San Rafael,
Veracruz.- Don Javier, el cuidador de la biblioteca Silvina Tapia Landero, no
sabe en qué momento la desgracia invadió a Sonzapotes, Veracruz. "Éramos
un pueblo donde las puertas de las casas permanecían abiertas. Por acá, uno se
quedaba dormido en las hamacas. Hoy, sabiendo que los policías te matan sin
pedir permiso, las cosas no ya serán lo mismo".
Comparte el hombre de vestiduras planchadas, quien a sus 50 años no
recuerda un día lúgubre como el presente. A lo lejos, el ruido de un badajo
anuncia el paso de Ricardo Sarro López y Axaharim Ronquillo, madre e hijo
camino al cementerio. Allá, donde fueron enviados por policías de Martínez de
la Torre; una muerte a quemarropa que Luis Ángel Bravo Contreras ya presenta
como un error.
Se trata de un hecho sin precedentes en la comunidad costera de 500
habitantes. No obstante, son confusiones, como lo determina la Fiscalía General
del Estado (FGE), que han arrebatado vidas en diversas ocasiones durante el
sexenio de Javier Duarte. Situación que para Valentín López, familiar de los
fallecidos, es vivir en un estado de indefensión.
El percance más reciente es la desaparición catalogada como forzada de
tres jóvenes de Papantla, Veracruz, también en el norte del estado. Ocho
elementos municipales permanecen detenidos por señalamientos de testigos
ocurridos el pasado 19 de marzo de 2016.
Los policías, alegaron que dos de los jóvenes desaparecidos, Uriel
Alberto Pérez Cruz y Luis Humberto Morales Santiago, conducían un vehículo
reportado como robado. Sin embargo, se desconoce porqué abrieron fuego contra
ellos, dejando lagunas hemáticas sobre el pavimento. Hasta la fecha los tres
muchachos no han aparecido.
En el caso de San Rafael, los policías municipales vaciaron sus
cartuchos contra una camioneta que también se les hizo sospechosa. Sin tomar en
cuenta las súplicas de la madre, hoy finada, Axaharim Ronquillo, ni los llantos
de sus hijos. Luego de su acto se echaron a correr y tras 72 horas del
homicidio no hay responsables declarados.
Por su parte, el cabildo de Martínez de la Torre, dirigido por el
presidente municipal Rolando Olivares Ahumada, determinó necesario cesar del
puesto como comandante de la policía preventiva municipal a Luis Fernando
Antonio Pérez, mientras la FGE se toma los tiempos que dicta el nuevo Sistema
Penal Acusatorio.
Al momento, se ignora el paradero de los seis policías que el señor
Francisco Sarro Vaillard, padre y esposo de los fallecidos, señala como
responsables. Sin embargo, el fiscal general garantiza que en breve se girarán
órdenes de aprehensión para los agresores.
Así el presente para los pobladores de Sonzapotes, Veracruz, quienes al
final del cortejo fúnebre, discretos, avisan al jefe de la familia Sarro López
que respetan su momento de duelo; no obstante están dispuestos a marchar los 35
kilómetros hasta el palacio municipal de Martínez de la Torre, hasta que la
justicia llegue antes que la resignación. Don Francisco asiente y reprocha su
suerte meneando la cabeza, junto a la tierra removida donde ahora permanecen
los suyos.
"Aplausos y pase de lista para los caídos"
Y fue como la masa solidaria absorbió al cuidador de la biblioteca y le
hizo acompañar unos metros a la peregrinación. Las calles sin pavimentar, de
arenas saladas, se poblaron de gente y adornos florales. La música de cumbia,
típica en la zona, la silenciaban por completo los vecinos, luego de
santiguarse frente a los féretros de cedro.
Así, el contingente avanzó, bajo una temperatura superior a los 35
grados, al frente, donde Francisco caminaba, tomado de las manos de sus cuatro
hijos. El hombre procura no llorar frente a sus pequeños, solo se ve mirar al
cielo de vez en cuando.
Los ataúdes van detrás de la familia, una caja es sostenida por
parientes de Axaharim Ronquillo, la madre. A Ricardo Sarro López, alias El
Charris, lo llevan sus compañeros del Telebachillerato de Puntilla Aldama. Así
avanzan 500 metros hasta el panteón de Sonzapotes.
Los lamentos de los hijos y hermanos no tardan en aparecer. Don
Francisco sólo aprieta la quijada mientras soba las frentes de sus hijos. Les
pide que se despidan de los suyos de una manera serena para que puedan
descansar en paz. Los chiquillos entienden, rezan como los presentes.
El primer féretro en despedir es el de Ricardo. Su maestro de
bachillerato, Felipe Castañeda Iturbide, coge un folder azul y comienza con el
pase de lista. Se detiene hasta la letra "s" y pregunta a los 50
alumnos por Sarro López, Ricardo. ¡Presente!, ¡Presente!, ¡Presente!, gritan
unos y otros lloran. Acto seguido, 60 segundos de aplausos acompañan el descenso
de la caja de madera. Luego lo cubren de tierra y flores.
A Axaharim Ronquillo la despide su esposo, como lo conoció, sereno y con
el espíritu de charro. El hombre contiene el llanto y vigilo el trayecto de su
esposa hasta la profundidad. Luego pide a los presentes que se ejecute el
ofrecimiento acordado para pedir la paz en el pueblo. La gente entonces suele
soltar globos de helio color azul y los aplausos se alargan.
Así termina la despedida cuerpo a cuerpo. Don Francisco no puede emitir
discurso alguno, pide a uno de sus familiares que agradezca a los que le
acompañaron. Luego vuelve a reunir a sus hijos y los toma de la mano. Se
pierden juntos camino a casa. A adaptarse a la nueva vida.
Muerte en San Rafael no es un caso aislado
Finales irremediables, como el de la familia Sarro López, existen en el
sexenio de Javier Duarte de Ochoa. Casos desde el inicio de su mandato, aquí el
registro de algunas de las confusiones o errores que los encargados de la
seguridad en Veracruz han cometido.
El 17 de junio de 2011, a las 19 horas, tres empleados de la empresa
Construcciones Santa Clara fueron ejecutados extrajudicialmente durante un
retén montado por elementos del Ejército Nacional Mexicano, la Policía Federal,
y la Policía Estatal, en la ex hacienda El Lencero, en Xalapa, Veracruz.
Los ultimados: Joaquín Figueroa Vásquez, Tito Landa Argüelles, y Raúl
Tecatl Cuevas, argumentan sus familiares regresaban de trabajar y se dirigían a
sus hogares. Fue hasta las 24 horas, el sábado 18 de junio, que sus cadáveres
fueron hallados con huellas de tortura.
El reporte pericial indicó que Joaquín Figueroa presentaba golpes en el
rostro, además dos disparos en la cabeza, y uno más en el tórax. Tito Landa
Argüelles tenía un balazo en el brazo derecho, uno en el glúteo y otro en la
pierna, así como múltiples golpes y raspones en el rostro. El ingeniero Raúl
Tecatl Cuevas recibió 10 impactos de bala, su cara perdió forma a causa de los
golpes que recibió antes de ser asesinado.
Consulta el reportaje completo en www.jornadaveracruz.com.mx
Otro caso sucedió el 29 de febrero de 2016, el cuerpo de Víctor García,
de oficio mecánico, fue encontrado tras 48 horas de haberlo reportado como
desaparecido en estado de putrefacción, con huellas de tortura sobre su cuerpo.
Testigos declararon ante el Ministerio Público de Tierra Blanca que los
agresores del joven habían sido elementos de la Secretaría de la Defensa
Nacional (Sedena), ubicados en el batallón 80 de infantería, con base militar
en la colonia Primero de mayo, perteneciente a Tierra Blanca, Veracruz.
"Fueron los guachos, lo tenían boca abajo en la carretera, a la
altura de la portezuela del conductor, estaba todo sucio de la playera, como si
lo hubieran golpeado, bien revolcado. Eran dos militares de complexión delgada.
Uno de piel clara. Si los veo, bien que los ubico", extracto de la
declaración en la carpeta número 181/2016.
La familia victimizada emitió una queja ante la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) 18433/2016, hasta el momento, se sigue a la espera de
un castigo por parte de la Sedena.
Finalmente está el caso Tierra Blanca, donde cintas de video delataron a
servidores públicos, al servicio de Arturo Bermúdez Zurita. Fue el pasado 11 de
enero, cuando policías estatales levantaron a cinco jóvenes de Playa Vicente,
alegando que la detención se debió al aspecto fortachón de los pasajeros y al
modelo del vehículo donde circulaban.
Motivo suficiente
para entregar a los muchachos, entre ellos una menor de 16 años, a integrantes
del Cartel Jalisco Nueva Generación, mismos que dieron fin a los cinco en el
narcorancho El Limón, en el municipio de Tlalixcoyan, Veracruz.