Micrófono en mano, José Jesús Jiménez Gaona se puso de pie en
aquel salón del WTC de Boca del Río que albergó la reunión entre autoridades
del gobierno federal, Fiscalía y colectivos de personas buscando a sus
familiares desaparecidos en el estado de Veracruz.
Mujeres y hombres acostumbrados a oír lo peor, los integrantes
de los colectivos de Orizaba, Xalapa y Veracruz escuchaban el drama de Jiménez
Gaona.
Él habló de los 20 casos que ya tenía articulados para conformar
un colectivo en Poza Rica, pues desde el 21 de mayo de 2011 su hija y tres
amigos más desaparecieron en esa ciudad del norte de Veracruz después de
regresar de una noche de diversión. Han pasado cuatro años –dijo– desde que su
corazón resultó desgarrado por la ausencia de un ser querido sin que las
autoridades le hayan dado una sola pista.
Desde entonces –siguió contando– ya no tenía vida, pues la
ausente, Jenny Isabel Jiménez Vásquez, de 21 años, era la única hija y se la
habían arrebatado. Tampoco tenía miedo. Sólo le aterraba por las noches el
recuerdo de saber en dónde estaría durmiendo, tapada o a la intemperie; por las
mañanas si ya había desayunado; a mediodía si se encontraba bien, alegre,
enojada, contenta…"¿Dónde estás?" se preguntaba mecánicamente casi
con cada respiración.
Pero lo peor no era haber cursado un hecho violento, no en Poza
Rica donde a diario matan, secuestran, decapitan e incineran cadáveres; lo peor
para él y su esposa, Francisca Vázquez Mendoza, era la indolencia de las
autoridades que, se supone, tenían que hacer su máximo esfuerzo para encontrar
a Jenny del Carmen, a sus tres amigos y a los cientos de desaparecidos en el
norte.
En cuatro años –siguió– no le habían hecho pruebas de ADN, no
sabía dónde había quedado el expediente de su hija, apilado, extraviado con el
resto de casos.
Un día iba a preguntar por avances de la investigación, y el MP
o su secretaria, comiendo en el escritorio o pegados la celular, lo regresaban,
"no hay nada, jefe, venga en dos semanas a ver si ya hay novedades".
O si de pronto le mostraban la carpeta de investigación, el caso
estaba en cero, no habían llamado a declarar a nadie, no había sábana de
llamadas, se carecía de estudios profesionales forenses, menos, claro, había
alguna diligencia en torno a cámaras de vigilancia.
Los agentes ministeriales, si quería que se efectuara alguna pesquisa,
pedían para la gasolina y la torta.
Todo lo relatado por Jiménez Gaona ante las autoridades, Roberto
Campa, subsecretario de Derechos Humanos del gobierno de la república, y Luis
Ángel Bravo Contreras, fiscal veracruzano, resultó un cubetazo de agua fría,
pues en Poza Rica, desde mediados de 2015, el gobierno de Javier Duarte de
Ochoa aplica un plan de seguridad después de haber suprimido a la policía
intermunicipal, y sin embargo, abundan las quejas desde entonces por presuntos
malos manejos de los elementos de la Fuerza Civil, de la municipal y de la SSP.
Sin embargo, muy desde antes, esa región veracruzana era asolada
por el cártel de Los Zetas en una batalla por la plaza contra el Cártel del
Golfo, y las constantes balaceras entre delincuentes, ejército mexicano y
autoridades; además, un alza notoria en secuestros.
Con todo eso, Poza Rica y los municipios vecinos (Papantla,
Tihuatlán, Tuxpan, Álamo Tempache), se encontraban en una zona de silencio para
las víctimas del delito. Un silencio que fue rasgado ese 15 de junio pasado por
el testimonio de José de Jesús Jiménez Gaona en el WTC de Boca del Río,
"quien se encontraba muy entusiasmado con su asistencia por primera vez a
la reunión, tanto, que allí mismo rompió en llanto y no pudo seguir relatando,
le dio la palabra a otro de sus compañeros", dijo una madre presente en
ese encuentro.
Posteriormente a esa junta, "José Jesús Jiménez fue
designado como observador de las actuaciones de la Fiscalía estatal
relacionadas con la investigación y búsqueda de personas desaparecidas en la
región de Poza Rica, donde no se ha llevado a cabo estrategia alguna de
atención a estos casos", informó la ONG "Red Retoños" en un
posicionamiento por el ataque a la pareja (la esposa sigue debatiéndose entre
la vida y la muerte).
Es decir, el hoy finado fungiría como una especie de auditor
ciudadano para revisar cada uno de los casos denunciados en esa zona, y en los
cuales lo común es la mala integración de los expedientes, la decidía y la
protección por medio de la impunidad de las autoridades ministeriales a los
grupos que están administrando la desaparición como herramienta para expandir
sus actividades.
Y si Javier Duarte de Ochoa anunció en Poza Rica "una
sacudida al árbol", los colectivos veracruzanos y de otros puntos del país
estaban preparando una tormenta para azotar no sólo el árbol, sino el bosque
completo con la revisión a los expedientes, apoyados por la Subsecretaría de
Derechos Humanos de Roberto Campa, el mismo funcionario que representó una
esperanza en Tierra Blanca ante la incapacidad de las autoridades veracruzanas
por los cinco chicos de Playa Vicente víctimas de desaparición forzada.
En este tenor, Juan Carlos Trujillo, de Familiares en Búsqueda
María Herrera AC, dijo vía telefónica estar seguro de que este ataque se
relaciona con el temor de la delincuencia institucionalizada al arribo de
buscadores de fosas clandestinas que dejen al descubierto sus fechorías, y este
es un claro acto de intimidación.
Juan Carlos Trujillo guarda una historia de terror con Poza
Rica: en septiembre de 2010, dos de sus hermanos, Gustavo y Luis Armando
Trujillo Herrera, de 28 y 25 años, y dos familiares más, viajaban de su estado
natal, Michoacán, a Vega de la Torre para comprar pedacería de oro, pues a eso
se dedica su familia desde hace varios años; al llegar a Poza Rica, los paró un
retén de la Policía Municipal. Desde entonces, nada se sabe de los cuatro, la
carpeta 425/SEIDO no avanza.
La mamá de Juan Carlos Trujillo, María Elena Herrera, en 2012,
durante Los Diálogos por la Paz organizados por el poeta Javier Sicilia con el
presidente Felipe Calderón, increpó al mandatario nacional por el paradero de
sus hijos extraviados en suelo veracruzano, y sus palabras le dieron la vuelta
al mundo.
"Este gobierno es incapaz de darnos justicia, todos los
políticos, nosotros les pagamos sueldos, los hemos llevado a donde están, y les
demandamos hoy que hagan su trabajo", sentenció la madre con un grito que
silenció a Calderón, cuyos argumentos se centraron en culpar a la delincuencia
organizada que él tan afanosamente había combatido desde el primer día de su
gobierno.
El que José de Jesús Jiménez Gaona hubiera llegado al movimiento
Familiares en Búsqueda María Elena Herrera, representaba una luz para las
personas que en el norte están huérfanas en la búsqueda, es decir, quienes
carecen de un colectivo en donde encontrar apoyo, consejos, asesoría sobre cómo
actuar ante las autoridades, y sobre todo, a hermanos en dolor que ayuden a
sanar el corazón y a entender que muchas veces esas búsquedas se deben realizar
en "muerte", ya no en hospitales, cárceles, otras ciudades, etcétera,
sino en fosas clandestinas, entre cadáveres, en los cerros, en el monte, en
pozos que por lo regular son empleados para esconder muertos.
También representaba una gran esperanza para Juan Carlos
Trujillo el contar con aliados en Poza Rica para iniciar la búsqueda para
encontrar el paradero de sus hermanos ausentes desde diciembre del 2010.
En abril pasado, a propósito de la primer Brigada Nacional de
Búsqueda de Desaparecidos, desarrollada en Amatlán durante dos semanas, Juan
Carlos Trujillo delineó en entrevista con Blogexpediente.com los objetivos de
su movimiento:
Juan Carlos asegura que ya no quiere justicia, ni saber quién se
deshizo de sus hermanos y sus dos parientes en Veracruz. ‘Sólo quiero saber
dónde están, Dios me ha enseñado a perdonarlos’.
–¿Qué quieres encontrar en Veracruz?
–Vengo a pedir ayuda para que encontremos la verdad, que
encontremos a los corazones que no se ha podido. Hacemos llamado a la
ciudadanía para que esta desgracia ya no avance más. No puedo estar recibiendo
el problema en esas características, cuando seguimos acumulando casos. Yo les
hablaría a los delincuentes, que cuando le hacen daño así a una persona, es a
un núcleo familiar el que dañan. No hay como comprender desaparecer a una
persona. Es algo que considero no debería existir. Pues Dios te da la
resignación ante la muerte, pero ante esto, no hay quien lo soporte, en la
Biblia no hay nada sobre un desaparecido, no se lo deseo a nadie.
–¿Qué es encontrar la verdad?
–Es saber qué pasó con nuestros familiares, no podemos seguir
así, sin saber si viven, si comen, si sufren, si nosotros hoy sabemos que no
estarán con nosotros, aceptaremos lo que Dios permitió que ocurriera, esa
verdad nos hará libres, a ellos, y podrá ayudar a encontrar la paz a todas esas
viejecitas que ningún daño le han hecho a nadie, pero son las que sufren y
mueren en silencio.
Después de esa brigada, que dio con fosas clandestinas y restos
humanos que en un principio el Fiscal Luis Ángel Bravo Contreras calificó como
"restos de madera" y después se confirmó que eran tejido óseo, la
fundación Familiares en búsqueda María Elena Herrera y la Brigada Nacional de
Búsqueda recibió numerosas muestras de apoyo y adhesiones de personas buscando
amparo, José de Jesús Jiménez Gaona, uno de ellos.
La AC preparaba el arribo a Poza Rica, y si el 15 de junio
Jiménez Gaona salió de Veracruz a Poza Rica con el nombramiento de observador
para fiscalizar los expedientes de desaparecidos en el norte, la esperanza sólo
le duró siete días, ya que el día 22 recibió el ataque mortal en la colonia
Ortiz Rubio de Poza Rica, precisamente, a unas horas de sostener una reunión
con Campa y Bravo Contreras y los acompañantes del nuevo colectivo para Poza
Rica, Familiares en Búsqueda María Helena Herrera, para definir y revisar los
casos de personas ausentes. La reunión se realizó en un ambiente de tristeza y
confusión, y en ella Luis Ángel Bravo Contreras reconoció no contar con
personal ni recursos para buscar a los denunciados como desaparecidos, contó
Juan Carlos Trujillo.
José de Jesús Jiménez Gaona tenía previsto asistir a la próxima
brigada de búsqueda de fosas clandestinas, agendada para mediados del mes próximo,
en Amatlán de los Reyes. En ese encuentro se iba a entrenar física y
emocionalmente para las búsquedas en Poza Rica. Le enseñarían ubicar puntos en
la geografía en los cuales los delincuentes colocan sus fosas clandestinas o
cocinas para deshacer personas en químicos o con combustible, aprendería a
cavar, a emplear las varillas para buscar carne putrefacta bajo la tierra y a
acopiar información anónima para establecer los parámetros de dónde sí y donde
no buscar. Cuatro años tardó Jiménez Gaona en encontrar el amparo que le
inyectara valor para salir a buscar a su hija y a los demás desaparecidos por
sus propios medios, pese al miedo, amenazas y el desgaste económico, y sólo
siete días, del 15 al 22 de junio, vivió al máximo, con la esperanza de haber encontrado
un nuevo horizonte, redescubriendo emociones tan profundas y subterráneas ya en
su ser, como la de poder encontrar por fin la verdad sobre el destino de Jenny
Isabel Jiménez Vásquez.
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