Las historias que más duelen,
las que sacuden, las que calan hondo, las que dejan huella, las que obligan a
una reflexión profunda, las que cambian vidas para bien o para mal, pero para
siempre, son las que siempre deberían ser contadas, aun en medio de las
circunstancias más adversas, porque son las únicas que nos obligan a comprender
el sitio exacto del que partimos para intentar construir una realidad menos
dura, menos amarga, y menos cruel.
Sin
embargo, no siempre es posible, porque cuando escuchamos, cuando repetimos, o
incluso cuando llenos de convicción decimos que vivimos en un Veracruz sin ley,
pocas veces reparamos en el significado literal y en la implicación lateral, de
esta frase que poco a poco y vida a vida, se ha convertido en una sentencia
para todos.
La
historia de los hermanos Nancy Nallely y Rodrigo Hurtado García, es el ejemplo
más próximo de ello. A Rodrigo lo conocí un día de visita en aquel lugar en el
que la gente siempre dice, que es el único sitio en donde se conocen y
reconocen, los verdaderos afectos, en la cárcel. Y aunque ya había escuchado
varias historias de este joven activista que encontró en las redes sociales un
foro de expresión libre para toda clase de denuncias, me sorprendió comprobar
hasta donde era capaz de sentir en carne propia, cada injusticia ajena, y ver
además la manera en la que a través de estas redes sociales, había logrado
establecer un lazo invisible pero inquebrantable, con millones de personas que
diariamente deciden desafiar a un gobierno represor e infinitamente cobarde,
con el arma más poderosa del mundo, la información.
Por
eso, cuando el martes pasado me avisó que habían “levantado” a su hermana en el
pequeño negocio que ambos comparten, un café internet, sentí la misma rabia, la
misma indignación, y la misma impotencia, que han sentido las cientos de miles
de personas que han pasado por un hecho similar. Porque presenciar el viacrucis
de repetir diez veces la misma historia ante diez “autoridades” diferentes sin
que ninguna te garantice solucionar nada, sentir el dolor de saber que este
drama tan personal es en realidad una desgracia tan “común”, es entender la
tragedia de vivir en un estado sin ley.
Rodrigo,
a diferencia de muchas familias a las que también uno de los suyos les ha sido
arrebatado, no pensó en “los riesgos” de denunciar. Sólo quería que Nallely
volviera a casa sana y salva, sólo intentaba que los “expertos” en procuración
de “justicia” tuvieran las respuestas que requería, olvidó que “el sistema”, el
maldito sistema de gobierno impuesto por Javier Duarte, no es más que la
interrogante más cruel y más difícil de desmenuzar, del complicado
cuestionario.
“Oiga
para ya denuncie, ya respondí a todo lo que me preguntaron cien veces, ya me
tomaron las muestras genéticas, ya les dije cómo es el pelo de mi hermana, que
si usó “brackets” de chiquita, que no tiene tatuajes, que no sé si le salió
algún barro en la cara, que no tiene enemigos, que es buena, ya pregunté a sus
amigos, ya respondí cien veces que no tiene novio ¿qué más necesitan saber para
buscarla? ¿Cómo? ¿Qué si he investigado algo, pero licenciada si la Fiscal es
usted, yo que voy a saber? ¿Qué le repita todo otra vez? Dios mío”.
Durante
48 horas, Rodrigo casi memorizó este párrafo completo de tanto repetirlo,
porque para la autoridad era necesario seguir interrogándolo a ÉL. No al único
sujeto que estuvo presente durante “el levantón” de Nallely, y que un par de
horas más tarde apareció en su casa como si nada. No a los vecinos que vieron o
escucharon “algo”. No a las autoridades que llegaron a levantar el reporte. No
a ningún tipo extraño que rondara la zona. No. La Fiscalía General del Estado
decidió que lo fundamental -porque no hay dinero ni autorización para más- era
interrogar una y otra vez al hermano y con idénticas preguntas, aunque este
“método” no haya ayudado a rescatar con vida a ninguna víctima de desaparición
forzada o privación ilegal de la liberad, JAMÁS.
El
último interrogatorio al que fue sometido Rodrigo, se dio a las diez de la
mañana del día de ayer. Sólo que en esta ocasión no preguntaron cuántos
cigarros fumaba Nallely como el primer día, ahora insistieron en la información
que contenía el disco duro que robaron del café internet cuando se la llevaron.
A la familia de Rodrigo esto le pareció extraño, a Rodrigo no le dio tiempo ni
de digerir la pregunta… Quince minutos más tarde, dos vehículos con hombres
armados lo “levantaban” también -del mismo café y a pesar de que estaba bajo
“resguardo” de la autoridad- pero ahora en presencia del resto de su familia. Y
la historia volvió a empezar… El color de pelo de Rodrigo, no usó “brackets” de
chiquito, nadie sabe si tenía barros en la cara, sí, si es buena gente, no, no
tiene enemigos.
La
única diferencia es que Rodrigo es conocido por su activismo en las redes
sociales, que hay un vínculo certero entre la actividad que desempeñaba como
comunicador denunciando a través de distintas páginas, y el posible móvil del
“levantón”, y por eso organizaciones internacionales defensoras de la libertad
de expresión como Artículo 19, y miles, miles de cibernautas, se sumaron a la
exigencia de justicia… NI UNO MAS, VIVO SE LO LLEVARON VIVO LO QUEREMOS.
A pesar
de ello, durante casi 12 horas fue el mismo calvario, la misma angustia, la
misma frustración e impotencia. Nadie sabe nada y nadie en realidad, por más
FISCALIA que sea, puede averiguar absolutamente NADA. La vida de Rodrigo y
Nallely ante la mirada impotente de todos, estaban en manos de sus plagiarios,
y esa es la única realidad de la que podemos partir… El más escalofriante nivel
de indefensión.
Afortunadamente
a las nueve de la noche, sonó mi celular… Era el número del comandante pero la
voz al otro lado del teléfono era la de Rodrigo; “Estamos vivos, nos llevan a
la fiscalía, dile a mi familia, no sé dónde estamos, pero espérennos en la
Fiscalía para que nos entreguen”, y eso hicimos. Nallely y Rodrigo Hurtado
García fueron abandonados por sus plagiarios cerca de un panteón. Alguien avisó
a la Fiscalía, y allí los recogieron, nunca hubo tal rescate. Unas horas más
tarde, y con el cuerpo molido a golpes, ambos regresaron con sus familias.
Rodrigo
no tiene ninguna historia que contar, sabe que vive.
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