En su edición de este miércoles, EL PAIS de España –nación a la que Javier Duarte de Ochoa pretende trasladar su residencia en Diciembre-, publica un largo reportaje bajo el título: “Duarte y el ocaso de los niños fieles”, en la que señala que el caso de los jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca y un desvío de fondos acechan al gobernador de Veracruz.
La nota de Pablo Ferri, relata: “Cuenta el
politólogo Carlos Ronzón, que el anterior gobernador de Veracruz, Fidel Herrera
–actual cónsul de México en Barcelona–, gustaba de rodearse de muchachos
jóvenes sin cualidad política. “Fidel es avasallador”, cuenta Ronzón por
teléfono desde Veracruz. “Repartía cargos entre personas obedientes para
intervenir cuando quisiera.
Eran ‘los niños de la fidelidad’ o los niños
fieles, todos empezaron ahí”. El profesor de la Universidad Veracruzana Alberto
Olvera recuerda que el niño fiel más destacado fue el actual gobernador, Javier
Duarte. “Una vez narró Fidel”, cuenta Olvera, “que Duarte volvía de España con
sus maletas y se le ofreció para ponerse a su servicio (…) Literalmente, Duarte
empezó cargando la maleta en efectivo de Fidel.
Él daba dinero en efectivo a la gente, era su
forma de gobernar”. Ninguno de los especialistas consultados recuerda que
Duarte haya imitado a su antecesor y haya repartido dinero, efectivo, por los
pueblos de Veracruz. Todos señalan, sin embargo, que Duarte fue el elegido de
Fidel por puro pragmatismo.
Dice Ronzón: “No era el más brillante, pero sí
el más obediente”. El gobernador de Veracruz encara estos días uno de sus
momentos más difíciles al frente del Ejecutivo. Hace dos semanas, la Auditoría
Superior de la Federación informaba de que Veracruz había desviado 2.000
millones de dólares de sus cuentas de 2011 a 2014. El presidente del PRI, el partido
de Duarte, declaraba enseguida que el gobernador debería explicar dónde había
ido a parar el dinero. Mientras tanto, la derecha pide desde el Senado que se
enjuicie políticamente al gobernador.
La semana pasada, la prensa local fue un
hervidero de rumores sobre su dimisión. Javier Duarte (Veracruz, 1973) es,
probablemente, uno de los gobernadores más odiados en la historia reciente de
México. Llegó al poder en 2010 entre las críticas que señalaban irregularidades
en el proceso electoral. En 2011 lanzó la Ley de Perturbación del Orden Público
que, en la práctica, facultaba a las autoridades a actuar contra tuiteros y
blogueros que criticaran al Gobierno. En 2013 la Suprema Corte la declaró
anticonstitucional. En ese contexto, Duarte pidió cárcel para un fotoperiodista
que había publicado unas fotos que mostraban a integrantes de un grupo de
autodefensas en la entidad. “Es una vacilada”, dijo el gobernador.
En Veracruz, dijo Duarte, no hay autodefensas;
en Veracruz, dijo una vez, solo roban “frutsis y pingüinos”, dulces, en las
tiendas. En 2011, unos sicarios abandonaron 35 cuerpos en Boca del Rio,
municipio turístico pegado al Puerto de Veracruz. México constataba que el
estado del golfo, la región del son jarocho, del carnaval más famoso del país,
se convertía en otra víctima de la reyerta que mantenía el Estado contra el
crimen organizado y que por entonces ya dejaba decenas de miles de muertos.
Aunque nadie ha probado nunca los vínculos de Duarte o su Gobierno con el
crimen organizado, la ósmosis de su partido, el PRI, con la delincuencia es
comidilla habitual de la prensa local y nacional. En un juicio celebrado en
Estados Unidos en 2013, un agente del FBI señaló que el cartel de Los Zetas
había aportado 12 millones de dólares a la campaña que llevo a Fidel Herrera a
la gubernatura.
La reaparición de Herrera en Veracruz tras
dejar el cargo fue de la mano de Duarte. Ocurrió en los carnavales de 2013.
Pese a las críticas, Duarte lo defendió. “Es un turista distinguido”, dijo.
Duarte vivió más o menos tranquilo hasta julio de 2015. Entonces, la activista
Nadia Vera, el fotoperiodista Rubén Espinosa y otras tres personas morían
asesinadas en la Ciudad de México. Vera y Espinosa habían trabajado durante
años en Veracruz. Meses antes de morir, Vera dijo incluso que responsabilizaba
al gobernador de cualquier cosa que le pudiera pasar. Aunque no se ha probado
que Duarte o nadie de su Gobierno esté detrás de lo ocurrido, la muerte de
ambos generó un alud de críticas contra la figura del gobernador: en sus años de
Gobierno, 14 periodistas veracruzanos han sido asesinados.
En enero de este año, policías estatales
secuestraron a cinco jóvenes en la entidad. Igual que en el caso de los 43
normalistas de Ayotzinapa, los policías los habrían entregado a una célula
criminal. De momento, la fiscalía solo ha encontrado restos de dos de ellos.
Esta situación ilumina el drama de los desaparecidos en Veracruz. Son un millar
de casos, algunos vinculados a la policía estatal. Si hay un aspecto que
molesta a la sociedad jarocha –asumiendo, claro, la crisis de inseguridad en el
Estado–, es la actitud de Duarte al respecto.
En octubre del año pasado, en una visita a
Orizaba, una mujer increpó al gobernador por la falta de resultados en la
búsqueda de su familiar desaparecido. Duarte, un hombre orondo, de voz
histriónica, sostuvo durante minutos una pequeña sonrisa. La mujer, a grito
pelado, regañó al gobernador: “No se burle, quite su sonrisa porque yo no vivo
desde ese tiempo, señor”. La periodista Daniela Pastrana, que viaja constantemente
a Veracruz, califica a Duarte de “irascible y berrinchudo. Nunca ha tenido el
control”, dice.
La profesora Esther Hernández, ex directora del
Instituto Veracruzano de la Cultura, señala que el gran problema del estado es
la impunidad, asunto que comparte el profesor Olvera. “Veracruz es uno de los
estados más impunes del segundo país más impune de América”, dice. La profesora
Hernández sufrió el asesinato de su hija en 2010. Las autoridades no han
encontrado a los asesinos. “No hay avance porque no se busca, no se hace nada.
Ha sido peor el gobierno de Duarte.
El estado está en bancarrota, la universidad
está en un momento muy difícil, el Gobierno le ha retenido recursos por más de
100 millones de dólares, cosa que no había ocurrido antes. Lo mismo con el
Instituto de pensiones del estado”. El último escándalo en Veracruz alude al
manejo de los fondos estatales. La auditoría implica a Duarte y los niños
fieles, políticos que empezaron su carrera bajo el ala de Fidel Herrera,
diputados federales, ex altos cargos. Le quedan diez meses de Gobierno y el
gobernador no se da por aludido. Columnistas y analistas anunciaron la semana
pasada que Duarte dimitiría en pocas horas. Pero el mandatario se mantiene.
Da
igual lo que digan las “campañas” que tratan de derribarle. Da igual, también,
lo que él diga. Una vez, en una entrevista, Duarte dijo que se identificaba con
“el generalísimo Franco”, quien tenía su mismo timbre de voz. “No estoy acorde
a su ideología política, pero creo que su fortaleza es una parte importante a
resaltar”. Y siguió, como si nada”. Hasta ahí el reportaje de EL PAIS…