundado por Plutarco Elías
Calles en 1929, que hoy ocupan de nuevo sitios clave del andamiaje político
nacional. En todos estos casos, que cité de memoria, el cobijo de la impunidad
ha sido el factor común que ha permitido a los políticos del Partido
Revolucionario Institucional evadir la ley, gozar los frutos de su corrupción
y, en muchos casos, volver una y otra vez a las esferas del poder.
No
me parece tampoco que sea como para enorgullecerse la lista confeccionada a dedazo
vil de candidatos a diputados federales plurinominales que rindieron
protesta durante el magno evento priista del miércoles pasado en el que
participaron más de dos mil militantes, incluidos por supuesto todos los
dirigentes, líderes y beneficiarios del partido tricolor. Y no me refiero a la
enternecedora Carmelita Salinas, que finalmente es una actriz prestigiada y
respetable (además de simpática), que sólo sirvió de pararrayos frente a
los medios para que no se fijaran en otro tipo de personajes, menos
presentables desde luego. Pienso en nombres como los de Guillermina de la Torre
(madre del nefasto exdirigente capitalino del PRI, Cuauhtémoc Gutiérrez),
Manuel Vallejo (líder del sindicato del IMSS) o Fernando Espino (dirigente de
los trabajadores del Metro), a quienes se garantiza una curul por tres años sin
necesidad de ganar una elección, cuyas credenciales sólo ratifican la realidad
de un PRI incapacitado por naturaleza para cambiar.
Para
nadie puede ser motivo de orgullo el panorama descrito en unas cuantas palabras
por el líder de los jóvenes priistas, Cristopher James Barousse,
durante la propia celebración. “Se debe reconocer –dijo— la situación
actual del país, en el que más de 50 por ciento de la población vive en
pobreza; en la intolerancia, la discriminación, el bajo crecimiento económico,
el desempleo, la deserción escolar, la impunidad y sobre todo la corrupción,
que siguen siendo tareas pendientes”. Nadie pareció acordarse en esos momentos
de las palabras de Peña Nieto un año atrás, en la celebración del 85
Aniversario del PRI, en ese mismo auditorio: “En este gran partido milita, con
orgullo, el presidente de la República”.
Debo
reconocer –aunque sea a toro pasado— que la ofuscación que me causó la inaudita
desvergüenza de querernos presumir a un PRI inexistente me impidió tener la
serenidad necesaria para examinar el asunto sin alterarme. Y que debí empezar
por el principio; es decir, por clarificar el significado cabal de la palabra
“orgullo”, utilizada por los priistas en su mensaje. En el diccionario de la
Real Academia Española (RAE) descubrí que todo era en realidad un mal
entendido. Ahí me topé con la definición oficial del término (sic): “Orgullo.(Del cat. orgull). 1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación
propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”.
Válgame.
POR LA LIBRE-TA
¡Chapulines
a volar! Hasta ayer, 15 de los 16 jefes delegacionales de la capital del
país abandonaron ya los cargos para los que fueron electos, sin el menor cargo
de conciencia, cuando faltan aún siete meses para que sus mandatos concluyan.
De ellos, 14 son perredistas que se fueron sin rendir cuentas a nadie en busca
de nuevas posiciones. El último en dar el salto hasta ahora fue el llamado
“chapulín azul”, Jorge Romero Herrera, que dejó un auténtico tiradero por
la proliferación construcciones ilegales, la notoria opacidad de su
administración y el desbordamiento del comercio ambulante en Benito Juárez, la
única delegación gobernada por el PAN. Brincó en busca de una diputación
plurinominal en la ALDF, que le asegure alcanzar una curul sin tener que
ganarla en las urnas… y la impunidad del fuero constitucional. El panista se
fue entre acusaciones de haber recibido un “descuentazo” de 1.6 millones de
pesos por parte de una inmobiliaria protegida por él, Grupo Rouz, en la
compra de un penthouse de
lujo en la colonia Del Valle, el desvío de 64 millones de pesos de recursos
federales, violaciones a la Ley de Transparencia y Protección de Datos
Personales y un par de denuncias penales por usurpación de profesión, entre
otras linduras. El único que se mantiene todavía en su jefatura es el priista
Adrián Rubalcava, delegado de Cuajimalpa. Justo cuando estaba a punto de
emprender el vuelo se vio obligado a posponerlo por el lamentable
accidente de la explosión de gas en el hospital Materno Infantil de esa
demarcación. Sin embargo, su salida podría ocurrir este mismo viernes, a
punto de terminar el plazo legal para poder contender en los comicios del
próximo 7 de junio. El espectáculo de los delegados chapulines resulta
absolutamente vergonzoso. Y nadie lo para.
Twitter: @fopinchetti