Armando Ortiz / Fue la semana del 18 al 24 de septiembre 2011 “en medio de un discurso de clemencia y la aprobación de una ley que busca limitar a las redes sociales, aparecieron 35 cuerpos arrojados desde el puente del boulevard Adolfo Ruiz Cortines en Boca del Río, Veracruz; frente a Plaza las Américas, justo abajo del palo donde cuelgan impávidos los Voladores de Papantla; hasta parecía que los muertos eran voladores que no tuvieron alas, que no guardaron el equilibro y que cayeron para estrellarse en el pavimento”. Esto es lo que escribí el 26 de septiembre de 2011. Todos recordamos las fotografías. La revista Proceso llenó su portada con todos esos muertos que de inmediato fuero llamados criminales, porque sólo unos criminales merecían una muerte así. Fueron 35 de un solo golpe.
En las últimas semanas en Veracruz, a partir de la desaparición de cinco jóvenes en Tierra Blanca, Veracruz se ha llenado de cadáveres. Los encontramos en fosas clandestinas, los encontramos en páramos escondidos, nos los arrojan en la carretera, a la vista de quien se quiera asomar a su desgracia. Al mismo tiempo las cifras surgen, cientos de personas han sido levantadas, han desaparecido, pero no sin dejar huella; dejan huella pero las autoridades no la siguen, quizá porque saben que esas huellas conducen hacia ellos mismos.
Hace más de 4 años fueron 35 los muertos arrojados, en los últimos 15 días se han encontrado más que esos, sólo que esta vez han aparecido en diferentes sitios, descubiertos en diferentes momentos, como si fuera una estrategia publicitaria. ¿Qué mensaje nos quieren dar con esta danza de muerte?
El caso de los cinco jóvenes desaparecidos es muy semejante al de muchos otros jóvenes, ocho en Cardel, otros cuantos en córdoba, muchos más en la zona norte del estado, todos, dicen algunos testigos y familiares de estos desaparecidos, fueron levantados por patrullas de Seguridad Pública. En esa ocasión las autoridades dijeron que no fueron ellos, que les clonaron las unidades, pero esta vez, ante la contundente evidencia no les quedó más que reconocer que fueron elementos de Seguridad Pública; una de 99 cosa que le salen mal a la SSP dijo el gobernador Duarte. ¿Les sale mal? Es decir, si los hubieran desaparecido sin que nos diéramos cuenta, ¿significaría que les salió bien?
Hace cuatro años titulé mi artículo “En Veracruz la muerte tiene permiso”, pero cuatro años después estamos llegando a la conclusión de que en Veracruz la muerte ya no pide permiso; en algún lado algo se rompió.
En esa ocasión concluí mi artículo con el relato de un sueño que hoy también comparto. “Esta semana la muerte anduvo rondando nuestras plazas y nos encontró desnudos y no le pudimos decir nada.
Ayer por la noche vi cómo se retiraba, y la muy puta llevaba las manos ensangrentadas, la boca llena de esa lascivia hedionda, pues es los últimos días había devorado muchas almas.
Ayer por la noche vi cómo se retiraba y no me quise quedar con las ganas de preguntarle: ¿Quién te dio permiso para tanta matanza?
Ella se volvió a mirarme, esbozó una sonrisa, no movió los labios porque no tiene, pero comprendí que algo me quería decir. Me armé de valor y me acerqué a escucharla. Me susurró algo al oído, era una palabra… Pero me ordenó que no la dijera para que nada me pasara”.